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Club Campestre versus parques por colonia

Suena maravilloso expropiar 70 hectáreas para un gran parque público, pero sería mejor dotar de 35 parques públicos a igual número de colonias populares. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

El gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, encargó al Secretario de Gobierno del Estado, Amador Rodríguez Lozano, preparar la expropiación del Club Campestre de Tijuana que, entre otras cosas, cuenta con 18 hoyos de golf. En distintas ciudades del país existen estos espacios llamados “Club Campestre”, donde por lo regular viven y concurren las familias más ricas, y donde, por supuesto, se remarca la diferencia entre ricos y pobres.

He visitado un par de veces Tijuana, donde tengo familia. La primera vez, frente a mis dudas para llegar a la garita, me explicaron, “No hay pierde, del lado americano se ve todo verde, del lado mexicano, todo gris”.

Como habitante de una urbe distante de la frontera con Estados Unidos, hay ciertos temas en los que me falta contexto, pero al parecer el Club Campestre no ha pagado predial y otras obligaciones. El abordaje de un retraso en los impuestos tiene otras salidas, distintas a la expropiación: el embargo, parcial o total, y en caso de negativa, el remate. De hecho, la causa legal de una expropiación sólo puede ser el interés público, no los adeudos.

A tan sólo cuatro meses de las elecciones para gobernador, a pesar de la amplia ventaja de Morena en las encuestas, la amenaza de Bonilla suena absolutamente política, además bajo un ambiente de tensión con el alcalde de Tijuana cuyos vínculos con el Club Campestre son públicos. De hecho, la sola suposición de que la causa sean los adeudos, podría servir de base para un amparo. No obstante, la afirmación que hizo el gobernador es tan fuerte, que rápido dio la vuelta por todo México, generando nuevas preocupaciones respecto a que este “cambio de régimen” es nuestra entrada al comunismo.

Como no conozco bien Tijuana, busqué en el mapa la ubicación del Club Campestre. En el plano se vio como una isla verde en un entorno entre gris y café. Seguro que si el Club Campestre se convierte en un parque público, si los hoyos de golf se transforman en juegos infantiles, canchas y arbolado, habrá un beneficio social elevado, pero también habrá consecuencias negativas: la ciudad enfrentará pérdida de valor y atractivo económico, con el antecedente de que hace unos meses revocaron los permisos para instalar una cervecera en Mexicali. Lo que se gane con un gran parque por la revancha social, se perderá por la vía de empleos, inseguridad y valor del suelo. No digo que el punto no sea discutible, pero sin duda la revancha no es la forma.

Vuelvo a la imagen de Google Maps. El entorno árido del propio Club Campestre nos dice que, si se quiere hacer algo por el acceso de la población a parques públicos, seguro encontrará suelo mucho más barato que expropiar, generando parques urbanos en todas aquellas colonias que carezcan de ellos, a distancias caminables para los niños que habitan en esas colonias. Suena maravilloso expropiar 70 hectáreas para un gran parque público, pero sería mejor dotar de 35 parques públicos de 2 hectáreas a igual número de colonias populares. 

Cuando miro las fotos satelitales de la Ciudad de México, encuentro en el centro y el poniente de la ciudad una buena dotación de parques, pero conforme me voy hacia el oriente, las colonias suelen padecer la carencia de espacios públicos. Por ejemplo, las colonias que rodean al Cerro de la Estrella tal vez tengan acceso al cerro mismo, que aún conserva algunas áreas arboladas, pero no tienen más que eso. Lo mismo en el caso de las Sierras de Guadalupe y Santa Catarina, las colonias en sus faldas carecen de espacios públicos.

Comúnmente los políticos piensan más en espacios faraónicos. El programa mismo de Sembrando Parques de la Ciudad de México así lo parece. Siempre es más llamativo volcarnos por espacios grandes y previamente constituidos, que hacer expropiaciones o compras de predios colonia por colonia, sobre todo en zonas populares. Sin embargo, el espacio público no debe ser un destino, sino un camino. El espacio público es la extensión de la casa.

En Bogotá, hace unos años, el alcalde Enrique Peñalosa también trató de expropiar el Club Campestre. Peñalosa dista mucho de ser un comunista, aunque sus políticas siempre fueron provocadoras. La reflexión que hacemos radica en la comparación de los beneficios: invertir cientos o miles de millones en un sólo espacio, versus distribuir esa inversión por decenas de colonias.

En la Ciudad de México también hay un Club Campestre relativamente céntrico. Pero considerando el precio del suelo de las colonias circundantes, más la cercanía con dos estaciones del metro y el Centro Nacional de las Artes, nos daría valores del predio por miles de millones de pesos, que sólo se podrían pagar si se permitiera construir edificios altos en su entorno a cambio del predio. Son discusiones válidas que normalmente las ciudades mexicanas no tienen. Sin embargo, sigue siendo más atractivo, en términos de beneficio social, esforzarnos por dotar de espacio público a las colonias que carecen de él, más que hacer públicos los grandes espacios verdes privados.

No me atrevo a desear que la propuesta de Jaime Bonilla no prospere, sería mucho mejor que Tijuana detonara una amplia discusión sobre su acceso al espacio público, colonia por colonia versus expropiar el Club Campestre. Si después de ello siguen considerando que es estratégico hacerse del predio, hay cómo financiar una expropiación de ese tamaño, por la vía de la densidad del suelo circundante, algo polémico pero posible. Sin embargo, mi recomendación sería que se volcaran hacia la dotación de parques en las colonias populares, y la misma recomendación haría a cualquier otra ciudad.