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El peor sexenio en décadas

La inmovilidad gubernamental pareciera ser producto del autoengaño de nuestros dirigentes, que acabaron por creer que el país marcha bien.

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Escrito en OPINIÓN el

El peor sexenio en décadas es el que estamos viviendo. Parece ya inamovible el lugar que ocupará el régimen de Enrique Peña Nieto como el peor gobierno de la historia reciente. Se lo ha ganado a pulso, pues en bien del país ha hecho poco, y lo poco que ha hecho, lo ha hecho mal. 

 

Nunca en los años pasados un régimen a mitad del camino había generado el rechazo de dos de cada tres mexicanos, acumulado tal cantidad de errores, tropiezos y calamidades que pareciera que los poco más de tres años que restan a la administración peñanietista serán de auténtica pesadilla para quienes hemos tenido la “suerte” de ser gobernados por ésta.

 

Hacia donde se dirija nuestra vista, el paisaje resulta ruinoso: pobreza, nulo crecimiento, impunidad, corrupción y desgobierno. A esto se agrega para colmo que sucesos como la salida de la cárcel de Rafael Caro Quintero y la fuga del Chapo Guzmán han hecho del país motivo de escarnio ante la comunidad internacional.   

 

Pero quizá lo peor de todo es que ante este aluvión de problemas que están literalmente postrando a la nación, el gobierno simplemente no reacciona, acabando así con lo que quedaba de las expectativas de cambio y progreso que buena parte de la sociedad se había formado en el inicio de este aciago sexenio, a partir del Pacto por México y las anunciadas reformas estructurales. 

 

La inmovilidad gubernamental pareciera ser producto del autoengaño de nuestros dirigentes, que acabaron por creerse sus propias mentiras de que el país marcha bien. O de plano, estamos ante un comportamiento abiertamente autodestructivo, cuyo único resultado será el retroceso socioeconómico, la debacle de las instituciones y la derrota total de la actual élite en las próximas elecciones presidenciales.

 

Este panorama descrito no es en modo alguno alarmista, sino que se conforma día a día con cada nuevo suceso, con cada dato e información dados a conocer. En el ámbito económico, tan sólo el pasado 4 de agosto se dio a conocer que por décima ocasión consecutiva los especialistas consultados por el Banco de México, redujeron sus proyecciones de expansión del Producto Interno Bruto para 2015, que ahora es de apenas 2.55 por ciento. 

 

De igual forma, dichos expertos aumentaron su estimación para la cotización del dólar, que quedó en 15.64 pesos para el cierre del año.

 

Crecimientos tan bajos, sólo pueden traducirse en menos ingresos y más pobreza para las familias mexicanas, como lo señalaron los recientes datos dados a conocer por INEGI y CONEVAL: Dos millones más de pobres y una reducción de más de 3% en los ingresos de los hogares entre 2012 y 2014. 

 

Así, es evidente que con la gente obteniendo cada vez menos ingresos, el mercado interno no podrá convertirse en el motor del crecimiento económico que tanto necesita México. A eso hay que agregar que la “Reforma Fiscal” ha desincentivado severamente los planes de inversión de las empresas. 

 

Ni consumo ni inversión privada empujarán al país. ¿Y la inversión pública? Olvidémonos de ella. La política de estos años será de recortes, cancelaciones de obras, “racionalización” del gasto, como el vicepresidente de facto, Luís Videgaray, ha dejado muy en claro. No hay nada que un buen tijeretazo no pueda arreglar.

 

Pero esto no es todo. Como las desgracias nunca llegan solas, ahora nuestro salvavidas de los últimos años, el sector externo, está empezando a desinflarse. En primer lugar, la mezcla mexicana ronda nuevamente los 40 dólares, y esta vez sin cobertura. En cuanto Irán se reintegre al mercado petrolero mundial y lo inunde, los precios de los hidrocarburos bajarán a niveles no vistos en lustros. Que Alá se apiade de nuestras finanzas públicas. 

 

Por otro lado, el alza de las tasas de interés norteamericanas casi con seguridad se realizará este año, lo que además de implicar el “enfriamiento” de la economía norteamericana y mayores pagos de intereses para parte de la deuda externa mexicana tanto pública como privada, obligará a que nuestro banco central aumente también las tasas de interés locales, lo que según cualquier manual de economía, reducirá aún más nuestras expectativas de crecimiento, al encarecer el costo del dinero.

 

¿Cuál es la respuesta de nuestro señor presidente ante este panorama? "A otras economías del mundo les ha ido peor, han enfrentado escenarios todavía más adversos". Qué se puede esperar con este enfoque... Mal de muchos, consuelo de mandatarios.

 

A esto que sucede en el ámbito de la economía, podemos agregar lo que acontece en otros rubros de la vida política y social del país: Aumento de la criminalidad, asesinato de decenas de periodistas y defensores de los derechos humanos, escándalos de corrupción que quedan sin castigo alguno, poderes fácticos intocables. 

 

Sin embargo, si Peña y sus incondicionales creen que el cruzarse de brazos y ver a Comala morir no les está generando repercusiones, están sumamente equivocados. En la más reciente encuesta del periódico Reforma, realizada en la última semana de julio, los resultados manifiestan un profundo malestar de los ciudadanos hacia la forma en que el actual gobierno federal está haciendo las cosas. 

 

Destaca en dicha encuesta que el 64% de la población en general desaprueba Peña Nieto, el peor resultado en lo que va de su sexenio. Esta cifra se incrementa sensiblemente hasta el 84% cuando los entrevistados son líderes. No es de extrañar por tanto, que su gestión haya sido calificada con un reprobatorio 4.7 entre ciudadanos y un 3.3 entre líderes. 

 

Ningún otro presidente había sufrido una desaprobación tan alta a mitad de su sexenio. Pero lo más grave, es que en su caída, la administración peñista está arrastrando consigo a las demás instituciones del Estado mexicano. El pueblo no cree ya ni en el INE, los partidos, el Congreso o incluso en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. 

 

Para una democracia incipiente como la nuestra, la desconfianza ciudadana es un virus letal que acabará por envenenar la vida política del país. A final de cuentas, el régimen con su inmovilidad está ingenuamente arrojando a los ciudadanos en su desesperación a los brazos de opciones políticas contrarias a la modernización del país, enemigas de toda reforma, emisarios de un pasado imposible, cuyo intento por revivirlo a contracorriente de la historia, sólo traerá la parálisis total de México.


Una cosa es segura. De seguir así las cosas, el juicio de la historia será implacable con este gobierno. ¿Cómo quiere Enrique Peña Nieto ser recordado? Por lo que se ve, no lo sabe aún. Es la hora de luchar. 

 

@raultortolero1