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¿Qué podemos esperar el 4 de junio?

Llegamos a la víspera de la jornada electoral en un ambiente de insatisfacción ciudadana y gran incertidumbre

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Escrito en OPINIÓN el

Hoy inició el llamado periodo de veda para que los votantes puedan reflexionar su voto, lo que implica la conclusión de las campañas y por tanto no se pueden realizar reuniones o actos públicos con fines proselitistas ni difundir propaganda política o electoral así como encuestas o sondeos de opinión. Tienen mucho que pensar los ciudadanos que este domingo acudirán a las urnas en el Estado de México, Coahuila Nayarit y Veracruz, particularmente donde se advierte que la disputa está muy cerrada.

Lejos de ser una fiesta democrática, llegamos a la víspera de la jornada electoral en un ambiente de insatisfacción ciudadana y gran incertidumbre que se han alimentado a lo largo de estos dos meses con campañas insípidas carentes de propuestas serias, un derroche de recursos pocas veces visto, información falsa en redes sociales, difusión de encuestas que luego son desmentidas, así como acusaciones de todo tipo ya sea con algún sustento o creadas con la simple intención de desprestigiar al adversario.

Tampoco generan mucha certeza en el electorado las migraciones de militantes de algún partido para apoyar otra candidatura o las declinaciones de último momento sin que se expliquen los términos de los acuerdos políticos, pues lo que la gente percibe es mero pragmatismo en búsqueda de posiciones o beneficios económicos.

A tres días de la elección es difícil predecir cuáles serán los resultados pues salvo en el caso de Nayarit, en el que al parecer la coalición conformada por PAN-PRD-PT-PRS lleva una ventaja considerable, en Coahuila y el Estado de México el panorama es muy incierto, sobre todo si tomamos en cuenta el antecedente del año pasado en que las encuestas se equivocaron por amplio margen.

Uno de los factores que puede ser determinante es el porcentaje de participación ciudadana, ya que a mayor número de ciudadanos que acudan a las urnas -y quienes probablemente emitirían un voto de castigo-, se reduce la posibilidad del triunfo del PRI que le apuesta a la capacidad de movilización de su estructura y a los “generosos” recursos con que cuenta, en tanto que un alto abstencionismo claramente le favorecería. En este sentido, habría que cuidar la presencia de grupos de choque que pretendan inhibir la asistencia a las casillas.

Por otra parte, alrededor del 20% de los ciudadanos manifiesta que aún no sabe -o no quiere decir- por quien va a votar, y en el caso del Estado de México se percibe un segmento importante que en principio no está dispuesto a votar por el PRI, pero tampoco le convence la opción que representa Delfina, mientras que hay quienes insisten en que Josefina o Zepeda pueden dar la sorpresa.

Lo cierto, es que ante el cúmulo de impugnaciones -y las que seguramente se habrán de presentar- es altamente probable que las elecciones se resuelvan por la vía jurisdiccional y los resultados necesariamente impactarán en la dinámica interna de los partidos y del mismo gobierno. El PRI corre el riesgo de perder las tres gubernaturas, con lo que prácticamente quedarían sepultadas sus posibilidades para el 2018 y el tramo final del sexenio de Peña Nieto sería aún más complicado.

En el caso del PAN, la obtención de dos gubernaturas y un buen resultado en las elecciones municipales de Veracruz fortalecerían el liderazgo de Ricardo Anaya, pero de lo contrario se podría enfrentar a una fuerte embestida por parte de los demás aspirantes a la candidatura presidencial. Para Morena, un triunfo en el Estado de México reforzaría la percepción de que López Obrador va en “caballo de hacienda”, mientras que una derrota sería caldo de cultivo para su recurrida estrategia de victimización frente a la “mafia del poder” y se podría provocar un serio conflicto postelectoral. Por el momento, no queda más que esperar.