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Y su nieve, ¿de limón?

Bajo el manto del conocimiento financiero experto y el apoliticismo, en el IMEF quieren co-gobernar. | Jorge Faljo

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Escrito en OPINIÓN el

El prestigiado Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas –IMEF-, acaba de emitir un amplio documento, que para los aficionados del béisbol se diría que se volaron la barda. Abordo el escrito en cuatro partes:

· Primero, un diagnóstico que básicamente señala que estamos mal; en 2019 hubo recesión y para este año el crecimiento esperado es de apenas del uno por ciento.

· Después sugieren generalizar el IVA al 16 por ciento, con excepción de una canasta de consumo estrictamente básica, y reducir el impuesto sobre la renta corporativo del 30 al 23 por ciento.

· Prosiguen con un discurso, cuento de hadas, sobre la adopción voluntaria por parte de las empresas de un nuevo enfoque de responsabilidad social y ambiental.

· Y por último quieren mecanismos de participación empresarial, prácticamente co-gobierno, en la toma de decisiones más importantes, por ejemplo, finanzas e inversión en infraestructura.

El IMEF maquilla como propuesta con enfoque social este documento y presenta una posición empresarial radical, fuerte, en la batalla ideológica sobre la estrategia de crecimiento que debe adoptar el país.

Pueden identificarse tres grandes grupos ideológicos en México: los que piensan que hay que acrecentar las capacidades, sobre todo financieras, del gobierno en un modelo liderado por el libre mercado y con un gasto que favorezca a la iniciativa privada; es decir, la estrategia de las últimas décadas. Otro gran grupo son los que creen que requerimos un estado fuerte, rector de la economía, que fortalezca la producción industrial y del campo, el mercado interno y el bienestar colectivo; y, por último, los que piensan que vamos bien y sólo hay que seguir combatiendo la corrupción.

El IMEF se alinea con las grandes agencias internacionales en que hay que elevar impuestos. México tuvo, en 2018, una captación fiscal del 16.13 por ciento del PIB según OCDE, mientras que el promedio de ese grupo de 34 países fue del 34.26 por ciento. Somos, como se dijo desde la CEPAL, un paraíso fiscal para las grandes fortunas. Por cierto, que también fuimos en 2018 el país de la OCDE con menor gasto social; un 7.5 por ciento del PIB mientras que el promedio fue de 20.1 por ciento.

Sin embargo, IMEF propone elevar impuestos de manera muy distinta a lo que sugieren agencias internacionales como las mencionadas: no un impuesto sobre la renta más progresivo, donde los muy ricos paguen un porcentaje significativo, o a las grandes herencias y fortunas. No, lo que propone IMEF es que todos paguemos el IVA en más bienes y servicios. Algo fundamentalmente regresivo; es decir, donde los que menos tienen pagan más que los muy ricos por la sencilla razón de que a los pobres y a la enorme mayoría se nos va todo el ingreso en el gasto del mes. Mientras que una minoría ocupa en el gasto mensual una pequeña porción de sus altos ingresos; el grueso va a acrecentar su fortuna.

IMEF quiere que el gobierno gaste más en inversión contratada con empresas privadas, así que propone generalizar el IVA; pero al mismo tiempo quiere reducir los impuestos que pagan las empresas. En su documento presenta el cuadro sobre el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas, pero está de adorno porque no nos dice que la captación fiscal y el gasto social en otros países son mucho más altos en su porcentaje del PIB.

Al IMEF le resulta imposible no reconocer lo que ahora se dice en todos los grandes organismos internacionales y encuentros de las cúpulas dirigentes de la economía y la política: que el libre mercado nos deja una herencia de estancamiento e inequidad. Por lo cual, sí propone un cambio de fondo, el cambio del pensamiento empresarial.

El caso es que la propuesta fiscal del IMEF le pega al consumo de la mayoría y le da mayores ganancias a los corporativos empresariales. Pero le resulta imposible no reconocer lo que ahora se dice en todos los grandes organismos internacionales y en los encuentros de las cúpulas dirigentes de la economía y la política: que el libre mercado nos deja una herencia de estancamiento e inequidad extrema, con millones, en México en la miseria y el hambre.

Entonces habría que preguntarse ¿en dónde se encuentra el supuesto enfoque social? Y la respuesta es sorprendente; en la transformación a fondo del pensamiento y comportamiento empresarial.

Siguiendo el nuevo discurso de las élites mundiales, IMEF dice que es necesario generar nuevos modelos de participación que eviten los extremos ya sea del libre mercado o de la intervención estatal. Capitalismo con enfoque social. Y sobre esta vertiente se explaya.

Hay que hacer lo de costumbre, fomentar de manera decidida la inversión empresarial, sólo que ahora, a cambio, las empresas se enfocarán en la creación de valor compartido. Supuestamente dejaría de ser su prioridad única el interés de los accionistas, la rentabilidad, para que en adelante la empresa adopte los intereses de su entorno; los de sus proveedores, clientes y la comunidad en que se encuentra.

Pero no se detiene aquí la fantasía, en adelante, las empresas evolucionarán del mero enfoque filantrópico caracterizado por donaciones a causas sociales y del de responsabilidad social, con miras a reducir impactos negativos, hacia una visión de creación de valor compartido en la que, al incorporar los intereses del entorno, los intereses sociales y ambientales, mejorarán el estado del mundo.

IMEF plantea la necesidad de cambio que muchos compartimos, pero para ello, además de una propuesta fiscal claramente antisocial, nos propone una quimera, la adopción voluntaria por parte del empresariado de la responsabilidad de mejorar el mundo en todos sentidos.

Partiendo de esa fantasía IMEF propone la creación de un Consejo Fiscal Independiente, apartidista, formado por expertos fiscales como ellos (que casualidad). También quiere que sea creado un instituto o agencia de planeación y gestión de la infraestructura con visión transexenal y participación multisectorial que supervise y dé seguimiento a los proyectos en operación evitando que el país se reinvente cada seis años.

Es decir que bajo el manto del conocimiento financiero experto y el apoliticismo quieren co-gobernar.

Así, ¿o de limón?