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Señales de alarma

Las señales de alarma cada vez son más cercanas en el tiempo y cada vez se presentan en más regiones, ante la pasividad de las autoridades federales. | Ivonne Ortega

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Escrito en OPINIÓN el

5 de enero, balacera entre policías y un grupo armado en Ixtaczoquitlán, Veracruz, mueren dos civiles. 6 de enero, enfrentamiento entre fuerzas especiales policiacas y presuntos delincuentes en Rioverde, San Luis Potosí, con saldo de cuatro personas muertas. 10 de enero, el cadáver de un bebé es hallado en contenedores de basura del penal de San Miguel, en Puebla. 15 de enero, se confirma en Veracruz el homicidio del periodista José Luis Gamboa Arenas, director del diario digital “Inforegio”, hallado días antes asesinado con arma blanca. 16 de enero, en Michoacán se enfrentan elementos de la Guardia Nacional y presuntos sicarios, fallecen un agente y dos civiles. 17 de enero, el fotoperiodista Margarito Martínez es asesinado a balazos a las puertas de su casa en Tijuana, Baja California. 21 de enero, en el hotel Xcaret de la Riviera Maya, en Quintana Roo, dos canadienses son abatidos a disparos por un sicario que alcanza a herir a otra persona y se da a la fuga. 23 de enero, balas homicidas acaban con la vida de la periodista Lourdes Maldonado cuando llegaba a su domicilio, en Tijuana, después de años de recibir amenazas, interponer denuncias y solicitar auxilio incluso ante el presidente Andrés Manuel López Obrador. 25 de enero, motín en el penal de Colima deja un saldo de al menos 8 muertos y 7 heridos…

¿Qué está pasando con la seguridad en nuestro país? ¿Qué está pasando con nuestro país?

Viendo, leyendo y escuchando la información que nos llega desde diversas plataformas de comunicación, cualquiera pensaría que la nuestra es una sociedad en la que el respeto por la vida, los principios más elementales de convivencia, se han desvanecido. Y al parecer es así en un segmento de la población que constituye las redes de la delincuencia organizada.

Me queda claro que somos muchas más las personas que creemos en nuestro país, en los valores sociales y en el Estado de Derecho, pero las señales de alarma cada vez son más cercanas en el tiempo y cada vez se presentan en más regiones, ante la pasividad de las autoridades federales, que debieran coordinar las políticas de seguridad.

Aunque, ¿de qué política de seguridad hablamos? El Estado Mexicano, en palabras del presidente de la República, se mueve tomando como base el mantra “abrazos, no balazos”, y desde la jefatura suprema lo mismo se ordena a las fuerzas de seguridad ofrecer la otra mejilla, que liberar a uno de los objetivos más buscados por agencias internacionales.

Cierto que la seguridad pública no se trata exclusivamente del uso de la fuerza: es producto de muchos factores en los que concurren ciudadanía, gobierno, instituciones. Educación, cultura, derechos, civismo, entre otros, pero también implica que el Estado asuma su deber y responsabilidad de preservar la paz y combatir el delito.

Desde la administración federal a diario se dan muestras de poco respeto por la ley y las instituciones, conducta que ha permeado hacia los gobiernos estatales, sobre todo los que se identifican con el partido en el poder.

La complacencia y el pensamiento faccioso poco a poco rompe sinergias de equipo y colaboración institucional en ese gran todo que es el Estado Mexicano, y no pocas veces desde la más alta posición se desestima la denuncia ciudadana, haciendo valer como única la verdad de grupo, el credo ideológico.

Esta actitud aparta al gobierno de la ciudadanía, y descuida acciones fundamentales de prevención que el reparto de dinero no soluciona. La distribución de becas o pagos clientelares quizá se relacione con afinidad electoral, pero no soluciona los problemas sociales y puede ser que los agrave. No destierra la corrupción, por el contrario, la alienta al no establecer padrones confiables ni mecanismos de rendición de cuentas.

Nuestro México Mágico se ha convertido en el México trágico donde ser periodista es una actividad de alto riesgo, donde ser opositor es ponerse una diana en el pecho y la espalda para recibir dardos verbales y desde las redes sociales por parte de jaurías de fanáticos, donde ser mujer es vivir con miedo…

Pero es nuestro México, y hay que luchar por él. Hablando, gritando si es necesario, señalando la corrupción, exigiendo respeto a los derechos de todas las personas, denunciando y sobre todo con mucha solidaridad y empatía. Es nuestro México y las señales de alarma deben ser acicate para no dejar que nos lo arrebaten.