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No sabían que somos semilla…

No se ha aclarado la motivación y la trama de esta desaparición forzada.

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Escrito en OPINIÓN el

Los padres y madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos han dado una lucha que es, en más de un sentido, alumbradora de esperanza. A la vez, estos 365 días de pelea por volver a ver a sus hijos muestran una realidad profundamente triste que retrata con detalle la violencia del Estado y del crimen organizado que miles de personas más enfrentan todos los días.

 

¿Cuáles son estas luces y sombras en el largo camino por encontrar la verdad y la justicia desde el lado de las víctimas?

 

En un hecho sin precedentes dentro de la lamentable historia de las y los desaparecidos en México, estas madres y padres consiguieron un punto de apoyo que ha fortalecido su justa exigencia de una búsqueda profesional y seria de sus hijos. El trabajo del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) les ha proporcionado la certeza científica de que sus hijos no fueron incinerados en el basurero de Cocula –el triste fin que les reservó la narrativa oficial- y les dio los argumentos técnicos para exigir la reestructuración completa de la investigación y la continuación de la búsqueda de los muchachos.

 

Este logro de las incansables familias de Ayotzinapa es una luz también para el resto de víctimas –directas e indirectas- de las desapariciones en México. Los expertos designados por el sistema interamericano de justicia han señalado con precisión y contundencia todos los aspectos que deben atenderse para que este caso, y el resto de las desapariciones en México, se resuelvan poniendo en el centro a las víctimas y las garantías de no repetición. A través de su caminar, los padres y madres de Ayotzinapa abren brecha para que los otros dolores de las miles de víctimas salgan de los callejones sin salida de la burocracia oficial que muy pocas veces busca a los que nos faltan.

 

A nivel de la organización, es necesario resaltar que el grupo de padres sigue siendo compacto; a pesar de las ofertas monetarias que podrían tentar a cualquier persona, a pesar de las amenazas durante la búsqueda, a pesar de la difamación y de las teorías que pretenden dar a sus hijos por muertos, incinerados e irrecuperables, estos hombres y mujeres, campesinos y amas de casa, albañiles y músicos, indígenas y mestizos, parte del Guerrero más empobrecido y digno que tuvo que cambiar su vida para volcarse en la búsqueda de sus hijos, están determinados a seguir unidos en la búsqueda de lo que es más valioso para ellos: sus muchachos, los hijos que salieron a estudiar para sacar adelante a la familia.

 

Esta entereza demostrada en la empecinada e incansable búsqueda de los 43 jóvenes logró concitar la empatía y la solidaridad de millones de personas. Víctimas de la colusión Estado-delincuencia organizada, sobrevivientes y herederos de los desaparecidos y ejecutados durante la Guerra Sucia, pueblos indígenas en defensa de su territorio, estudiantes, asociaciones civiles, colectivos y, sobre todo, ciudadanos comunes y corrientes, se reconocieron en la justeza de las demandas de las familias y se volcaron en apoyo incondicional a la demanda de la presentación con vida de los 43 jóvenes.

 

La persistencia y franqueza de madres, padres, tíos, hermanas y primos llamó también la atención internacional sobre una tragedia monstruosa y, así, dio visibilidad a los horrores cotidianos que en México se traducen en fosas, hijos sin padres, migrantes desvanecidos en su camino al norte, torturados para fabricar culpables y mujeres víctimas de la violencia feminicida.

 

Estas pequeñas victorias, sin embargo, todavía no alcanzan a alumbrar el lado de las sombras: No conocemos aún el paradero de los 43 normalistas arrebatados la noche del 26 y 27 de septiembre. No se ha aclarado la motivación y la trama de esta desaparición forzada; a las familias y a la sociedad nos siguen faltando estos muchachos. Las investigaciones oficiales no han ganado mayor confianza, y el destino de los jóvenes reside en lo que podamos hacer sus familiares y la sociedad.

 

Empaparnos de sus historias que son presente, reconocer las vidas individuales en vez de dejar que se disuelvan en la masividad del horror, traer de nuevo a la luz el dolor de la ausencia y motivar la esperanza para encontrarlos es parte de la pelea que nos obligan a seguir dando.

 

Realmente los querían enterrar, pero no sabían que son semilla.

 

@CentroProdh