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Y después del Gran Confinamiento qué…

La disyuntiva entre levantar el confinamiento y prolongarlo, implica un riesgo que pondrán a prueba a todos los mexicanos. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

El regreso a la vida cotidiana, luego del “gran confinamiento”, como se le conoce a este periodo, está encontrando diversas complicaciones para que ello ocurra, pese a que, en todo el mundo, la ansiedad por volver a lo que han llamado la “nueva normalidad”, se hace visible en todos los sectores sociales.

Cada país y gobierno, enfrenta sus propias particularidades para levantar definitivamente el confinamiento, sin embargo, existen algunas generalidades sobre las que vale la pena reflexionar.

Mucho se ha hablado sobre qué tiene mayor prioridad. La recuperación económica, o seguir salvando vidas con el confinamiento. Los primeros intentos de volver a las calles, tanto en Asia como en Europa, parecen no haber sido muy exitosos, pues se han registrado rebotes significativos en el número de contagios por el covid-19.

En realidad, algo que la pandemia puso en evidencia, fue la incapacidad de los gobiernos y los políticos para trabajar de manera coordinada en torno a un peligro común.

Aún frente al virus que amenaza la existencia misma del ser humano, los grupos antagónicos hablan idiomas distintos. O, mejor dicho, revela su egocentrismo que apunta en direcciones contrarias.

No hay país ni gobierno en el mundo, junto con su clase política, que no se haya mostrado inepto e incapaz para responder ante un problema multidimensional que afecta millones de personas.

En resumen, todo el sistema político mundial, mostró fisuras importantes, y desarticuló, las bases financieras que sostenían el sistema económico que prevaleció durante 70 años.

Volver a la cotidianidad y reactivar la economía productiva, no es tarea fácil. Las empresas y los trabajadores, deberán enfrentar de entrada dos retos.

El primero, guardar las medidas sanitarias dentro de las áreas de trabajo con dos metros mínimos de distancia entre un trabajador y otro. Las empresas, deberán adecuar sus espacios de trabajo en áreas de oficina, que en algunos casos, significaran inversiones no programadas.

El segundo punto, tiene que ver con la movilidad. La Ciudad de México y su zona conurbada, al igual que todos los países de América Latina, tienen en este aspecto uno de los retos más importantes en términos sanitarios.

El caótico sistema de transporte público, será un ente al que no se le ve forma de ser regulado con miras a cumplir las medidas sanitarias para evitar contagios. Sistemas como el Metro y Metrobús de la Ciudad de México, ya están rebasados en su capacidad, y no existe ninguna modalidad de transporte que no opere sobresaturado.

Volver a “la nueva normalidad” en las grandes urbes, implica un alto riesgo de contagios. No todos se pueden desplazarse a sus centros de trabajo en bicicleta, caminando o en auto.

Al principio de la contingencia, los opinadores y críticos del gobierno, pedían detener todas las actividades a rajatabla e imponer el toque de queda, como ocurría en otros países. Ahora, muchas de esas voces, vociferan que es momento de abrir todo y recuperar todas las actividades económicas, pues urge volver a la “normalidad”.

Lo cierto es, que en México, nunca se detuvieron al cien porciento todas las actividades, y mucha gente ha seguido asistiendo a sus centros laborales, tanto de la iniciativa privada como trabajadores del gobierno. Al menos no sucedió como sí ocurrió en España e Italia, donde los únicos trabajadores que salían de sus casas eran los del sector salud.

En México, todo el sector servicios fue el más afectado, excepto los bancos, pero turismo, hotelería y restaurantes cerraron totalmente. En el sector automotriz junto con casi toda su cadena de valor, pararon actividades al 90 por ciento, pero eso se debió en gran parte, al cierre total de las actividades en muchos estados de la unión americana, en donde se dejaron de producir automóviles.

Es cierto, hubo otras actividades manufactureras que pararon actividades, pero la industria automotriz por su relevancia en la economía nacional, es la de mayor importancia.

El transporte de pasajeros aéreo y terrestre, así como el logístico, siguieron laborando parcialmente; la producción de alimentos junto con toda su cadena de valor, el sector energético, tiendas de retail y call centers, mantuvieron sus operaciones con al menos el 50 por ciento de sus empleados fuera de casa.

Durante las dos últimas semanas, junto con esta que corre, representan los picos más altos de contagios y decesos en el país. Precisamente en el momento que las voces se suman para levantar la contingencia.

Tal vez sea el tedio del encierro, la desesperación, la incertidumbre social y económica, la presión de los opinadores y sus bizarros en los medios de comunicación y hasta las pifias del gobierno, lo que están haciendo que la ansiedad por volver a las actividades cotidianas, se conviertan a estas alturas, en una necesidad imperiosa.

Lo cierto es, que allá fuera, una vez vueltos a las calles y a los centros de trabajo, aún existe un alto riesgo de contagio y una atmosfera política y social que pondrá a prueba a todos los mexicanos.