Main logo

Elecciones sangrientas

Este proceso electoral que se ha vestido de escarlata parece ser parte del panorama social. | Joel Hernández Santiago

Por
Escrito en OPINIÓN el

La tarde del lunes 25 de junio fue asesinado el candidato a diputado local por el partido Morena, Emigdio López Avendaño. Junto con él murieron cuatro personas más. El crimen ocurrió en el municipio de San Vicente Coatlán, en la región de los Valles Centrales de Oaxaca.

El candidato hacía recorridos de proselitismo en la zona. Esa tarde viajaba en una camioneta con su equipo de campaña por un camino de terracería que va de Yogana a Coatlán, cuando un grupo salió de entre los matorrales y disparó en contra de la comitiva. Huyeron.

Ninguna postura

López Avendaño había sido funcionario de gobierno durante la gestión de Gabino Cué Monteagudo en materia de agropecuaria, siendo él ingeniero agrónomo que había egresado de la Universidad de Chapingo. Y según informa el periodista Ismael García, “hasta ayer –lunes 25–, por la noche, ni la fiscalía estatal ni la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca han emitido ninguna postura al respeto”.

Con todo, según reporte de Edwin Hernández hasta el 18 de junio pasado: ‘Desde el inicio del actual proceso electoral, en Oaxaca fueron asesinados 23 políticos, dos de ellos candidatos y uno precandidato a un cargo de elección popular. Esto coloca a la entidad como el segundo estado del país, después de Guerrero, con 25, con mayor número de crímenes de políticos…’

Ese mismo día, en entrevista, el Fiscal General de Oaxaca, Rubén Vasconcelos Méndez afirmaba que “la mayoría de estos homicidios no tienen relación alguna con el proceso electoral y responden a la diversa conflictividad social en el estado”

Sin embargo, poco o nada se sabe de los resultados de investigación, no se tienen detenciones, no se tienen indiciados o presunciones de delito y mucho menos se informa en qué fase de la procuración de justicia está cada uno de estos hechos y mucho menos se tiene a los culpables.

El gobierno del estado de Oaxaca parece dar por hecho que algunas de estas muertes son ‘políticas’ y, por lo mismo, ‘es así’, y este ‘es así’ supone que el ciudadano debiera conformarse con saber eso, nada más, y a la manera del Marques de Croix: “obedecer y callar y no meterse en altos asuntos de gobierno”. ¿Incapacidad? ¿Ingobernabilidad?...

Violencia al alza

Pero qué decir, si datos recientes de la violencia en Oaxaca van al alza en los meses recientes, lo que hace que, ‘mientras en el país cada 20 minutos y 7 segundos se conoce de un homicidio doloso, en Oaxaca se asesina a una persona cada 9 horas y ocupa el lugar 15 en la incidencia de ese delito’. Esto lo revela el reporte sobre delitos de alto impacto del Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad (ONC), que coloca a la entidad en el quinto lugar nacional en cuanto al homicidio culposo…

O bien, el gobierno de Oaxaca se atiene a aquello de que ‘mal de muchos…’ y deja hacer-deja pasar, parecería su regla.

Esto porque también es cierto que la suma de 48 asesinatos de precandidatos y candidatos en menos de en menos de nueve meses debiera alertar sobre el estado grave de la situación de la República.

En cualquier otro país, una muerte, una sola, hubiera provocado una enorme conmoción. La exigencia pública y la exigencia mediática hubieran hecho tambalear a cualquier gobierno por su falta de cuidado, por su falta de prevención, de procedimientos adecuados de seguridad pública y seguridad personal en caso de candidatos políticos. Por algo esencial en todo gobierno: la justicia. Y esto hubiera encendido las alertas rojas en señal de que las cosas no están bien y la gobernabilidad es inexistente.

Pero no, no y no. Aquí este proceso electoral que se ha vestido de escarlata parece ser parte del panorama social. Parece que se hubiera calculado y esos cálculos se estuvieran cumpliendo.

Y los ciudadanos nos preguntamos

¿Quién comete estos homicidios de políticos? ¿Quién es capaz de enfrentar a la sociedad en sus aspiraciones de elegir libremente y en paz? ¿Son vínculos con el crimen organizado? ¿Lo es así? ¿No es así?... ¿Son rencillas personales que se desahogan en esta coyuntura? ¿Son venganzas personales, por qué ahora? ¿Son adversarios políticos? ¿Por qué no están funcionando los aparatos de prevención-procuración-impartición de justicia en estos casos? ¿Cómo en muchos otros casos predominará la impunidad y el silencio cómplice?

Lo de Oaxaca es un ejemplo doloroso y del que se debe exigir cumplimiento de compromisos de gobierno y cumplimiento de seguridad y justicia. A ver cuándo.

Lo del país es un ejemplo de por qué las cosas deben cambiar. Una de ellas es el de parar, ya, ese estado criminal en el que se está convirtiendo al país; es deslindar el crimen organizado del crimen político, o bien precisar cuándo están mezclados: todo dañino y trágico.

Hoy, nos encontramos en otro México. Un México insospechado. Un México producto del momento actual. ¿Hasta cuándo?

El resultado electoral del 1 de julio nos dirá hacia dónde podrían cambiar las cosas a partir del 1 de diciembre próximo; pero mientras tanto el gobierno federal y los gobiernos estatales siguen en su responsabilidad, y es eso: una responsabilidad que tiene que ser cumplida antes del 30 de noviembre de esta año: Arreglar este tiradero en el que tienen al país, esa es su obligación.

El más corrupto

@joelhsantiago  | @OpinionLSR | @lasillarota