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Epílogo 2020

Estamos a punto de cerrar un año que en poco menos de diez meses, cambió la vida del ser humano para siempre. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

El principal factor de cambio, fue el virus aparentemente desconocido hasta hace doce meses. El covid-19, nos mostró una parte del ser humano que desconocíamos o que habíamos ignorado por mucho tiempo.

La pandemia además de mostrarnos en toda su crudeza la vulnerabilidad del ser humano, también nos reveló nuestra aversión a la soledad y al confinamiento. Esto, además de otras deficiencias físicas, materiales y espirituales.

Durante estos meses en que prácticamente toda la sociedad debió refugiarse en casa, algo de lo que más adoleció el ser humano fue del contacto e interacción con los demás.

Esto explica en alguna forma, el por qué en Europa durante el verano, cuando las autoridades decidieron relajar las medidas de restricción y confinamiento, los primeros sitios en saturarse fueron restaurantes, bares, cafés y principales sitios de reunión, que en pocos días se vieron abarrotados por las personas ávidas de retomar su vida “normal”.

En México como en muchos otros países, el momento de relajación llegó durante el tercer trimestre del año. Había que intentar recuperar además de la “normalidad” el crecimiento económico en la medida de lo posible. Seis meses de encierro y miles de empleos perdidos, demandaban una bocanada de aire para el comercio formal e informal.

Tanto en México como en Europa, las autoridades se vieron presionadas por la situación económica para permitir la apertura de los comercios, pero bajo el riesgo de enfrentar un rebote de contagios. Ante esto, las poblaciones salieron a desbordar todos los espacios posibles, especialmente los de consumo.

La necesidad del ser humano de hoy, sin duda pasa por sentirse o ser alguien a través de su capacidad de consumo, aunque en ello, le vaya la vida, pues en todas partes, se perdieron las medidas sanitarias para evitar contagios.

Si a lo anterior agregamos las teorías conspiratorias, la negación de la realidad, las manifestaciones políticas, así como la rebeldía de No cuidar las distancias y mucho menos usar el tapabocas, dio como resultado el disparo de contagios y con ello, la emergencia sanitaria que nos volvió al confinamiento.

En estos casos, siempre será más fácil encontrar culpables que asumir responsabilidades ante una crisis que puso de rodillas a la humanidad. Lamentablemente, las redes sociales, continúan siendo un canal para mal informar y desinformarnos, pues lo mismo encontramos bisoños de la comunicación, que profesionales criticando y señalando errores en el manejo de la pandemia. Para luego ellos mismos, subir sus fotos recientes de reuniones o paseos grupales, todos en una selfie alrededor de la degustación de los placeres culinarios en turno.

Entre la necesidad y la necedad se debate en estos momentos la humanidad, pues para los informales, la necesidad de tener que llevar comida a sus casas, se diluye con la necedad de aferrarse a las calles para expender sus mercancías.

Mientras que la necedad de otros de abarrotar restaurantes, bares y centros comerciales en zonas de clase media y alta, también se diluye en la frontera de la necesidad de seguir perteneciendo a un estatus que se extingue, pero que, en ambos casos, el contagio se encuentra a las puertas de todos los hogares, chicos o grandes, ricos o pobres.

Este escenario no es privativo de México, con un poco de curiosidad y objetividad, los críticos que han juzgado el manejo de la pandemia en el país, podrán darse cuenta e informar que, en Alemania, Italia, España, Reino Unido y la Unión Americana, el fenómeno se repite. Sólo es cosa de buscar los vídeos y fotografías de las aglomeraciones en esos países, para que se convenzan.

Pero lo que a nosotros nos interesa es México, dirán los abyectos, pero si hicieran a un lado su decrepitud, se darían cuenta que vivimos en un mundo globalizado en todos los sentidos, (no sólo cuando les conviene) y el comportamiento humano es lo que define la crisis sanitaria y económica que hoy vivimos.

Con la salida masiva de las personas a las calles, casi podríamos vaticinar, que esos buenos augurios de volver a lo básico, de construir un mundo sustentable con el respeto a la naturaleza, al medio ambiente y al ser humano, caerán por tierra.

El ser humano salió de su confinamiento reciente dispuesto a seguir depredando a través del consumo, a contaminar los cielos, pues volvimos a los días de polución y más aún, a reivindicar esa máxima de superioridad que definía a la sociedad antes de la pandemia, pues observamos que continúan prevaleciendo nuestros intereses por encima de los demás y que, con nuestra actitud de “normalidad”, de incredulidad y oportunismo político, estamos depredando también, al ser humano.