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Una Corte que se arrodilla

¿Acaso prorrogar el mandato del Presidente de la Corte no es violatorio de la Constitución? | Manuel Fuentes

Por
Escrito en OPINIÓN el

Una Corte que se arrodilla, una Corte que se somete, o un Presidente de la Corte sin dignidad: todos estos títulos caben para mi columna, pero elegí el primero de ellos por el silencio cómplice de los ministros, que es lo que cuenta.

Cuando desisten de defender la Constitución no merecen ser ministros, magistrados ni jueces. Deberían cancelarles su cédula profesional de licenciados en derecho o de abogados a todos aquellos que se atreven a usar la toga y birrete, y manchan su compromiso al no defender las normas máximas de nuestro país.

Su rechazo debe ser contundente contra la medida de prorrogar el mandato del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, pero su silencio es muestra de un cinismo inaceptable.

Cobran sueldos estratosféricos, pero eso no les da vergüenza; hasta se amparan ellos mismos para que puedan ganar más que el Presidente de la República porque ahora (como antes) quieren servir (y seguir sirviendo) de limpia botas (como la jurisprudencia que recién acaban de aprobar para avalar el pago en UMAS en perjuicio de los trabajadores del Estado), y eso no les molesta.

¿Acaso prorrogar el mandato del Presidente de la Corte no es violatorio de la Constitución? El cuarto párrafo del artículo 97 de esa norma se inscribió allí para que no llegara cualquier funcionario, lo pisoteara, y pasara sobre él. Dice claramente:

“Cada cuatro años, el Pleno elegirá de entre sus miembros al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el cual no podrá ser reelecto para el periodo inmediato posterior”.

Ni el Senado de la República, ni la Cámara de Diputados, ni el Pleno de la Corte tienen la facultad de mover una sola letra de ese mandato constitucional que acota de manera improrrogable el periodo a cuatro años.

Los ministros deberían ser los primeros en alzar la voz; y aún más el Presidente de la Corte, si acaso tiene algo de dignidad. Su obligación es mandar un documento en el que llame la atención a los legisladores para que se ciñan a la letra de la Constitución.

¿Si no defienden la norma máxima, entonces para qué se dicen ministros? Protestaron, cuando tomaron el cargo, defender y hacer respetar la Constitución y, ahora, ¿por qué su silencio?

Prorrogar o prolongar el mandato del Presidente de la Corte medio periodo más es una forma de reelegirlo (por capricho de otro poder), sin facultad ni disimulo alguno, lo cual está prohibido constitucionalmente. 

Es como si el mandato de un Presidente de la República se extendiera, por un acuerdo (simple) del Senado o de cualquier otro poder, medio periodo más (tres años para sumar un total de 9). Eso sería inadmisible y reprobable, como ocurre en este caso.

Es urgente que los integrantes de la Corte y su Presidente se opongan a esta insensata decisión senatorial. Con su omisión o actuar está de por medio la pérdida completa de credibilidad de sus integrantes (que no tienen tanta).

En adelante, de no asumir una posición congruente, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación se le llamará Suprema Corte de la Sumisión, de la vergüenza, de la indignidad.

De otros avatares…

Al abogado Héctor Barba García no le gustaba llegar con retraso. En esas tardes de diciembre de 2012 en que nos reuníamos decenas de abogados en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México para elaborar el amparo contra la reforma laboral de Peña Nieto y Calderón, era el primero en llegar. Ponía su sombrero en la mesa y esperaba pacientemente. En cierto momento, decía: empecemos con los que estamos.

Cuando hablaba, todos lo escuchábamos con respeto. Reiteraba constantemente nuestra obligación de defender el derecho laboral como un derecho social, que nunca perdiera su carácter tutelar.

En las discusiones para sustentar una propuesta de reforma laboral con motivo de la modificación al artículo 123 constitucional del 24 de febrero de 2017, era el más incisivo de los asistentes. Cuando se trataba de llevar una propuesta, su preocupación constante era lograr la democracia sindical efectiva, acabar con los contratos de protección, desaparecer la subcontratación y todo aquello que fuera lesivo para los trabajadores.

Era un crítico constante. Se oponía a cualquier reforma laboral regresiva, no importando de dónde viniera, ya fuese de un régimen de izquierda, de centro o de derecha; él se indignaba y protestaba. La congruencia fue su forma de actuar ante todo poder.

Nuestro amigo Héctor Barba, electricista de origen y jurista ejemplar, nunca se doblegó; el miércoles 14 de abril tuvo su último aliento a la edad de 86 años. Murió como los guerreros, siempre en la pelea, con la cara al cielo, como el más digno defensor de los trabajadores de todos los tiempos.

Que nuestro recuerdo lo alcance hasta la eternidad.