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Cuidado con la reapertura

Falta mucho para llegar al semáforo verde y eso depende de que cada quien hagamos lo que nos corresponde. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Han pasado más de 100 días desde que el 23 de marzo se determinó el inicio de la jornada nacional de sana distancia. En ese momento no podíamos siquiera imaginar que habríamos de pasar tantos meses encerrados en nuestras casas -para quienes lo pudimos hacer- en un entorno de preocupación y angustia ante la posibilidad de enfermar e incluso de perder la vida, así como por la reducción o ausencia de ingresos sobre todo para quienes viven al día y no cuentan con ahorros que son la gran mayoría en nuestro país.

No ha sido nada fácil y, aunque si no se hubieran tomado esas medidas de suspensión de actividades no esenciales y resguardo domiciliario seguramente las cifras serían mucho más elevadas, lo cierto es que no hay mucho de que ufanarnos pues los niveles de contagios y defunciones continúan aumentando en forma importante y a pesar de que en varias ocasiones el presidente aseguró que se había superado exitosamente la etapa más difícil, apenas el martes el subsecretario López Gatell tuvo que reconocer una vez más -lo que incluso ya se toma a broma pues lo dice prácticamente cada semana- que nos encontramos en la parte más alta de la pandemia pero ya se observa alguna desaceleración.

Al 30 de junio se registran más de 226 mil personas que han dado positivo a covid-19 con 27 mil 769 fallecimientos, por lo que la tasa de letalidad es de 12.28% en tanto que la media mundial de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud es de 4.9%. A nivel local la Ciudad de México se sitúa en el primer lugar con 48 mil contagios y cerca de 7 mil defunciones, lo que se explica por sus niveles de concentración poblacional y gran movilidad, seguida del Estado de México cuyos municipios conurbados presentan también una alta incidencia.

En este complicado contexto se determinó pasar a semáforo naranja e iniciar la reapertura gradual de la economía bajo el argumento de que ha disminuido la ocupación en los hospitales y por tanto se cuenta con camas suficientes -quizá el programa de reconversión hospitalaria constituye la única estrategia exitosa del gobierno federal, pero habrá que ver las consecuencias ya que implicó posponer la atención de otros padecimientos-, pero eso no significa que las condiciones sean las mejores.

Es claro que la decisión responde más a la presión económica y no a criterios sanitarios ante la situación por la que atraviesan miles de micro, pequeñas y medianas empresas que no han contado con apoyo gubernamental para sostenerse y son las que mayor empleo generan, por lo que ya no había margen para mantener la suspensión de las actividades consideradas como no esenciales, además de que la economía de la mayoría de las familias que tienen que salir a la calle a buscar el sustento en la informalidad tampoco aguantaba más tiempo.

Sin embargo, el riesgo sigue latente por lo que se requiere de una gran disciplina para que no se desate una nueva ola de contagios con la consecuente perdida de vidas como han experimentado otros países en que, la reapertura apresurada y sin los cuidados necesarios ha obligado de nuevo al confinamiento y cierre de negocios. Es indispensable que en los sitios públicos, en los lugares de trabajo y en el transporte se apliquen estrictamente los protocolos, pero sobre todo la clave está en las medidas de auto cuidado que implican salir sólo a lo necesario, mantener la distancia, lavado de manos constante, el uso de gel y de cubre bocas -aunque el presidente y López Gatell opinen lo contrario discrepando de la mayoría de los especialistas-, y conservar la paciencia pues debemos entender que, aunque difícil, todavía no estamos en condiciones de retomar nuestra vida social. Falta mucho para llegar al semáforo verde y eso depende de que cada quien hagamos lo que nos corresponde.