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Con sólo pedalear

A pesar de los beneficios comprobados del uso de la bicicleta aún restan muchos pendientes en la agenda pública. l Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

“Montado en una bicicleta, al estar ligeramente por encima de la altura de la vista de los peatones y los coches, se obtiene una visión perfecta del ajetreo de la ciudad en que se vive” describe el artista escocés David Byrne, en sus Diarios de Bicicleta, la sensación de placer y alivio que le produce pedalear por las calles de Nueva York, una ciudad en la que hasta hace una década, el flujo de automotores por sus venas era aparentemente infinito y caótico, pero que en los últimos años, ha modificado su frenesí cotidiano para dar paso a privilegiar el caminar y rodar en bicicleta por sus calles.

De madera y sin pedales, fue el primer vehículo de dos ruedas impulsado por el ser humano, llamado velocípedo, que durante la primera mitad del siglo XIX se popularizó en Europa y Estados Unidos. Al paso del tiempo se fue perfeccionando, hasta adquirir su fisonomía actual. 

Personaje principal de películas como la clásica “El ladrón de bicicletas”, de Vittorio de Sica, en la cual se muestra su relevancia de este bípedo de metal en la sociedad italiana de la posguerra o en “La bicicleta verde”, primer filme de una mujer saudita, donde se narra la historia de una chica árabe que vive en los suburbios de Riad y participa en un concurso de recitación del Corán para poder comprarse una bicicleta para jugar con un amigo, una situación inaudita en el país de Medio Oriente o “El chico de la bicicleta”, de los hermanos Dardenne, historia de Cyril, un chico problemático a quien su padre y madre abandonan, y cuya bicicleta es el medio por el cual se transporta para buscar ayuda de otras personas, después de abandonar la casa hogar donde fue dejado.

Lo que en un principio fue un objeto utilizado para el ocio de las clases altas decimonónicas, pasó a ser un medio de transporte para millones de personas en todo el mundo, y ahora, se ha convertido en una herramienta imprescindible para frenar el deterioro ambiental.

En materia de salud, el uso de bicicleta se ha asociado a una mejora de las funciones metabólicas y físicas de las personas además de beneficios a la salud mental y la reducción de las probabilidades de presentar sobrepeso u obesidad. Al ser un ejercicio aeróbico aminora los riesgos de padecer diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades crónicas. 

El pasado 2 de junio, se conmemoró el Día Mundial de la Bicicleta, una efeméride decretada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para “promover el uso de la bicicleta como medio para fomentar el desarrollo sostenible, reforzar la educación de los niños y los jóvenes, incluida la educación física, promover la salud, prevenir las enfermedades, fomentar la tolerancia, el entendimiento y el respeto y facilitar la inclusión social y la cultura de paz”.

En ese marco, el organismo internacional planteó la urgencia de adoptar medidas adecuadas para mejorar las condiciones de movilidad en las ciudades, pues hasta ahora, pocas medidas se han implementado para poder propiciar entornos seguros y confiables para quienes caminan o utilizan bicicletas en las calles. Además de replantear las condiciones de movilidad, el rediseño de los entornos urbanos, modificar los reglamentos de seguridad vial, reacondicionar el transporte público, renovar la señalización y el alumbrado público y cambiar la cultura vial y de convivencia ciudadana.

A pesar de los beneficios comprobados del uso de este medio de transporte, aún restan muchos pendientes en la agenda pública. El mayor de ellos, la garantía de seguridad de quienes la utilizan de manera cotidiana mientras circulan por calles y carreteras, pues en países como Estados Unidos, se han incrementado las cifras de uso de bicicleta en más de 50 por ciento, pero también las de accidentes fatales en casi 10 por ciento. Por lo que se ha urgido a revisar el tema, pues desde hace 48 años, no se han modificado las normas de tránsito en bicicleta.

Para el caso de México, el informe “Invertir en personas que caminan y utilizan bicicleta”, mostró que algunas ciudades han impulsado nuevas perspectivas de movilización no motorizadas. Sin embargo, las medidas no han sido implementadas de manera general, sino particular, habiendo aún un gran rezago en la ambientación de las ciudades para peatones y personas usuarias de bicicleta. Además de que se carecen de estudios en la materia y mecanismos de fondeo económico de las iniciativas. 

Lo anterior es urgente, pues se ha comprobado que el impacto del uso de la bicicleta como medio de transporte es muy alto, pues es sostenible, sencillo, asequible, fiable, limpio y ecológico, pudiendo contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero derivado del uso de vehículos de combustión. Una situación que requiere de acciones inmediatas ante la necesidad de evitar el incremento de la temperatura planetaria, un compromiso que debe comenzar a cumplirse en este año, conforme a los Acuerdo de París.

A propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, conmemorado este 5 de junio, la ONU hizo un llamado a volver a poner a la naturaleza como un eje fundamental para el desarrollo humano, sobre todo, ante realidades como que el cambio climático ha impactado en la salud pública ante la irrupción de nuevos agentes patógenos que solían no estar fuera de ciertos entornos ecológicos pero que ante la expansión de los núcleos humanos, han comenzado a acelerarse los procesos zoonóticos en los que se transmiten enfermedades de animales a humanos.

Por esa razón, el exhorto es a invertir en infraestructura que permita una mejor regulación climática; detener la deforestación; restaurar las áreas naturales degradadas; proteger a la biodiversidad; impulsar la producción sustentable; apostar por las energías renovables; mejorar la infraestructura existente para hacerla energéticamente más eficiente e invertir en la expansión del transporte público y rutas de bicicleta.

La relación entre la bicicleta y su usuario fomenta la creatividad y la participación social; asimismo, permite al ciclista conocer de primera mano el entorno local, aseguran los especialistas internacionales. Una de las mejores pruebas al respecto son las descripciones que nos comparte David Byrne en sus Diarios de Bicicleta, una etnografía contemporánea de los diferentes barrios neoyorquinos. Un ejercicio en el que debemos pensar como parte de esa tan anunciada “nueva normalidad” después de la pandemia, que lo será, en el sentido en que cada uno de nosotros o nosotras deje de pensar en el yo y comience a mirar el nosotros.