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Las cuentas alegres

Los cambios en el reparto de curules son producto de estrategias de coalición por los partidos. | Ricardo de la Peña

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Escrito en OPINIÓN el

Demasiado se ha dicho y escrito sobre los resultados de las elecciones del 6 de junio. Es por ello que en esta nota nos concentraremos en dos aspectos poco tratados al respecto.

Gubernaturas

Los resultados de las elecciones para Gobernador en quince estados han permitido al bloque mayoritario a nivel nacional contraponer la imagen de derrota que sus contrincantes promueven con una de crecimiento y consolidación. Pero, ¿qué ocurrió realmente? Pues, como siempre, todo depende de cómo se miden los cambios. Es totalmente cierto que Morena y sus aliados pasaron de gobernar una de las entidades en disputa a más de una decena. Logra así alcanzar el Ejecutivo donde nunca antes lo había tenido y otorgan al gobierno federal un soporte y presencia inusitada. Pero también es cierto que la alternancia no es más que la expresión de un rezago en el recambio de posiciones entre partidos luego del realineamiento ocurrido en 2018. Se tiende a olvidar que las gubernaturas se eligen cada seis años y que la mayoría de ellas databan de 2015, cuando Morena acababa de fundarse. Y se olvida que el hoy Presidente de la República obtuvo la mayor votación en todas y cada una de las entidades donde se eligieron quién gobernaría.

Diputaciones

La pista legislativa es la arena en que la alianza “Va por México” busca soportar la idea de un éxito. Empero, cuando lo que se mira es la magnitud del cambio registrado entre 2018 y 2021, se descubre que esta alianza tuvo un voto relativo muy similar en ambas elecciones, en torno al 41% de sufragios, lo mismo que pasa con Morena y sus aliados en cada ocasión, que alcanzaron alrededor de 44% del voto. Luego, los cambios en el reparto de curules resultan ser producto no de variaciones mayores en el sentido del voto ciudadano, sino de diferentes estrategias de coalición por los partidos. Ahora bien, con estos resultados vuelve el debate sobre si debiera establecerse un reparto de asientos estrictamente proporcional o si debe seguirse con un método mixto que atenúa la desproporcionalidad provocada por la vía uninominal, sin dejar de facilitar la formación de mayorías legislativas. Al respecto, es claro que el método mixto otorga a la coalición encabezada por Morena una mayoría manufacturada por reglas de reparto que no corresponden puntualmente con los sufragios obtenidos. Eso provoca no solamente un sobrepeso de esta coalición como conjunto, sino un aumento del poder de un partido con apenas 6% de los votos obtiene la capacidad de otorgar la mayoría absoluta en la Cámara baja al polo al que decidiera sumarse. Pero, la situación en el caso de un reparto estrictamente proporcional no estaría tampoco exenta de problemas, puesto que un partido con menos de 8% de los votos se habría erigido como fiel de la balanza, al tener la capacidad de definir qué coalición podría lograr la mayoría legislativa. Un recordatorio de que al final del camino no existe un método perfecto y exento de problemas para la asignación de curules a partir de los votos, que otorgue a todos y cada uno de los contendientes un poder decisorio realmente equivalente a su peso en los sufragios.