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Globalidad pospandemia

Se anuncia el advenimiento de una nueva globalidad, conformada por nuevos bloques regionales con intereses disímbolos y contrapuestos. | Marco Adame

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Escrito en OPINIÓN el

Los cambios vertiginosos que están sucediendo en el escenario internacional, impactados por la pandemia, anuncian el advenimiento de una nueva globalidad, conformada por nuevos bloques regionales con intereses disímbolos y contrapuestos, así como de una narrativa aún por definirse.

El debate sobre el nuevo consenso, parte de la conciencia sobre el agotamiento de todos los mecanismos establecidos desde la posguerra y asume, de manera general, la necesidad de un nuevo acuerdo internacional. Para lograrlo, es necesario superar las resistencias inmovilistas de quienes pretenden conservar el statu quo, con todos los privilegios e intereses del pasado; las propuestas maximalistas de quienes, aprovechando el caos, pretenden mantener o ampliar las estructuras de poder a través de facultades extraordinarias en gobiernos autoritarios; y la demagogia irresponsable de quienes por la vía populista, ofrecen soluciones inmediatas o paraísos terrenales al margen de las mínimas condiciones éticas y políticas que exige el respeto a la dignidad humana y el compromiso con el bien común.

La recomposición geopolítica se anticipa multipolar, menos occidental, más regional, con menor influencia de la hegemonía norteamericana, con mayor presión de actores como China; en este proceso se discute un nuevo catálogo de prioridades en la agenda internacional que incluye la seguridad, la sanidad, la emergencia económica, el cambio climático, la migración y los nuevos desafíos sociales de un mundo en transformación.

La nueva dimensión de la globalización será digital y la distribución de fuerzas y las múltiples influencias en las decisiones internacionales hará muy difícil su gobernanza; la movilidad de capitales y de grandes contingentes humanos a los nuevos polos de desarrollo requerirá de acuerdos flexibles y sensibles para garantizar el respeto a los derechos humanos y de una mayor capacidad de respuesta para evitar crisis humanitarias recurrentes. Esto no deja de ser una tentación para las naciones más poderosas en su afán de control de los mercados y para los regionalismos, muchos de ellos de corte populista, que en una lógica de supervivencia, podrían generar nuevas tensiones y eventuales conflictos internacionales.

Por lo pronto, algunos movimientos hacia los nuevos bloques regionales, protagonizados por Estados Unidos y China, atraen la atención mundial y generan tensiones entre los países excluidos por la modificación de las alianzas establecidas.

Recientemente Estados Unidos, Reino Unido y Australia anunciaron un pacto en el Pacífico, AUKUS por sus siglas, detonado por la reasignación de contratos para la construcción de submarinos nucleares, con el enojo de Francia, pero que en realidad es el primer paso formar un nuevo anillo de seguridad ante el avance tecnológico y marítimo de China.

Por su parte, China concretó el acuerdo comercial más grande del mundo, sumando a quince países vecinos para integrar la Alianza Comprensiva Económica Regional, RCEP por sus siglas, que concentrará el 30% del comercio internacional y un mismo porcentaje del PIB mundial.

A todo esto, las inquietudes de fondo siguen sin encontrar una solución alentadora para el futuro de la humanidad. Al reacomodo mundial dominado por el comercio, el control de los mercados, la carrera armamentista y el lucro inmoral, le hace falta definir cómo lograr un desarrollo más equitativo, más justo, más solidario, más sustentable, en una palabra, más humano.

En ese sentido, las palabras del papa Francisco a los líderes populares y del mundo, recientemente pronunciadas en Roma, son inevitables y atendibles parte ajustar los modelos socio económicos.

Su llamado fue, entre otros, a los medios de comunicación para que busquen contribuir a la fraternidad humana, a los gigantes de las telecomunicaciones para que liberen los contenidos educativos; a los agentes dominantes de la tecnología para que dejen de explotar la fragilidad humana en su afán de lucro, a los fabricantes de armas para que cese el terror y el comercio de armas; a las corporaciones alimentarias para que dejen de imponer estructuras y prácticas monopólicas generadoras de hambre, a las corporaciones mineras y petroleras para que dejen de destruir la naturaleza; a los organismos financieros para que condonen la deuda de los países pobres, a los grandes laboratorios para que liberen las patentes de vacunas y medicamentos.

El mensaje del Papa no omitió a los líderes religiosos, llamándolos a que dejen de usar el nombre de Dios para fomentar guerras y fundamentalismos. A los gobiernos y a todos los políticos para que trabajen por el bien común. Y a los países poderosos para que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país, conflictos que deben resolverse en los foros multilaterales.

Es deseable que en las próximas cumbres económicas y climáticas, se avance en el acuerdo y en los contenidos que permitan lograr una mejor integración y cooperación internacional para darle sentido y causa a la narrativa y agenda de la nueva globalidad pospandemia.