Andrés Manuel López Obrador era el rey de la tinta en 2006, 2012 y con mucha mayor razón, lo fue durante el 2018 cuando ganó la Presidencia. Se escribía en elecciones pasadas más sobre Andrés Manuel López Obrador que sobre Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto, después de haber ganado la elección.
¿Por qué lo critican tanto?
Sería irresponsable tener una sola respuesta para un fenómeno multifactorial, pero la explicación con la que inicié este texto es la versión matemática de una de ellas. Porque se habla mucho más de él que de cualquier otro político en la historia reciente de nuestro país; entre más se esté hablando de él, más expuesto está a que no todos los comentarios sean favorables. Andrés Manuel sabe esto, y lo maneja a la perfección.
Las conferencias mañaneras no sólo son un ejercicio de apertura con la prensa, son un calculadísimo manejo de la agenda nacional. Cuando algún tema esté causando demasiado ruido, la mañanera se puede aprovechar para sacar como as bajo la manga un nuevo proyecto o propuesta; cuando el presidente se siente atacado, la mañanera también puede servir para exhibir a críticos.
Han sido en estos primeros cien días pocas cosas que han logrado mover la agenda de esta conferencia: el incidente del helicóptero en el que perdió la vida la gobernadora de Puebla, la explosión en Tlahuelilpan y las respuestas que se ha visto obligado a dar tras las investigaciones periodísticas.
Las mañaneras ayudan a que todo el tiempo se hable de AMLO y de lo que él quiere.
Además de que AMLO es la voz cantante y el vocero preferido de su propio gobierno, es también el rey de la audiencia. Es de esas figuras que puedes amar u odiar, pero jamás ignorar. Para los medios un personaje que representa audiencia es más atractivo. Un fenómeno similar es el de Donald Trump. Según la información de GDELT Project, analizada por Kalev Leetaru para Real Clear Politics, mientras Obama tuvo una cobertura de entre 3% y 5% del tiempo aire durante su presidencia, Donald Trump tiene entre el 13% y 17%.
La versión oficial, la de los militantes de Morena, justifica las críticas porque a diferencia de sus antecesores, la 4T no paga “chayote”. El chayote, es el término coloquial que se le da al dinero que el gobierno paga a comunicadores y/o medios de comunicación. Vale la pena desmenuzar un argumento como este: en el Presupuesto de Egresos de la Federación PEF, se destinan más recursos a comunicación social de lo que estimaba el PEF del 2018.
También es cierto que en el 2018 se terminó gastando mucho, muchísimo más de lo que proponía el presupuesto. De tal forma que lo que está planeado para el 2019 es en realidad menor a lo que se gastó en el 2018.
Habrá que esperar a que termine el año para conocer en realidad cuánto se termina gastando. Un argumento como ese tendría que ser validado por su opuesto, es decir que en el sexenio de Peña Nieto, no se hablaba mal de él porque se daba mucho dinero a los medios y articulistas.
El argumento no se sostiene.
Justamente fue gracias a los medios de comunicación que pudimos conocer los grandes casos de corrupción del sexenio pasado.
Demeritar a la crítica argumentando que se hace porque ahora no reciben recursos del poder, nos obligaría a asumir que quien está hablando bien del gobierno es porque sí los recibe. Me parece que, en ambos casos, los absolutismos son falsos.
Andrés Manuel López Obrador es criticado porque está en el poder, controla la agenda, es redituable hablar de él y porque, así como esta administración ha tenido grandes aciertos, han cometido grandes errores. Es criticado, porque de eso se trata la democracia. Es criticado porque así se ejerce la libertad de expresión. Es criticado porque el disenso construye.
Para quienes la política es un asunto de fe, la crítica es una amenaza a su esperanza. Para Andrés Manuel, que hablen de él, bien o mal, se traduce en mantener sus altísimos niveles de popularidad, y eso le conviene.