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Crisis de partidos: El desafío democrático de la sociedad

La crisis democrática y de partidos que se vive a nivel mundial, inició en los últimos años del siglo pasado y se profundizo en la primera década del siglo XXI.

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Escrito en OPINIÓN el

En América Latina, Venezuela puede parecer el ejemplo más evidente de la tesis anterior. Sin embargo, Argentina, Brasil, Colombia y por supuesto México, son ejemplos de esa transición democrática impulsada muchas veces por la crisis de los partidos políticos.

Estos países viven la descomposición del sistema de partidos que los atrapó en una crisis política y democrática que llevo al electorado a cambiar de rumbo a manera de péndulo, entre una elección y otra. En Europa, España, Grecia, Italia y Francia, son ejemplos claros.

En México, la descomposición del sistema de partidos, inicio a principios de los noventa. Pero el reacomodo de los grupos políticos, tuvo su manifestación más tangible con el triunfo de Fox.

Esa crisis dio paso al nacimiento de nuevos partidos y tendencias ideológicas que desembocaron hasta la consecución de la presidencia de Morena.

La aparición de más y nuevos partidos políticos, puede interpretarse como parte de la evolución democrática de una nación, sin embargo, también aduce que los viejos partidos, dejaron de funcionar y perdieron el liderazgo político y social.

Morena, tuvo su origen precisamente en la crisis aguda de partidos que, de la noche a la mañana, lo colocó en la presidencia de la república en 2018. La nula credibilidad y liderazgo del PAN, PRI, PRD y los grupos políticos satelitales, empujaron a este novel “movimiento-partido” al primer escenario de la política nacional.

Pero el triunfo de Morena, tomó por sorpresa a propios y extraños, pues ganar las elecciones de manera avasallante, perturbó el pensamiento ideológico y las estructuras morenistas, quienes, acostumbrados a luchar contra corriente, no presupuestaron ni en sus mejores pronósticos, ganar con carro completo.

Los años que luchó Morena, por recuperar los principios democráticos vilipendiados por el PRD, no le sirvieron para madurar en un partido, lo cual, se evidencio con el triunfo presidencial a la hora de formar el gabinete de gobierno; de generar la coordinación en las cámaras y de elegir la dirigencia del movimiento que terminó, delineando sobre las rodillas los estatutos que sumaron a la confusión, y generaron una lucha intensita para dirigir un partido que, hasta el día de hoy, no lo es.

Morena, es un movimiento desarticulado, sin liderazgo, ni estructura que parece incapaz de sacar adelante sus elecciones internas. Precisamente en el momento que se requiere, asumir compromiso político, democrático y cívico para hacer frente a un contexto de crisis sanitaria, económica y social.

Pero Morena no encarna la crisis de los partidos políticos de México; en todo caso, es apenas un eco de la debacle de las agrupaciones políticas del país. La decadencia se agudizó en el año 2000 cuando el PRI, perdió la presidencia luego de más de 70 años en el poder. En ese momento, las estructuras del partido de la revolución fueron trastocadas y tardó 12 años en volver a ser el partido gobernante, aunque ya no con la solidez de sus mejores años.

El PRI se fue resquebrajando hasta quedar en lo que es hoy. Una organización política con representación exigua en las cámaras legislativas. Por su parte, el PAN le debe su ruptura a un personaje avído de poder, ambicioso, acostumbrado a imponerse a costa de lo que sea, a la manipulación y a torcer la ley. Felipe Calderón.

Calderón inició la fractura del PAN y lo convirtió en lo que es hoy. Un partido que no cuenta con la fuerza y ni la estructura para aspira a ser “la segunda fuerza política” del país.

Durante el sexenio de Fox, como secretario de energía, Felipe Calderón, cayó en desacato y se adelantó a los tiempos políticos para la sucesión presidencial y en un acto inusitado, en la entonces tradicional política mexicana, se autoproclamó candidato a la Presidencia en un acto público en el estado de Guanajuato al cual, su jefe, el entonces presidente, le pidió no asistir.

Rumbo a las elecciones de 2018, volvió a pasar por encima de los estatutos del PAN y en una acción de manipulación, azuzó a su esposa Margarita Zavala para que se lanzará por la candidatura de su partido, quebrando una vez más los tiempos y dividiendo a su partido que parecía una opción válida con el decaimiento del PRI.

Calderón, no sólo ha sido nocivo para su partido, lo ha sido también para el país, pues llegó a la Presidencia de México en las elecciones más controvertidas de la historia reciente. Su administración está hoy bajo la lupa del FBI y de la DEA por confabulación con el narcotráfico, acabó con el PAN y hoy trata de registrar un partido que está bajo sospecha, pues no olvidemos que, durante el proceso electoral, Margarita Zavala, fue acusada de falsear padrones para registrarse como candidata presidencial.

Felipe Calderón, encarna el declive de los partidos que interpretan que la democracia se construye únicamente bajo los estatutos judiciales y no en el trabajo e interacción social, pues asumen que las élites acostumbradas a promover la corrupción, la pueden utilizar como método para perpetuar el poder.

La crisis en México, no es exclusiva de un solo partido, pero Morena, representa en este momento, la lucha democrática que se aceleró con la necesidad de transformar las organizaciones políticas del país.