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El lugar de la víctima

“Centrada en la repetición del pasado, la posición victimista excluye cualquier visión de futuro”, Daniele Giglioli. | Pamela Cerdeira

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Escrito en OPINIÓN el

En algún lugar que no recuerdo y de un autor que corrió con la misma suerte, leí hace tiempo que tenemos que dejar de pensar que el hecho de ser víctima es un acto heroico. La afirmación me pareció tan nefasta que se quedó cual solitaria alojada dentro de mí. Creció con el renacimiento del #MeToo mexicano, se carcajeaba cuando un político se ponía en su lugar, se sorprendió con la solicitud de disculpa al rey de España y se cuestionaba a sí misma ante los casos de feminicidios.

¿Qué es una víctima?


¿Pueden dos personas ante el mismo hecho asumirse una como víctima y la otra no?

¿El papel de víctima implica quitarle a ésta el poder de reaccionar?

¿Tiene la víctima alguna parte de responsabilidad o le hemos arrancado la capacidad de la autocrítica bajo la consigna de no revictimizar?

¿Por qué casi siempre la voz de las víctimas es alguien más y no las propias víctimas?

Si hay quien se beneficia de ser la voz de las víctimas, ¿les conviene que éstas tengan voz propia?

¿Debe gozar la víctima de credibilidad absoluta?

Si centramos estas preguntas sólo en el tema del acoso tenemos que voltear al pasado en donde el acosador gozaba de absoluta credibilidad, era despojado de toda responsabilidad -la mujer lo provocó con su forma de vestir, decían- , no existía (y ahora apenas se asoma) capacidad de autocrítica en sus actos, y la única voz escuchable, si acaso, era la del acosador que presumía sus conquistas. El acoso y sus soluciones son tema completo de estudio y a lo que habría que dedicarle una columna aparte.

Este, el lugar de la víctima que tanto me intriga, ha sido cruelmente, como el mismo lo denomina, cuestionado por Daniele Giglioli en su ensayo titulado Crítica de la Víctima. En éste advierte el papel que la víctima ocupa en nuestros tiempos y sus implicaciones: “La víctima es el héroe de nuestro tiempo. Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable”.

Victimización


A este fenómeno he podido observar lo que denomino, por ahora “el monopolio de la victimización”, se expresa sobre todo en grupos vulnerables “tú no puedes opinar/pensar/decir porque tú nunca has sido gay/mujer/vulnerado. Incluso asumir que atender una causa, invisibiliza a otra, es el monopolio de la victimización. A Giglioli le resulta paradójico que la eficacia simbólica de la victimización sea justamente su opuesto: “…la punta por el primado del sufrimiento, las macabras disputas entre los golpeados. Nuestro genocidio fue peor que el vuestro; el nuestro es el único verdadero, y no tenéis derecho a compararos con vosotros”.

Creo hoy, que gran parte de lo que hoy vivimos es resultado de un inexistente sistema de justicia. Resulta pues, obligatorio que por más doloroso o cruel que parezca, hacer estas reflexiones, y más interesante, preguntarnos ¿hacia dónde vamos?

La CREtinada

@PamCerdeira | @OpinionLSR | @lasillarota