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Monreal en la encrucijada

Monreal ha estado al centro de diversos señalamientos críticos, pero no faltarán las voces en favor de espacios de interlocución y diálogo. | Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

El líder parlamentario de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, encara desde hace semanas un claro desgaste político, tanto por la crisis con múltiples facetas por la que cursamos, como por la presión del grupo más radical de la 4T. Esto último quedó ayer demostrado con el reclamo casi histérico de John Ackerman llamando en redes sociales a remover al zacatecano de la coordinación de Morena en la cámara alta, por el “crimen” de haber concedido una entrevista al periodista Carlos Loret.

“Ya lo dijo López Obrador, es hora de definiciones”, sentenció Ackerman, no sin dejar de mencionar que “esto ocurre mientras medio mundo se solidariza con Irma Sandoval”, la secretaria de la Función Pública colocada en medio de un escándalo por haber omitido en su declaración de bienes la propiedad, juntamente con el propio Ackerman, de diversas residencias con valor millonario, según una investigación del propio Loret de Mola.

Monreal parece navegar contra la corriente con una apuesta en favor de tender puentes con la oposición partidista y otros actores; desde luego, no todos incondicionales al gobierno López Obrador, algunos incluso contrarios directos.

De la eficacia de esta interlocución depende la eficacia del zacatecano en el Senado. Esa tarea y otras que realizan diversos personajes en el gobierno, más inclinados a una izquierda moderna y socialdemócrata, son esenciales para mantener vigentes las señales de que México no se está deslizando hacia un modelo de régimen autoritario.

En los próximos días el Congreso deberá sacar adelante una serie compleja de leyes ligadas a la inminente entrada en vigor del T-MEC, el primer día de julio. Otros pendientes incluyen la designación de cuatro vacantes de consejeros en el Instituto Nacional Electoral.

Los jaloneos en Morena y en Palacio Nacional conjuran sin embargo en contra de cualquier principio de conciliación, y eso se cuela entre los adustos escaños senatoriales. Ello incluye un creciente distanciamiento de Monreal con la presidenta del Senado, Mónica Fernández Balboa, que ya muestra la presión de los sectores “duros” de Morena, que parecen estarle vendiendo la promesa de reelegirse en su posición por un año más.

Se atribuye a la senadora Fernández haber tomado, a espaldas de Monreal, la decisión de suprimir la categoría de grupos parlamentarios a las bancadas del PRD y del PES en la cámara alta, lo que atrajo una ruptura del pacto definido con el nacimiento de la legislatura. Adicionalmente, abrió un flanco de confrontación entre López Obrador y las agrupaciones cristianas, que ha debido ser atemperado mediante los recientes enroques en el gobierno de la 4T.

Dentro de la bancada de Morena también se ha enrarecido el clima por las renovadas pretensiones de Martí Batres para asumir nuevamente la presidencia del Senado. Batres forma parte de los radicales de la 4T, y es en particular cercano al vocero de López Obrador, Jesús Ramírez, y de Gabriel García, coordinador de los programas asistenciales. Pero donde carece de respaldo suficiente es entre sus compañeros de bancada y en el resto de las fracciones partidistas.

Monreal ha estado al centro de diversos señalamientos críticos, justificados o no, pero en este contexto no faltarán las voces en favor de espacios de interlocución y diálogo. Y es en ese punto que el político zacatecano deberá encarar su encrucijada, no sólo la coyuntural sino como una apuesta política hacia el futuro: o cede ante las presiones para radicalizarse hasta el nivel porril que muestran Ackerman y otros actores, o decide conservarse en una línea con la convicción de que los problemas del país no los podrá resolver jamás una sola persona ni agrupación.