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Salvando al Godín del fracaso laboral

O cómo el éxito y el fracaso dependen de la percepción. | Aniela Cordero

Por
Escrito en OPINIÓN el

Todos anhelamos ser exitosos en nuestro trabajo, pero el éxito no representa lo mismo. Puede estar representado por ganar mucho dinero, tener el título de “Dueño de todo el changarro”, tener el mejor auto de la compañía, viajar más de tres veces al mes a países exóticos, o estar satisfechos y contentos levantándonos cada día. Ahora bien, el fracaso también tiene muchos matices e interpretaciones para cada uno de nosotros.

Pero no todos los errores son fracasos, ni todas las promociones son éxitos, y debemos aprender a ver ambos con ojos objetivos. Cambiar nuestra forma de verlos es simplemente no perder de vista la meta cuando las cosas no salen como lo planeamos, y es no marearnos cuando logramos quitar un obstáculo de los muchos que encontramos en el camino.

Cualquier aspecto que signifique un reto en el trabajo equivale a un nuevo nivel de estrés. Interpretar como un éxito o un fracaso, el resultado de nuestro trabajo o desempeño en el nuevo reto depende de varios factores (además del resultado).

Empecemos con nuestras propias creencias, exigencias, actitud y expectativas sobre nosotros mismos. Dependiendo nuestros estándares, interpretaremos nuestras actividades y avances como un éxito o como un fracaso. Sin embargo, siempre hay que aprender de todo, sea error o acierto, y considerarlos como oportunidades para mejorar y enriquecernos profesionalmente.

Otro factor es cómo afrontamos nosotros las situaciones que consideramos riesgosas. ¿Se las pasamos a alguien más? ¿O tomamos al toro por los cuernos? Este efecto también se permea con el resto del equipo, en donde todos colaboran para obtener el mejor resultado, o se limitan a echarse la bolita. Muchas veces es un círculo vicioso en donde pensamos que el siguiente proyecto o la siguiente oportunidad será el bueno y entonces brillaremos. Pero si no empezamos por nuestros propios pensamientos, por muchas oportunidades que tengamos, jamás las vamos a aprovechar.

Siempre podemos empezar con pasitos de bebé, podemos hacer lo más difícil al iniciar el día, para que terminemos con lo más fácil o lo que más nos gusta. Evitemos llevar el trabajo a casa como “castigo” por no haber sido lo suficientemente productivos, mejor pongámonos a competir con nosotros mismos para irnos cada día a una hora más decente.

Y así, poco a poco, con progreso más que con perfección, lograremos ser exitosos, e incluso ver los fracasos como oportunidades y no como errores.