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Réquiem por la valla Maginot

El punto ciego de López Obrador es, sin lugar a dudas, el reclamo histórico de las mujeres. | Leonardo Martínez Flores

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Escrito en OPINIÓN el

López Obrador logró llegar a donde está porque fue ganando varias batallas; le tomó varios años, pero la perseverancia rindió sus frutos. Ahora mantiene algo más que la madre de todas las batallas, es una guerra en curso que ya tiene perdida y que será definitoria en su legado político: se trata de la guerra que libra contra todas las mujeres.

Sí, contra todas, aunque todavía muchas ingenua o inconscientemente crean que no les concierne. Las ingenuas siguen creyendo, como él se los pide a sabiendas de que lo defienden y le rinden pleitesías, que esto no es otra cosa que una serie de ataques orquestados por lo peor de sus enemigos imaginarios, los fifís y los conservadores.

En lo que se refiere a las demás, las que suelen decir que ellas nunca han sufrido ningún tipo de imposición, de acoso o de violencia de género, el problema es estructural y sistémico pues me las imagino en una especie de trance en el que se normalizan los valores y las normas culturales que han definido y determinado su vida desde que nacieron. Asumen que eso es lo normal, lo que debe de ser y por lo tanto no ven ni reconocen la existencia, la fuerza y los alcances de la hegemonía patriarcal.

El hecho es que López Obrador ha mantenido alta su popularidad (esa tan preciada métrica de todo narciso populista que se respete) porque ha sabido aprovechar políticamente la justificada indignación histórica que han venido arrastrando varios sectores sociales. Pero en un país como este con tantas y tan graves cegueras, si el tuerto tampoco ve, no puede ser rey.

Y el punto ciego de López Obrador es, sin lugar a dudas, el reclamo histórico de las mujeres. Si no lo ve ante la cruda e insoportable realidad de todos los días, menos entiende del fenómeno en sus dimensiones históricas y epistemológicas.

Lo sucedido el 7 y el 8 de marzo pasados en el zócalo de la Ciudad de México fueron situaciones icónicas con una carga simbólica muy poderosa. Y para entenderlo mejor voy a rescatar una anécdota histórica que me parece que se presta bien para hacer una analogía con lo que vimos hace unos días.

La Línea Maginot es una larga cadena de fortificaciones construida por los franceses después de la Primera Guerra Mundial, cerca de su frontera con Alemania, y cuyo propósito era evitar una nueva invasión de los alemanes. La gran obra fue motivo de orgullo en toda Francia y los franceses estaban seguros de que había sido una gran idea de estrategia militar. Sin embargo, ya iniciada la segunda guerra, los alemanes realizaron una nueva invasión rodeando con toda facilidad la Línea Maginot con sus divisiones Panzer, y en unos cuantos días tomaron la capital francesa. París y el orgullo francés ardieron ante la impávida mirada de los militares que se quedaron esperando el ataque en la Línea Maginot.

De este hecho anecdótico rescato dos puntos interesantes: el primero es de estrategia militar y el segundo de subestimación del enemigo. El error de estrategia militar consistió en basar el diseño de esa estrategia sólo en hechos del pasado (en ese caso en el paradigma bélico de las guerras de trincheras) y en suponer que había una sola ruta de invasión.

El segundo gran error fue la subestimación del enemigo. Los franceses creyeron que su análisis y su estrategia eran superiores a las de los alemanes y nunca se imaginaron que éstos pudieran idear algo distinto para invadirlos.

La analogía con la guerra que ha creado López Obrador me parece clara. El punto ciego de López Obrador le impide ver y entender cuáles son los orígenes, la estructura, el funcionamiento, los efectos y las implicaciones del pacto patriarcal. No ve y no entiende ni la justificación, ni la profundidad ni los alcances del reclamo histórico de las mujeres. Y, por lo tanto, subestima y denigra al feminismo sin adjetivos, ese que quiero entender simplemente como una justificada exigencia por la igualdad, por la erradicación de la violencia en contra de las mujeres, por la eliminación de la impunidad y por la imposición de la justicia.

Como les sucedió a los franceses, López Obrador subestima gravemente a sus adversarias. Ignora todo sobre su evolución, su fuerza y sobre la reducción de los límites tolerables de su sumisión histórica. Su visión del feminismo es monolítica, anacrónica, patriarcal. No ve la ola que se le viene encima.

La analogía física es todavía más clara. Ni la cadena de fortificaciones ni las vallas metálicas sirvieron o sirven para proteger a sus objetivos. Las barreras físicas pueden ser obstáculos pequeños, pero siempre son símbolos poderosos de represión, intolerancia y miedo. En el caso que nos ocupa, las vallas son pequeños diques distractores que resultan completamente inútiles para contener las enormes olas de indignación de las mujeres.

López Obrador tiene perdida la guerra que él mismo se inventó en contra de las mujeres. Las vallas que él y su cómplice Claudia Sheinbaum colocaron en el zócalo de la Ciudad de México quedarán como una muestra de su talante opresor, faccioso y autoritario. Lo bueno es que gracias a la iniciativa y creatividad de las mujeres las vallas fueron maravillosamente aprovechadas para convertirlas en un monumento a la memoria de las víctimas de feminicidios. Las icónicas fotografías dieron la vuelta al mundo.

Ah, que "las vallas sirvieron para proteger a las paredes de actos vandálicos", bueno, creo que esa interpretación tan común esconde muchas otras cosas. Pero es tema para otra ocasión, mejor no me adelanto. Por lo pronto escuchemos el réquiem de la valla Maginot de López Obrador, está bueno.