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¿Nos olvidamos del Semáforo?

En la lucha contra la covid-19, las decisiones económicas se impusieron a las sanitarias. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

En los últimos días quedó claro que el Semáforo Epidemiológico perdió una parte importante de su utilidad. Al privilegiar las decisiones económicas por los altos costos que ha tenido la crisis en la sociedad, algunas de nuestras autoridades coinciden en que es “irrelevante concentrarnos en el color" para la operación cotidiana de la estrategia.

En las entidades donde el número de contagios, hospitalizaciones y muertes no se ha controlado, los lineamientos dejaron de ser desde hace meses el referente principal. Al menos, con las características que se definieron cuando el país transitó en junio pasado hacia la etapa denominada como la “nueva normalidad”.

Aunque el instrumento “sigue vigente”, es evidente que muchas de sus directrices ya no se están cumpliendo, debido a la magnitud que ha adquirido la pandemia. Por un lado, por la heterogeneidad que tiene el país entre las zonas metropolitanas, estados, ciudades y municipios. Por el otro, porque la realidad rebasó las previsiones que consideró la estrategia para la reapertura de las actividades económicas, educativas y sociales.

Consulta: Lineamiento para la estimación de riesgos del semáforo por regiones COVID-19. Secretaría de Salud, Versión 5.1, 14 Agosto 2020.

El repunte de casos y la falta de claridad en la estrategia de comunicación presionaron un cambio de fondo en la narrativa y en los mensajes centrales de prevención. Si a esto agregamos la imposibilidad de que la mayoría se quede en casa por las profundas desigualdades que prevalecen en el país, el reto del confinamiento obligatorio es prácticamente imposible.

En la CDMX, por ejemplo, estamos “en alerta”. Y las directrices que varios gobernadores han marcado —en abierta contradicción con el plan orientador del Gobierno de la República— solo han incrementado los niveles de confusión de una población que requiere información sencilla, precisa y asertiva, pero sobre todo la que está basada en la verdad.

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A pesar de los esfuerzos, las decisiones económicas y políticas solo han incrementado la confusión, la polarización y la incertidumbre. Los mensajes siguen siendo diversos, dispersos y persisten los mensajes encontrados. 

El efecto es obvio, pero preocupante. Al tiempo que muchos hospitales de la CDMX rebasan el número de pacientes previsto por el semáforo naranja —alcanzando un nuevo pico— las calles se llenan y las medidas de prevención se relajan, casi como si estuviéramos en la normalidad del año pasado.

Aún más. Mientras algunos funcionarios están convencidos de que es necesario aplicar medidas coercitivas con sanciones, otros aseguran que las reglas no deben ser obligatorias. Así las cosas, no resulta fácil lanzar acusaciones o responsabilidades. 

Y el dilema es más complicado si vemos la tremenda presión que en muchos medios de comunicación y redes sociales se está ejerciendo contra unos y otros por la escalada de contagios que se extenderá, muy probablemente, hasta el tercer trimestre del 2021.

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El problema de fondo está relacionado con el exceso de información, de fuentes oficiales y de voceros. La situación hasta cierto punto es lógica porque la epidemia nacional está conformada por "diversas epidemias locales, asincrónicas y cuya dinámica es, hasta cierto punto, independiente”, tal y como lo explica la Secretaría de Salud.

Algo similar sucede con las acciones que se llevan a cabo para la reapertura de las actividades diversas de la población, cuyo propósito es que ésta se dé en forma “gradual, ordenada y cauta”, tal y como se anunció desde principios de junio.

Sin embargo, la estrategia de comunicación no ha logrado su misión de contener la pandemia. La lucha por el poder, los intereses de grupo y la decisión de no corregir a tiempo los protocolos lo impiden. Por lo tanto, la gestión de la crisis no ha sido la más adecuada para la situación tan grave en la que estamos. 

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¿A quién le creemos? ¿A quién le hacemos caso? ¿Quién es la voz autorizada con el liderazgo para seguir sus indicaciones? Un día se nos presenta un decálogo. Otro se nos dice que “ya pasó lo peor” y que la pandemia está controlada. Pero luego se nos informa que estamos “en alerta”, que debemos mantenernos “firmes’ y que nos cuidemos “durante los próximos diez días” (¿Solo diez, cuando el proceso de vacunación se llevará más de un año?).  

Y casi de manera simultánea, los malos ejemplos contradicen las reglas, al tiempo que los conflictos entre los personajes de poder se convierten en notas destacadas de algunos medios. 

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La vacuna encendió una luz de esperanza. Y algunos mensajes, como las cinco reglas que anunció la Jefa de Gobierno, son bastante claros. Sin embargo, el objetivo de orientar, educar y persuadir a la población para luchar contra la pandemia se pierden en la Torre de Babel en la que estamos inmersos. 

Las fiestas decembrinas y la cuesta de enero auguran malas noticias para los próximos meses. El equilibrio que se buscó entre las medidas sanitarias y económicas no se logró. Por el contrario, la desinformación fue el detonante de la situación tan delicada a la que hoy hemos llegado.

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En consecuencia, el valor de la congruencia se seguirá perdiendo mientras no se ponga orden en la estrategia de comunicación. La diversidad y pluralidad que aún prevalecen en nuestro sistema político no deben ser obstáculo para lograr la eficacia y efectividad que se necesitan. 

El acuerdo y la negociación podrían generar el esquema de coordinación que necesita el país para que los mensajes sean consistentes y muevan a las acciones que se esperan de la sociedad. Sin duda, es un gran reto, no solo para los líderes y lideresas, sino para las y los consultores en comunicación política durante las campañas de las #Elecciones2021.

Lamentablemente, tal vez se trate de una buena intención, porque la lucha por el poder político es y será su más grande obstáculo. 

Recomendación editorial: Jorge Ramos Pérez y Mariluz Roldán (coordinadores). La historia oscura detrás de la pandemia. México, Editorial Grijalbo, 2020.