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Largo y sinuoso camino

Aún existen múltiples diferencias en la calidad y confiabilidad de los datos que se obtienen sobre la pandemia por covid-19. | Ricardo de la Peña

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Escrito en OPINIÓN el

La información disponible sobre la evolución de la pandemia por covid-19 es menos cierta a medida que se reduce el ámbito geográfico al que se refiere. Asumiendo como dadas las definiciones formales para la consideración como confirmado de un caso, que han sido consensuadas a nivel internacional, aún existen múltiples diferencias en la calidad y confiabilidad de los datos que se obtienen. Los recuentos nacionales y mundiales son así meras linternas con muy poco alcance en un largo y sinuoso camino dentro de una oscura caverna.

El diagnóstico y la ruta

El gobierno mexicano está confiando en un diagnóstico sobre el comportamiento esperable para la pandemia que supondría que se ha alcanzado o se está por alcanzar la cima en el volumen de contagios y decesos diarios. Los datos disponibles, con todas las limitaciones que se han señalado respecto a su cobertura y rezagos, resultan insuficientes para garantizar de manera categórica que se ha llegado al acmé, pero también para negarlo. En todo caso, si costó tres meses subir la cuesta, nada permite prever que el descenso será más rápido; al contrario, típicamente las epidemias muestran un escalamiento más vertiginoso y un descenso más lento, en un camino que no será recto, sino que enfrentará múltiples obstáculos y desviaciones que demandarán una vía dúctil, dando pasos adelante y pasos atrás, lo que sin duda afectarán la vida de las personas, al generar incertidumbre y desasosiego respecto al futuro inmediato. Pero es el momento en que debe reinar la cautela.

Las unidades para decidir

Hay que reconocer que la unidad para decidir la reapertura o postergación de la actividad nunca fue el municipio. Ya se ha documentado que a este nivel de desagregación carecemos de datos sólidos para la toma de decisiones fundada en datos que tengan una mínima confiabilidad. A ello habría que añadir la impertinencia de adoptar como unidad de evaluación algo tan disímil como el municipio en términos de población, territorio, comunicaciones o cómo se quiera ver.

Es por ello que es adecuado pensar que la unidad relevante pudiera ser la entidad federativa, no sólo por razones políticas y prácticas, sino también analíticas. Aún a este nivel, las proporciones de pruebas para la detección de contagios entre la población son sumamente variables y existiría una elevada imprecisión en las tasas reales de infección, de positividad entre sintomáticos y de letalidad. Resulta inexplicable que por cada caso confirmado en algunas entidades federativas mueran cuatro personas, mientras en otras fallezcan más de veinte, como si la virulencia de la enfermedad cambiara tanto de un lugar a otro. No: estas diferencias solamente reflejan distorsiones provocadas por las distintas proporciones de aplicación de pruebas válidas a la población. De eliminarse esta fuente de discrepancia, las tasas de letalidad reales no debieran variar mayormente, pues no existe razón alguna para ello. Ojalá los modelos de simulación del padecimiento en los que apoye el gobierno su toma de decisiones consideren y descarten en lo posible estas anomalías.