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Claro que es un drama

Claudia Sheinbaum considera que la preocupación social que ha provocado la grave situación por la que atraviesa la CDMX y el país es una exageración. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Para mi padre

in memoriam

Mientras en medio de la crisis sanitaria el presidente dedica su tiempo a leer la carta dirigida al rey de España para que se disculpe por las vejaciones durante la conquista, ofrece asilo político al fundador de Wikileaks, plantea la desaparición de los organismos autónomos -para concentrar aún más poder-, o destina 89 millones de pesos para remodelar el estadio de béisbol en el que juega el equipo de su hermano Pío, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México tuvo el desatino de afirmar que, ante el mayor pico histórico de hospitalizaciones alcanzado desde que inició la pandemia, no debemos dramatizar sino de actuar. 

Si acudimos a la Real Academia Española, por dramatizar se debe entender a exagerar con apariencias dramáticas o afectadas por lo que al parecer, con una gran insensibilidad, Claudia Sheinbaum considera que la creciente preocupación social que ha provocado la grave situación por la que atraviesa la Ciudad de México y el país es una exageración. 

¿Cómo sugerir siquiera que se exagera cuando se han rebasado los escenarios más pesimistas previstos por el mismo gobierno, la pandemia está claramente fuera de control y en algunas ciudades como la que ella supuestamente gobierna los sistemas de salud tanto público como privado se encuentran al borde del colapso? De acuerdo a información oficial, en este momento hay 9,459 personas hospitalizadas en la zona metropolitana del Valle de México y nos encontramos a tan sólo 53 camas para llegar a la cifra máxima de saturación, en tanto que el pasado martes se registró la cifra máxima de fallecimientos por covid-19 en un día con 1,314 casos sumando más de 135 mil, por lo que el número real debe superar los 300 mil, y también se reportó la segunda cifra más alta respecto a contagios reportados con lo que van más de un millón y medio.

Desde luego se trata de un drama para las decenas de miles de familias enlutadas por la pérdida de un ser querido -ya sea por el coronavirus o por otros padecimientos cuya atención se pospuso indefinidamente hasta que ya no había mucho que hacer-, para quienes buscan desesperados una cama de hospital o un concentrador de oxígeno que está costando cerca de 40 mil pesos y muy pocos pueden pagarlo -ni se diga del depósito que se requiere en un hospital privado en caso de que se encuentre espacio-. 

También es un drama para las personas que viven con preocupación constante, angustia, miedo y depresión ante el encierro, la posibilidad cada vez más cercana de contagio o ante la disminución o pérdida de sus fuentes de ingresos. Durante 2020 se registró una disminución de 647,710 empleos formales, decenas de miles de negocios han tenido que cerrar y todo indica que en el inicio de este año la situación se agudizará por el nuevo confinamiento que se sigue extendiendo ante la gravedad de la situación así como por la falta de apoyos gubernamentales. 

Existen motivos suficientes para lamentarnos, los estragos han sido brutales y, a pesar de lo que diga el presidente, a 10 meses no se alcanza a ver la luz al final del túnel. Conforme pasa el tiempo se comprueba que desde un inicio el manejo de la pandemia ha sido desastroso y no se advierte la menor intención de reconocer y rectificar. La ampliación de la estructura hospitalaria no basta, sobre todo cuando no se cuenta con especialistas, personal, equipo e insumos suficientes, en tanto que la principal -y todo indica que única- apuesta del gobierno que está en las vacunas, implica enormes retos logísticos, ya se está politizando de cara a las elecciones y para vacunar a la población que se requiere para lograr la inmunidad, probablemente habrá de pasar otro año de incertidumbre, pobreza, enfermedad y muerte. No estamos exagerando, claro que es un drama.