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Geopolítica del deporte: Rusia 2018

Cuando el deporte sirve como escaparate político. | Jorge Iván Garduño

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Escrito en OPINIÓN el

El deporte comparte un papel preponderante junto con la política internacional, pero, sobre todo, los eventos deportivos masivos tienen una proyección internacional relevante en la geopolítica, debido a la gran penetración que estos tienen en las masas, de ahí que a lo largo de la historia los dirigentes sociales han utilizado estos escaparates a su favor desde que existen, ya que son escaparates de posicionamientos de discursos, marcas y temas en la agenda internacional, convirtiendo a sus gobiernos en el centro de las miradas mundiales.

Adolfo Hitler lo hizo durante los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, con el mítico dirigible alemán tipo zeppelín, el LZ 129 Hindemburg que en plena inauguración impresionó a propios y extraños, con lo que el dirigente nazi proyectó la magnificencia del tercer Reich; o bien, un evento deportivo de escala mundial utilizado por los terroristas para dar a conocer las aspiraciones palestinas como lo fue en Múnich 1972; o qué decir de los boicots de Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, así como el realizado por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, todo ello en pleno corazón de la Guerra Fría.

Al realizar un análisis de cómo la política internacional comienza a interferir en este tipo de eventos deportivos, entendemos que nos es casualidad ni simple cuestión de números las grandes sumas que se pagan en busca de tener tal o cual evento deportivo en determinado país, región o zona geográfica.

Otro caso relevante que insidió en la geopolítica internacional fueron los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang 2018, celebrados en Corea del Sur, que sirvieron como uno de los elementos detonantes para que se diera el diálogo entre las dos coreas y el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, y poder derivar, posiblemente, en una desnuclearización de Corea del Norte.

Ahora mismo lo acabamos de ver con Rusia, ya que en la actualidad la nación que encabeza Vladimir Putin se encuentra en uno de los peores momentos en su relación con Occidente, muy en especial con los Estados Unidos, una situación no vista desde tiempos de la Guerra Fría.

De ahí que no sea casualidad que se utilice este tipo de competencias, como la Copa Mundial de Futbol de Rusia 2018, para tratar de enviar un mensaje de proyección internacional que Vladimir Putin busca dar respecto a su nación en este momento, y que fue claramente notorio desde la ceremonia del sorteo de grupos en aquel 1 de diciembre de 2017, y hasta el día de la clausura, donde el mandatario proyectó liderazgo, poder y posicionamiento de su nación, algo que desde el gobierno de Mijail Gorbachov no se había visto en aquel territorio.

Vladimir Putin se empeñó en que durante la Copa del Mundo de Rusia el evento se realizara a la perfección, que Rusia se posicionará como una nación amiga, cordial, y que rompiera esa idea de aislamiento de su país con el resto del mundo debido a temas de racismo, homofobia, xenofobia, lleno de espías y de violaciones a los tratados de libertad y justicia.

Sin duda el objetivo se logró. Rusia mostró el músculo y su capacidad para organizar un evento deportivo mundial y sin mayores incidentes, donde cientos de miles de turistas acudieron a la justa mundialista sin temor y con alegría por ver el deporte que más aficionados aglutina.

Un país en completa normalidad

Sin embargo, en medio de todo este escenario festivo, estuvo en el ojo de la opinión pública y de la agenda nacional rusa y de Gran Bretaña el caso del exespía ruso envenenado en Reino Unido el pasado 4 de marzo, Serguéi Skripal de 66 años, quien fue atacado con un gas nervioso al que fue expuesto en un centro comercial. En el ataque también resultaron afectadas su hija y otras 21 personas, entre ellas un agente de policía británico que llegó al lugar para atender la emergencia. Un hecho que sin duda alteró las relaciones entre Londres y Moscú, al grado que meses antes de que empezara el torneo mundialista, cuando los británicos acusaron a Rusia de ser responsable del envenenamiento del exespía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en Salisbury, Inglaterra.

Tras el incidente, había rumores de que la selección inglesa no acudiría al Mundial de Rusia. La salida del equipo ruso en cuartos de final evitó un encuentro potencialmente vergonzoso y tenso entre los dos países, pues durante esos días la tensión creció luego de que una mujer británica muriera víctima del Novichok, el mismo agente nervioso usado, supuestamente fabricado en Rusia, en el ataque contra los Skripal.

Y la política no estuvo fuera de las canchas de Rusia 2018, y fue protagonizada no por Putin ni alguno de sus homólogos internacionales, sino que la tensión se hizo presente en los equipos de fútbol de Suiza y Serbia. La primera logró calificar para los octavos con una victoria 2-1 frente a su rival europeo con goles de Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka, pero se recordará este juego más por las celebraciones de los jugadores suizos que por el marcador. Ambos celebraron con el águila albanesa que hace referencia a la “Gran Albania”; la reagrupación de todos los albaneses étnicos de los Balcanes. Shaqiri, extremo del Stoke City, nació en Kosovo, mientras que la familia de Xhaka, volante en el Arsenal, es kosovar. El padre de Xhaka era preso político en Yugoslavia tras protestar contra el régimen comunista de Belgrado. Serbia no reconoce la independencia de Kosovo y se quejó de la presencia de la bandera kosovar en los zapatos deportivos de Shaqiri. Finalmente, los goleadores recibieron multas de casi 30 millones de euros y una advertencia por parte de la FIFA.

Otro partido que generó tensiones políticas extra cancha fue la que provocó el defensor Domagoj Vida, figura clave en el éxito de la selección croata en Rusia. Después del partido de cuartos contra la selección anfitriona, en el que Vida marcó el segundo gol croata, el jugador originario de Osijek apareció en un video, cerveza en mano, proclamando: “Gloria a Ucrania”. Esta aparentemente inocente frase tiene un sentido mucho más profundo que desató la rabia de los rusos. Con la reciente animosidad entre Rusia y Ucrania, el dicho ha sido utilizado por varios políticos ucranianos que critican la política del Kremlin.

Y finalmente, recordamos que los tabloides británicos son famosos por sus portadas ofensivas que a menudo contienen juegos de palabras. El día del encuentro entre los ingleses y Colombia, la portada del periódico The Sun fue así: “Los Tres Leones enfrentan una nación que le ha dado al mundo a Shakira, un buen café y, eh, otras cosas, nosotros decimos: ¡Go Kane!”. La última parte, “Go Kane”, rima con “cocaine” (cocaína en inglés). El titular indignó a los colombianos y estableció las pautas para un partido hostil y agresivo. Néstor Osorio Londoño, embajador colombiano en Reino Unido, reaccionó al respecto: “Es más bien triste que usen un entorno festivo y amistoso, como el Mundial, para atacar a un país y seguir estigmatizándolo con un tema que no tiene nada que ver”.

El deporte sirve como escaparate político, y personajes como Vladimir Putin lo saben, por eso, a pesar de no ser un fanático del fútbol, utilizó este escaparate para posicionar su mensaje al mundo entero, pero también viejas rencillas y resentimientos geopolíticos salieron a la luz entre los deportistas.

Y le resultó muy provechoso.

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