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Cortar por la línea de puntos

En medio de una parafernalia y publicidad ensordecedora de algunas películas, me encontré con una obra que rompe ese ruido: Cortar por la línea de punto

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Escrito en HIDALGO el

En semanas pasadas hemos presenciado un desfile de estrenos como desde antes de pandemia no vivíamos: una bomba tras otra, un ataque comercial y mediático para consumir las nuevas obras revelaciones de la cultura pop: historias americanas con más o menos trabajo en la construcción de personajes, en la narrativa y en los símbolos sin separarse de la fórmula conocida. Las últimas semanas se presentaron dos fenómenos mediáticos que eran muy esperados (y me incluyo): hablo de Spiderman No way home y Matrix Resurrections. En medio de toda esta parafernalia y publicidad ensordecedora, me encontré, en la comodidad de mi casa, con una obra que rompe ese ruido excesivo: Cortar por la línea de puntos.

Esta obra es una pequeña serie animada italiana, cuenta con seis capítulos con duración entre 15 y 20 minutos cada uno, está escrita y dirigida por el autor Zerocalcare y disponible en Netflix.

La narración cuenta una anécdota autobiográfica, y los capítulos podríamos decir que se dividen en tres partes: un recuerdo de infancia, el análisis emocional del personaje por él mismo, y el cierre donde vemos un poco más una trama que se va hilando capítulo a capítulo.

La historia es muy bella: Cortar por la línea de puntos nos permite acompañar al personaje principal (Zero), su conciencia en forma de armadillo y dos de sus amigos Seco y Sara, en donde van contando lo que ha significado nacer y leer el mundo desde la perspectiva de un chico clase media, punk, que nació en los años 80´s y por lo mismo, pertenece a una generación distinta al mundo actual, y aquí comienza la aventura porque el mundo nos atravesó y la vida nos superó, porque aprendimos, como el personaje, que ser un hombre y mostrar las emociones estaba mal,  y no es que ahora se viva mucho mejor: seguimos en una sociedad machista y patriarcal en donde sigue sin estar bien mostrar las emociones, pedir ayuda, hablar de aquellas cosas que nos atormentan día y noche como la búsqueda del destino propio y ser la persona que intentamos ser, para después darnos cuenta que a veces fallamos en el camino, que a veces solo nosotros vemos nuestros propios errores y nos juzgamos por no seguir “la línea punteada”, que, además, solo es la nuestra. Sin embargo, este problema es inherente a todos, a la sociedad, a la generación x, la millenial, los Z… Todos viviremos éxitos y derrotas y, a veces, ni siquiera podremos diferenciar a unas de otras, a veces cambiaremos de plan y de destino, a veces nos sentiremos bien, como cualquier protagonista que llega al cierre de un capítulo al resolver los conflictos, y a veces parece que no encontramos la salida.

Este pensamiento de protagonista, intuyo, ha estado presente a lo largo de la historia por dos motivos: porque siempre hemos buscado entender el mundo y para ello se crearon los mitos, y porque solo podemos ver y leer el mundo desde nuestra perspectiva personal y única, porque, bueno… no podemos salirnos de nuestro propio cuerpo. Y en ese sentido, las series y productos mass media nos permitió vernos aún más como protagonistas de nuestras propias historias, de nuestras sitcoms.

Pero la verdad es que todos vamos avanzando, e intentamos hacerlo bien, intentamos no equivocarnos y seguir el plan trazado, ya sea por la religión, lo que esperamos de nosotros mismos, lo que nos ha dicho la familia o la sociedad que debemos ser o, Dios nos libre, de la afiliación política. También es cierto que no hay un buen o mal camino, solo hay elecciones más o menos acertadas, y eso, solo para nosotros. Esas decisiones, en el mejor y extraño de los casos, nos encaminarán un poco más hacia donde queremos, hacia la persona que queremos ser, hacia esta versión ficticia de protagonista, y no está mal, pero ¿qué pasa cuando el capítulo no termina con todos juntos, con los amigos y la familia comiendo helado, mientras suenan los aplausos y se alejan las cámaras?

En Cortar por la línea de puntos nos encontraremos con una historia bien contada, en donde el personaje debate con su conciencia armadillo estos puntos y decisiones en su día a día.

Su belleza radica en lo cercana y entrañable que se vuelve, ya que la trama es algo que a todos nos puede ocurrir, o a alguna persona cercana, o sabemos de alguien que tal vez lo vivió, y como entes sociales, tendemos a la empatía, no solo para intentar entender cómo se siente la otra persona, seguramente más de uno se ha preguntado ¿qué pasaría si a mi me pasara eso?, ¿cómo actuaría yo?, ¿qué pensaría o sentiría? Esa empatía, es la que nos permite reconocer y apreciar a los personajes de esta serie animada.

Les recomiendo ver esta serie, porque no solo de superproducciones vive el ser, y estas historias que podemos sentir más cercanas, más entrañables e incluso pueden abrir viejas heridas, son las mismas historias que nos permiten volver a ubicarnos, ver qué tan bien o mal estamos siguiendo nuestra propia idea de línea punteada, pero también para ver que si no va como la planeamos, restarle un poco de importancia y abrazarnos, aceptarnos a nosotros mismos, porque, sea como sea, hemos llegado a donde sea que estemos, con una gran cantidad de esfuerzos y seguimos avanzando.