El tiempo es lo que nos brinda existencia dentro de un espacio en este momento y transcurre tan rápido que es un acto de valentía recordar lo que ha pasado, abrazarse al recuerdo, a lo vivido, a las anécdotas que son la raíz de lo que nos hace ser quienes somos.
El conocimiento que se narra, se lee e interpreta nos va trastocando y moldeándonos, transformando nuestro mirar, quienes somos ahí; mientras caminamos definiendo paso a paso un futuro.
Vamos entretejiendo nuestras historias y pensamientos con cada palabra. Somos las relaciones que vamos trenzando con la mirada, somos el encuentro de contrarios, el descubrimiento de mundos ocultos bajo piel.
Somos aquello que resistimos y odiamos, lo que tememos, soltamos y amamos. Somos la memoria luchando por no ser olvidada. La sangre, la ausencia, el grito desesperado para que también algunos hechos dejen de ser manifestados.
Es necesario recordar, reconocer y mirar que hay detrás y abrazar nuestras transformaciones, no quedarse estancados en una sentencia, somos seres que se transforman, que día a día estamos eligiendo. Como sociedad vamos definiendo y dando sentido a nuestra cultura.
Somos los que emergen por un sueño y somos los que se quedan sumisos en una obediencia. Somos los que actúan y hacen que otros se sumen y se paren por la misma causa.
Sí, soy partidaria de que la acción de una sola persona que elige diferente sí modifica el rumbo automatizado en el que la sociedad va pasando los días. Sí, creo que la intención y la certeza son la varita mágica para solidificar nuevos escenarios.
Que nuestra idea de quienes somos no se solidifique solo en lo tangible, permitamos que nuestro mirar se eleve en el deseo de lo que queremos alcanzar y se enfoque en lo místico y espiritual que acompaña esta realidad.