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Doña Chavela Vargas

Su voz intensa. Su agridulce sentido del humor. Sus ponchos y sus brazos extendidos como si abrazara al mundo. | María Teresa Priego-Broca

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Escrito en OPINIÓN el

"Nuestra única misión aquí, al final de cuentas, al final de todos los caminos, es venir a conocer el amor", Chavela Vargas.

 

“El alcohol es la enfermedad de la soledad, del abandono, de estar rodeado de mucha gente pero al final, nada”. No queda un sólo asiento libre en la sala. La función del mediodía en la Cineteca Nacional. Nos convoca "Chavela Vargas", un documental entrañable -dirigido por Catherine Gund y Daresha Kyi- para recrear la vida de un personaje entrañable. Cuánto de íntimo, de dolido, de estremecedor. Su voz intensa. Su agridulce sentido del humor. Sus ponchos y sus brazos extendidos como si abrazara al mundo. El Tenampa y su amadísimo amigo José Alfredo Jiménez.

Cuánto de abismal en esos días y noches de música y alcohol. Casi sin tregua. Esa niña "rara" que nació en Costa Rica (1919), la que supo tan pronto (demasiado pronto) que su mamá no la amaba. Lo que no es, nunca será un dato menor. La niña-niño de voz grave y conductas "masculinas" que soñaba -cada día- con la fuga. El exilio elegido. México a los 17 años. Soledad. Desamparo. Tanto antiguo desamor que no terminó de curar con los amores de toda una vida. "La adicción es una forma de nostalgia", escribió el psicoanalista Néstor Braunstein.

¿Nostalgia de lo no vivido? Tal vez. Nostalgia de ese amor que no estuvo, entonces, en las interminables horas de una infancia.

Una larga entrevista con Alicia Elena Pérez Duarte, su pareja por años. "La Señora", dice Alicia Elena, "era mágica". La conoció cuando Patria Jiménez la llamó para alertarla: "Chavela necesita una abogada porque quién sabe qué está a punto de firmar". Alicia Elena entró con sus cabellos dorados y sus ojazos marítimos y la Señora le dijo: "¿Te casarías conmigo?". Las fotos de una Alicia jovencísima junto a Chavela Vargas ya madura. El amor. Los paseos, la intimidad, esa familia que compartieron.

Las botellas de Chavela. "Me tomé 45,000 litros de tequila, por eso soy mitad sangre y mitad tequila". La historia "oficial": Chavela dejó el alcohol después de un proceso de sanación con un chamán. Quizá. En todo caso un día Alicia Elena la buscó a ella y a su hijo pequeño por toda la casa y los encontró en el jardín. La Señora le enseñaba al niño cómo matar insectos a balazos. "O dejas de beber o no nos vuelves a ver".

Durante doce años doña Chavela dejó de cantar. Algo en ella la precipitó hacia "El boulevard de los sueños rotos", como canta Joaquín Sabina en la canción que le está dedicada. Por más de una década "los sueños rotos" casi le ganaron la partida a "la dama de poncho rojo... de lengua libre". En los años ochenta renunció al alcohol, en el límite entre morirse o dejar de beber. Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe fueron por ella. La invitaron a regresar a la cantada en aquel inolvidable bar El Hábito en Coyoacán.

Jesusa narra en el documental ese miedo de la artista antes de subirse a un escenario. Comenzar. Una vez más. "Pidió un tequila". Le respondieron que no. Si irrumpía el tequila la función se suspendía. Doña Chavela cantó ante una sala repleta. Se corrió la voz de que estaba -toda ella- de regreso. Liliana escribió para ella una canción bellísima: "Vivió como, si se viviera un día. Cantó, como cantan las ballenas en las aguas más profundas: un mensaje, una canción de amor lanzada a los abismos".

El viaje a España. El éxito. La solidaridad inquebrantable de Pedro Almodóvar, "mi marido en esta tierra". Sí, la voz de doña Chavela cantando "Luz de luna" en "Kika". Su acompañamiento para que cantara en un teatro en Madrid. El Olympia en París. "Pensé que no me iban a entender nada, pero sí me entendieron". París se puso de pie ante la Señora. "Unas horas antes nadie me conocía y unas horas después todo París hablaba de mí". El Auditorio Nacional. El Palacio de Bellas Artes.

Qué mujer tan amorosa y tan amada. Patria Jiménez nos cuenta lo que la Señora representó y representa para las mujeres lesbianas. Ella, la que vivió libre, la que coqueteó con "Macorina", la que le cantó a las mujeres a quienes amó. La que comenzó su carrera con los cabellos largos, el rostro maquillado, el vestido y los tacones altos hasta que -aún después de muchos ensayos- bajó unas escaleras cantando y se cayó. Adoptó los pantalones, los cabellos cortos, el poncho. Ese juego continuo con la manera de concebir la diferencia sexual en un "México hipócrita". "Me dijo: 'si fuera hombre serías mi mujer ideal'", cuenta Miguel Bosé en su entrevista. Su amor por Frida Kahlo, por sus cejas juntas "como una golondrina". El día en que necesitó irse y Kahlo le dijo: "lo sé".

"Desgarradora", "Catártica". El milagro Chavela que arrastraba a sus escuchas hacia esas pasiones que eran las suyas. De sus conciertos el público salía con los rostros atónitos. Conmovidos. "Como después de una terapia". Ya muy enferma a los 92 años quiso regresar a Madrid. Para despedirse. Apenas podía caminar. Se negó a tomar el escenario en silla de ruedas y cantó de pie dos horas. Digna, altiva, gigante. Esa voz. Las letras de las canciones que eligió cantar. ¿Quién no ha llorado con ella? ¿quién no ha sentido esa especie de íntimo resarcimiento en aquel: "ojalá que te vaya bonito"?. Apenas terminado el concierto: hospital de emergencia. Pidió que la trajeran a México de inmediato. "No me quiero morir aquí y ésta (la muerte), ya me vino a ver ayer".

"Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar: la soledad". Y sin embargo: amó, ella, quien en algún momento de su vida comenzó a afirmar que el amor no existía. "El invento de una borrachera. Se acaba la borrachera y se acaba el amor". Y fue muy amada.

Murió el 5 de agosto del 2012. Su vida fue homenajeada en ceremonias de cuerpo presente en la Plaza Garibaldi y en Bellas Artes. También es todo un homenaje el documental de Catherine Gund y Daresha Kyi, realmente entrañable. "Los mexicanos", decía la cantante de origen costarricense, "nacemos donde se nos da la gana". Y de tantas maneras agregó a lo largo de su vida: "y después nos da por vivir como se nos da la gana. Si estamos dispuestos a pagar el precio". Gracias a Liliana Felipe y a Jesusa Rodríguez porque fueron por ella, y nos la trajeron de regreso. Gracias a cada una de las personas entrevistadas por tantos fragmentos de vida que nos regalan con su amor por ella y con sus palabras. La inolvidable, Señora.

Avances del documental:

Chavela - Official Trailer

Liliana Felipe - "Doña Chavela", el homenaje de Liliana Felipe a Chavela Vargas:

"El boulevard de los sueños rotos", el homenaje de Joaquín Sabina a Chavela Vargas:

Los refugios secretos y la escucha

@Marteresapriego @OpinionLSR | @lasillarota