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El talibán de la 4T

El ‘talibán’ de la 4T parece formado por cuadros de una izquierda sostenida en los márgenes de la política mexicana. | Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia fue interpretada como un llamado de clarín para seguidores y aliados con los más disímiles perfiles: políticos fogueados en las batallas parlamentarias y de gobierno; compañeros de viaje con agravios acumulados por años; radicales de ideologías más o menos trasnochadas. Y una legión de oportunistas en busca de chamba y al menos una pequeña cuota de poder.

Entre todo ese conglomerado, es importante seguir la pista al variopinto sector radical, duro, de la autodenominada ‘cuarta transformación’, que a la luz de las últimas noticias ha comenzado a ser denominado el ‘grupo talibán’, en forzado símil con los fanáticos afganos que en dos semanas barrieron con un falso régimen sostenido durante 20 años desde Washington. 

El ‘talibán’ de la 4T parece formado por cuadros de una izquierda sostenida en los márgenes de la política mexicana. No la izquierda que evolucionó en los 70 y 80 de las luchas sindicales, la academia, los intelectuales y el activismo urbano; que desmanteló al Partido Comunista para lanzarse a la batalla electoral y creó nuevas organizaciones, como el PSUM, de alguna manera bisabuelo del Morena actual. Nuestra izquierda ‘talibán’ se mantuvo agazapada en organismos pulga, sin otra base social ni arraigo territorial que el alimentado por su propia imaginación. 

Morena incubó a muchos actores que se soñaron a sí mismos en el asalto al poder –en realidad, a las nóminas gubernamentales–, pero que nunca han podido entrar al banquete del poder, aunque sí verse reflejados en algunos discursos oficiales que los alientan a seguir esperando los paredones para la burguesía explotadora y aliada del imperialismo. Pueden ser llamados los ‘románticos’ –nada se pierde con el eufemismo–. Pero a casi tres años de gobierno los han empezado a desengañar.

Existe un segundo bloque ‘talibán’ en la 4T, que quizá haya sido correctamente encarnado por el matrimonio de los señores John Ackerman e Irma Eréndira Sandoval. Ellos sí saben para qué sirve el poder y qué hacer con él. Se echaron a cuestas la tarea de purificar al equipo presidencial mediante una guerra intestina que hace aparecer como juego de niños lo que antes se llamaba “fuego amigo”. Creen que Venezuela es un modelo y Cuba una inspiración. Atesoran papers como recetas infalibles sobre cómo derruir al Poder Judicial, sepultar a la Constitución y someter a quienes piensen diferente, todo en aras de una patria nueva. No entienden por qué algunos creen encontrar en sus ideas pulsiones neofascistas. 

Esta sección del ‘talibán’ mexicano ya aprendió, a la mala, que la cultura vigente no supone compartimentar el poder, concentrado en Palacio. Que pueden hacer negocios con becas, subsidios, aviadurías para sus leales, y contratos por asignación directa. Pero no dar tarascadas al poder real. Ese no se comparte. Y para sobrevivir buscan treparse a la causa de quien pueda conducirlos a la sobrevivencia hasta el 2024, y más allá. Estos ‘duritos’, por ejemplo –algunos con acceso al oído presidencial–, pregonan que han formado filas en torno a la presidenciable Claudia Sheinbaum. Ella sonríe –algunas veces–, porque sabe que existe una diferencia entre aliados y ‘compañeros de viaje’.

Fuera de la libreta

Urge que alguien en Palacio le tienda una mano a doña Anita, la dama que hace lo que puede –es un cumplido– para leer los textos bobos que conforman la gustada sección “Quién es quién en las mentiras” de las ‘mañaneras’ –mentiras de la prensa, no en las conferencias–. La señora García Vilchis le echa ganas, pero balbucea, farfulla, chapurrea, tartajea, tartamudea… derrapa feo, pues. Sin embargo, ella no tiene la culpa, sino quien la metió en ese cruel suplicio, al parecer como terapia ocupacional. Y es que esta doñita poblana fue candidata suplente a diputada, lo mismo que su esposo, René Sánchez Galindo, quien buscó, pero como titular, el distrito 12 con cabecera en la Angelópolis durante las pasadas elecciones. El señor René fue un travieso operador de la presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera, de Morena, que buscó reelegirse. Y hete ahí que todos perdieron. Muy poquitos votos les cayeron. Y como las desgracias no llegan solas, ponen a la pobre de Anita en este nuevo trance. No hay derecho. Tan fácil que hubiera sido patrocinarle un puestecito de carretera vendiendo dulces de convento. Que alguien la salve, por favor, de su rápido paso a convertirse en caricatura de una política fallida.