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La (ir)responsabilidad de informar

Hay que corresponder con una alta responsabilidad al difundir información verificable. | Othón Partido Lara*

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Escrito en OPINIÓN el

El manejo de una circunstancia como la actual pandemia suscita intensas polémicas, contradicciones y aún misterios, asuntos irresueltos para una situación desconocida. Con mayor razón tales tensiones se manifiestan en una sociedad tan polarizada como la nuestra, que tiene tan frescos aún los efectos del cambio de gobierno.

Con el tiempo va quedando claro que las generalizaciones, abusos retóricos, filias y fobias partidistas, poco ayudan a hacer un análisis riguroso al que deberíamos estar constreñidos todos. La responsabilidad de informar incluye considerar que la voz de las personas “autorizadas” o más bien socialmente legitimadas ante enormes audiencias para hablar como académicos, intelectuales o periodistas, reviste también el deber Ético de la veracidad. Los servidores públicos y los políticos profesionales también son corresponsables de ello.

Una de las concepciones más profundas y bellas de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano se encuentra en la definición explícita de los alcances y márgenes de la Libertad de Expresión, principio de todo sistema democrático. Según el artículo 11 del documento fundamental de la Revolución Francesa: “Cualquier ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, siempre y cuando responda del abuso de esa libertad”. En el marco jurídico mexicano, por ejemplo, la tesis P/J.26/2007 de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, establece que la manifestación de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa “a excepción de aquellos casos en los que se ataque la moral, los derechos de terceros, se provoque algún delito o se perturbe el orden público” (SCJN, 2007).

Aunque dichas salvedades pueden resultar ambiguas o sujetas de interpretación, (especialmente en un asunto tan resbaloso como la moral) es claro admitir que ciertos manejos editoriales afectan derechos de terceros o perturban el orden público al generar miedo o indefensión, debido al manejo descuidado de lo que cotidianamente se dice o escribe. Veamos tres ejemplos recientes:

· Casi de manera simultánea a la opinión de Denise Dresser o Sergio Aguayo, quienes insistían que “México no estaba preparado para la pandemia”, se oficializó el puente aéreo entre nuestro país y China para la adquisición de millones de insumos médicos que luego fueron distribuidos en toda la República. Siguen pasando los aviones hasta llegar a más de una decena y todavía se repite semejante mentira. Tal cuadro lo aderezó una escandalosa y desproporcionada acusación sobre una supuesta falta de ventiladores cuando tal señalamiento nunca tuvo visos de realidad, como se puede fácilmente comprobar si se observan los porcentajes de ocupación hospitalaria nacional. La conocida refutación de esta “impreparación” imaginaria, es que México suspendió actividades sólo quince días después de conocerse el primer caso de transmisión de la enfermedad y nunca dejaron los gobiernos desde entonces de reconvertir hospitales para atender la crisis.

· Similarmente penosa fue la afirmación de Salomón Chertorivski, un ex secretario de Salud sin formación médica, quien aseguraba que México no contaba con información municipal desagregada sobre la evolución del covid-19. Toma sólo segundos al lector dar clic a este enlace para comprobar la falsedad de este aserto. De paso puede usted consultar cómo va diariamente su localidad.

· Quizá el manejo más irresponsable y pernicioso lo dio Azam Ahmed, corresponsal del New York Times, quien sin brindar ninguna evidencia afirmó que el porcentaje de decesos en la Zona Metropolitana se triplicó, cuestión que ha sido consistentemente rechazada por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.

Llama poderosamente la atención que los medios de comunicación e incluso los numerosos críticos de la estrategia gubernamental en materia sanitaria no se apersonen a las conferencias vespertinas o que los propios editores, en su inmensa mayoría, no envíen para sus coberturas a reporteros experimentados que puedan hacer preguntas de calidad para elevar el nivel del debate y desde luego fortalecer la información al acceso de la opinión pública.

Pocas han sido las entrevistas profundas y serias a López-Gatell, quizá la última por parte de Mario González, periodista de CNN en español. En esta crisis la prensa mexicana, en especial la opinión en columnas, ha quedado muchísimo a deber y si no hay precaución, pronto puede quedar carente de credibilidad.

Cabría reflexionar acuciosamente si distorsiones como las que acabamos de describir no vulneran gravemente el derecho a la ciudadanía a tener información confiable en un momento de incertidumbre tan grande como el que atravesamos. Cuando el manejo de un problema social se convierte en politiquería, estamos en problemas, sobre todo cuando se habla de salud. ¿Qué pensará el valiente personal médico de opinadores de escritorio que a todas horas demeritan su trabajo cotidiano? Cabría reflexionar en ello.

Más allá de cualquier posición política –todos tenemos derecho a– tener acceso a un medio masivo de comunicación como comentarista, implica un privilegio que hay que corresponder con una alta responsabilidad al difundir información verificable. No hacerlo debilita la esfera pública de la opinión y sigue alimentando la polarización tan desafortunada en la que seguimos sumidos.

 

*Othón Partido Lara. Internacionalista, Mtro. en Sociología por el Instituto Mora y Dr. en Estudios Latinamericanos por la UNAM. Académico de la Universidad Iberoamericana-León.