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Doce de octubre, pueblos indígenas y pluriversidad

Lo que quiero destacar de esta narración es la impresionante capacidad intelectual y organizativa que poseen los pueblos originarios, con o sin EZLN, para definir sus propias estrategias en la definición de su futuro

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Escrito en GUANAJUATO el

En febrero de 1996 llegó a la Universidad Iberoamericana León una carta suscrita por el subcomandante Marcos. Contenía una petición de apoyo académico para los Diálogos de San Andrés. Había necesidad de echar la mano para redactar propuestas legales y sociales de los pueblos indígenas frente al conflicto con el gobierno.

El P. Carlos Velasco SJ, humanista de primera, respondió que aunque no estaba de acuerdo con el método armado, si la presencia de universitarios servía para acercar la paz, con gusto aportaría lo que a la Universidad correspondía: poner al servicio de los pueblos indígenas el aporte académico.

Llegamos otro compañero y yo a San Cristóbal de las Casas, nos registramos en una oficina de Gobernación y posteriormente bajo la coordinación del EZLN nos trasladamos a lo que hoy es un relevante centro de capacitación para organizar el trabajo del día siguiente. En el camino de entrada a San Andrés de los Pobres (Larraínzar) se encontraba una valla formada por centenas de indígenas tzotziles. Observar al cinturón de paz formado por mujeres, niños y jóvenes que protegieron nuestra entrada a la escuela de la comunidad con las manos entrelazadas, animándonos a no dar un paso atrás, es de las imágenes que se colocan permanentemente en el corazón por su potencia ética. Tienen razón Fals Borda y Eduardo Galeano, somos seres sentipensantes.

Lo que siguió ha sido ya narrado de múltiples formas. En un acomodo rectangular estaban, frente a frente,  los representantes del gobierno y la representación del EZLN. En los lados, los enviados del Congreso y Don Samuel Ruiz, con su equipo. Las y los asesores atrás de cada grupo.

Las argumentaciones indígenas se centraban en lo que todavía hoy es una dramática realidad, el abandono ancestral de las regiones de los pueblos originarios, la discriminación,  la pobreza, el colonialismo y el derecho a la autodeterminación.  El tono era de exigencia respetuosa, pero con voz potente, clara y sapiencial. Años después se diría, luchar “hasta que la dignidad se haga costumbre”.

Una vez que se acordaron puntos de diálogo y tareas que cada parte llevaría a sus grupos de referencia, nos dividimos en tres o cuatro grupos. Debajo de una lona azul de plástico y con mesas de coca cola, armados de papel y pluma, presentábamos a los coordinadores las propuestas que posteriormente se discutirían en las asambleas indígenas para su aprobación. Algunas de las ideas quedaron asentadas en los acuerdos que el gobierno nunca cumplió.

Lo que quiero destacar de esta narración es la impresionante capacidad intelectual  y organizativa que poseen los pueblos originarios, con o sin EZLN, para definir sus propias estrategias en la definición de su futuro. Siempre han poseído ese potencial trasformador, pero sucede que muchos lo “descubrimos” y nos asombramos de la enorme riqueza de ese patrimonio generacional de los grupos  originarios. La realidad es que la ignorancia y el pensamiento colonial se debe derrumbar frente a un mundo que juzgamos sin conocer. 

En este 12 de octubre, mal llamado día de la raza, recordemos las lucha por la autonomía de diversos pueblos indígenas como los purépechas en Cherán, los choles en Tila, los mapuches en el Arauco, los aimaras del lado del Titicaca, los coras de Nayarit, los seris de Sonora, la Confederación de Nacionalidades Indígenas-ahora protestando en Quito-, los mayas del Quiché guatemalteco, los nasa en el Cauca colombiano. Todos hacen realidad lo que Arturo Escobar plantea sobre el concepto de pluriverso (universo, no) que significa “las luchas por lograr ‘mundos y conocimientos de otro modo’ es decir, mundos y saberes construidos sobre la base de los diferentes compromisos ontológicos, configuraciones epistémicas y prácticas del ser, saber y hacer”. En efecto, no sólo tenemos mucho que aprender de los pueblos indígenas sino que el ejercicio del derecho a sus autonomías y el reconocimiento de la pluriversidad como valor central en la convivencia humana, le harían un favor grande a esta sociedad capitalista neoliberal cuyos pivotes deshumanizantes son la acumulación por la acumulación, el pensamiento colonial y la competencia bajo la ley de la sobrevivencia del más fuerte.