Durante los últimos días de octubre, el epicentro de la agenda internacional se ubicó en Roma, con motivo de la reunión del G20, el grupo de países industrializados y emergentes, bancos centrales y las principales organizaciones internacionales que integran el foro más relevante de deliberación política y económica del mundo; y en Glasgow, con motivo de la Conferencia sobre cambio climático, que reúne a más de 130 líderes mundiales entre jefes de estado y de gobierno y a un buen número de expertos para revisar los avances de la comunidad contra “la principal amenaza existencial”, en palabras del presidente Biden, o del principal “consenso científico global sobre el deterioro climático”, en palabras del Papa Francisco.
Como se puede advertir, en un momento tan crítico para el desarrollo sustentable de la humanidad, la presencia de los países miembros, entre los que se encuentra el nuestro, no es opcional, pues hoy es más claro que nunca que ante los grandes desafíos sanitario y climático, la cooperación internacional no es una opción, es una necesidad vital.
Por eso llama poderosamente la atención la ausencia reiterada del presidente López Obrador, quien siendo jefe de estado y de gobierno, envía un mensaje de indiferencia y se mantiene distante a las deliberaciones y acuerdos que ahí se construyen, mismos que marcarán la agenda presente y futura de las naciones y del mundo.
Aún más, derivado del clima de polarización que se promueve desde el púlpito presidencial, es un contrasentido que en los días previos a la cumbre, el presidente haya reducido los temas de la agenda global a “inventos neoliberales promovidos en el mundo para poder saquear a sus anchas; y haya dicho que quienes diseñaron la agenda neoliberal, con ese propósito, inventaron los llamados nuevos derechos como el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos y la protección de los animales”.
Y sin embargo, en una clara muestra de doble discurso, se envía a la cumbre mundial al canciller de México a placearse entre los jefes de estado y a pedir 100 mil millones de dólares para combatir el cambio climático en los países más pobres, al tiempo que se promueve una reforma energética para regresar a la era del carbón y el combustóleo y se construye una refinería en Dos Bocas. Todo esto sucedió al tiempo que los países del G20, ratificaron el impulso a las energías limpias y anunciaron el fin del financiamiento a las centrales eléctricas de carbón este mismo año.
En el mismo sentido, durante la reunión de alto nivel sobre cambio climático con el presidente Biden, celebrada por teleconferencia, el presidente expresó el apoyo al cambio climático, condicionado a la participación de los Estados Unidos en el programa forestal Sembrando Vida en Centroamérica; así como el compromiso de operar centrales hidroeléctricas de ciclo combinado, sin aclarar suficientemente con qué combustible van a mover sus turbinas cuando la fuerza del agua sea insuficiente.
Así las cosas, todo indica que en el gobierno federal existe una falta de claridad absoluta sobre el cambio climático y la sustentabilidad; que no existe ningún interés en asumir las metas y compromisos para la agenda medio ambiental; y que, con mentiras y medias verdades, se pretende mantener una presencia interesada en los foros internacionales en tanto avanza la destrucción de las fuentes sustentables del energía, la visión ideológica y nacionalista sobre el petróleo, y el control estatal de la energía eléctrica al margen de los acuerdos internacionales y los compromisos con la inversión extranjera en un sector cada vez más centralizado.
Ante el desastre ecológico global y la tendencia aislacionista del gobierno mexicano, conviene recordar la propuesta del Papa Francisco, uno de los líderes mundiales más sensibles y atentos al “cuidado de la casa común”, quien expresó en su encíclica Laudato si', que el mundo necesita líderes comprometidos con “una ecología integral como nuevo paradigma de justicia, que ponga en el centro al ser humano y la realidad que lo rodea… que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales, pues no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola. Que asuman que los problemas deben solucionarse de manera global, lo que implica un trabajo colectivo”.
En tanto avanza la agenda global para detener el cambio climático, habrá que estar atentos al desenlace de la reforma energética en nuestro país, ya que es una propuesta inaceptable que promueve energía cara y sucia, como lo acaba de afirmar el departamento de energía de los Estados Unidos.
A partir de la reforma energética, se podrá ver con claridad si México se mantiene en la agenda de la sustentabilidad o si continúa con el doble discurso y la polarización que tanto daño ha hecho a nuestro país.