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Juez y parte… la desaparición del INE y el riesgo de retroceder

Pensar que el INE es un organismo que no sirve, o que solo gasta recursos públicos de manera indiscriminada, es un calificativo injusto | José Antonio Camacho

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Escrito en HIDALGO el

Hace dos años, el país se veía inmerso en la incertidumbre; de si las autoridades electorales estarían a la altura de garantizar un proceso democrático en la elección para la Presidencia de la República, el candidato del novato partido político “Morena” y junto con él miles o tal vez millones de personas temían que se repitiera lo que para aquellos habían sido sendos fraudes electorales en el 2006 y 2012.

Suspicacias, temores, dudas y otros tantos sentimientos semejantes no permitían la existencia de un escenario positivo en cuanto al resultado de las elecciones presidenciales. Junto a ello debe sumarse que el país se encontraba sumergido en uno de los periodos presidenciales con menos autoridad en la historia moderna de la República, aunado a actos de corrupción y violencia, hacían de esta elección una de las más complejas para las autoridades electorales.

Sin embargo, el día de la elección y salvo algunos incidentes menores, los comicios estuvieron rodeados de civismo y transparencia en su generalidad, lo que a la postre daría el triunfo del candidato de Morena y un nuevo gobierno e ideología en el palacio de gobierno federal.

Si bien es cierto, los resultados electorales fueron tan amplios a favor del partido ganador, también es necesario reflexionar que tales resultados pudieron ser garantizados como consecuencia del enorme trabajo que el Instituto Nacional Electoral realizó como parte de su trabajo y como el organismo constitucional encargado de garantizar las elecciones, no solo en los actos previos a la jornada electoral (que son titánicos), sino, también posteriores.

Pensar que el INE es un organismo que no sirve, o que bien solo gasta recursos públicos de manera indiscriminada, es un calificativo que suena un tanto injusto si se analiza desde la pequeña pero rica historia que este organismo tiene.

FUNDACIÓN

Fundado en el año 1990, sustituyó a la Comisión Federal Electoral, la cual, habrá que recordar, pertenecía al Poder Ejecutivo, bajo la dirección inmediata del secretario de Gobernación federal, es decir, el órgano encargado de organizar y garantizar las elecciones federales, entre ellas la Presidencia, dependía directamente del presidente, quine, esta demás decir, tenía una filiación partidista,  lo cual restaba credibilidad, pues cómo podía garantizarse certeza, si el actual gobierno de forma directa organizaba los comicios para renovarse a sí mismo, convirtiéndose de alguna forma en juez y parte. Esta situación generó grandes diferencias y conflictos a lo largo del siglo XX. Para ejemplificar es de recordarse la elección de 1988, y la famosa “caída del sistema” en el cómputo de los votos” que dio paso a la discutida victoria del candidato del Partido Revolucionario Institucional.

En su fundación, el Instituto Federal Electoral heredó la intromisión del gobierno federal, y era presidido por el secretario de Gobernación, situación que perduró hasta el año de 1996, cuando se ciudadaniza plenamente el organismo, con la salida del Poder Ejecutivo del Consejo General del IFE.

A partir de 1996, la organización de las elecciones por un organismo autónomo coadyuvó a consolidar un sistema donde éstas pueden ser consideradas más transparentes y democráticas, muestra de ello es la transición en al año 2000, que permitió que, desde su creación, el Revolucionario Institucional cediera la titularidad del Ejecutivo Federal a un partido político de oposición y casi tan antiguo como el propio PRI. El Partido Acción Nacional se hacía por vez primera del gobierno federal. Tres años antes, por vez primera el PRI había perdido la mayoría en la Cámara de Diputados.

LA TRANSFORMACIÓN

En el año 2014 el IFE se transforma en INE, un organismo con más atribuciones y fuerza, cuya primera elección en el 2015 fue celebrada sin mayores contratiempos y dio paso a una composición de Poder Legislativo mucho más diversa en cuanto a los grupos parlamentarios que en ese momento convergieron.

La segunda elección bajo este nuevo sistema electoral nacional, pareciera que es la que hoy lo amenaza con extinguir su tan breve vida, paradójicamente no fue una elección polémica como las del 2006 o 2012, no hubo acusaciones de fraude (tal vez porque ganó el anterior acusador), los candidatos perdedores no generaron conflicto, por el contrario antes que el INE diera los resultados oficiales, los mismos contrincantes reconocían el triunfo del nuevo presidente, de esta forma, no había manera de imaginar o predecir un escenario, en el cual estuviera en riesgo la existencia del órgano electoral que se ha encargado de organizar las elecciones que han dado paso a procesos de transición y alternancia en el poder.

Como nota aclaratoria, estos párrafos no pretenden santificar al INE, claro que ha tenido errores y fallas, actuaciones cuestionadas, sin embargo, al revisar la historia es claro que las aportaciones a la democracia han sido de gran valía.

Esperemos que el discurso en contra del INE sea solo eso, un discurso ocasionado por esas razones inexplicables que de pronto pensamos, pero en una reflexión profunda descartamos, como en su momento sucedió con los Institutos Electorales Locales, que ya se creían extintos apenas empezará este 2020 y ahí siguen organizando elecciones con las complejidades de cada estado.

Para el caso de la desaparición del INE, ojalá y solo sea una nueva transformación en otro organismo autónomo, que implique solo un ajuste a las imperfecciones que aún se presentan en el sistema electoral mexicano, pero por ninguna razón es aceptable que las elecciones queden de nueva cuenta bajo la organización y tutela del Poder Ejecutivo, no importa si la persona que funja como presidente o presidenta de la República jure por lo más sagrado de su vida que se encargará de velar por el respeto a los valores democráticos; la experiencia nos ha enseñado que el ejercicio del poder puede corromper y transformar a la más honesta y santa de las personas.