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Recetas para una convivencia civil

El espectáculo del sufrimiento y de la muerte es exactamente lo contrario de los derechos humanos.

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Escrito en OPINIÓN el

“Considerando que la ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, se ha decidido exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, con el fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, le recuerde permanentemente sus derechos y sus deberes; con el fin de que los actos del Poder Legislativo y del  Poder Ejecutivo, al poder ser comparados a cada instante con la meta de toda institución política, sean más respetados”[1].

 

La reforma constitucional de 2011 en materia de derechos humanos ha cambiado radicalmente la manera con la cual se conciben y aplican  los derechos humanos.  Ya no se trata de garantía otorgada por el Estado sino de derechos  propios y exigibles por parte de cada ciudadano hacia las instancias correspondientes, sean estas de orden institucional o social.

 

Demasiadas veces nos olvidamos que los derechos humanos constituyen la esencia misma de la democracia. Representan el elemento de referencia obligado para los gobernantes para la conducción del gobierno. No se trata de principios adjetivos, sino de valores fundamentales para la creación de una sociedad más justa y equitativa.

 

La situación en la cual se encuentra la sociedad actual: entre un incremento exponencial de la violencia y una distribución cada vez más inequitativa de la riqueza, representan señales muy graves de que la crisis de derechos humanos que padece el país.

 

Cada día sube el nivel de violencia, cada día se descubren nuevas fosas clandestinas y se producen nuevas desapariciones, asimismo, se difunde una cultura del desprecio por la humanidad, tales es el caso de violaciones o actos de tortura  transmitidas en vivo o difundidas en redes sociales.

 

El espectáculo del sufrimiento y de la muerte es exactamente lo contrario de los derechos humanos.

 

La falta de cultura y de conciencia de los derechos humanos en la población, aunada a la incapacidad y poco conocimientos de los mecanismos jurídicos para ejercerlos frente a la autoridad, nos indican que el camino para hacer de los derechos humanos el baluarte de la democracia sigue siendo muy largo.

 

No obstante, se tiene que trabajar para difundir en los ciudadanos el conocimiento de la importancia de los derechos humanos como elementos que sustancian la convivencia civilizada de una comunidad.

 

Los derechos humanos, en efectos no están presentes únicamente como mecanismos de defensa contra la autoridad, sino como valores que expresan el grado de madurez y de  civilidad.

 

Tales como el reconocimiento de la dignidad y libertad del otro, el derecho a la justicia, el respeto de la diversidad, la transparencia y rendición de cuentas, la libertad de comunicar y expresar las ideas por distintas y variadas que sean, son solamente algunos ejemplos que caracterizar la vivencia de los derechos humanos.

 

Es por ello que su dimensión práctica se extiende en distintos ámbitos: el público, en cuanto a la  necesidad de limitar y encauzar el ejercicio de gobierno para beneficio público; y el privado, en cuanto a vivencia de los principios que tienen que orientar la acción de las personas y de sus comunidades.

 

En cuanto a comunidades, hay que recordar que los grupos vulnerables, los grupos que expresan su diversidad sexual, así como las comunidades indígenas representan las estructuras sociales más sensibles al tema y más predispuestas a hacer de los derechos elementos de ejercicio democrático.

 

Los derechos humanos, están reconocidos por la Constitución y por los tratados internacionales ratificados por el gobierno mexicano. Siendo, entonces, principios de orden jurídicos sancionados al más alto nivel, a mayor razón se vuelven una obligación insoslayable por cualquier gobierno, y el mexicano en particular.

 

Es por ello, que es inadmisible usar los derechos humanos como mera retórica política, o peor aún, simular una democracia inexistente.

 

Hay que conocer, respetar y fortalecer las instituciones encargadas de respetar los derechos, por un lado, y hay que hacer que los derechos humanos se vuelvan valores cotidianos de la convivencia civil por el otro, para tratar de superar la profunda crisis social y política  que padece el país hoy en día.

 

@EhrmanR

@OpinionLSR

 

[1] Preámbulo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Paris 1789