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Calero y un maletín de dinero

Calero estaba deseoso de mostrar que no se habían equivocado al traerlo; quería lucir sus habilidades. | Omar Pérez Díaz

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Escrito en HIDALGO el

Ya casi no hay futbolistas como Miguel Calero.

Y no, no nos referimos a su estatura ni a otras cualidades físicas del arquero cafetero que llamó la atención de Andrés Fassi en 1999, cuando lo vio volar de poste a poste con el Atlético Nacional.

La personalidad del “Show”, como le decían en su tierra porque arriesgaba a salir jugando como René Higuita, convencieron al directivo tuzo de firmarlo pues sabía que no podrían comprar al argentino Nacho González, quien ganaría el primer título con Pachuca por esas fechas.

Fassi regresó a la capital hidalguense para organizar una “coperacha” entre los socios del club y reunir los 250 mil dólares que se necesitaban para amarrar al portero.

Tres meses después, los que pusieron esa plata dudaban que hubieran hecho la inversión de sus vidas: Atlas tundió 5-1 al Atlético Nacional en Copa Libertadores con Miguel bajo los tres postes del Estadio Jalisco. “Pensé que luego de verme en ese partido se iban a arrepentir jejeje”, solía bromear el colombiano sobre ese episodio.

No fue así. A mediados del 2000 aterrizó en el cuadro que manejaba Javier Aguirre.

Calero estaba deseoso de mostrar que no se habían equivocado al traerlo; quería lucir sus habilidades. En la segunda jornada, cuando visitaron al Necaxa, casi salió hasta medio campo y se lanzó de tijera para cortar un avance del rival.

En la charla de medio tiempo, El Vasco terminó con el “Show” diciéndole:

- A ver cabrón… acá estás para que atajes, para que te lances en la portería, no para que hagas esas mama&@#s en la cancha.

Las palabras de Aguirre se quedaron tatuadas en la mente del recién llegado. Comprendió que debía enfocar con absoluta pulcritud su rol en el equipo.

ASÍ COMENZÓ LA LEYENDA

En dos años ganó tres títulos, dos de ellos frente a Tigres, convirtiéndose de inmediato en estandarte de los Tuzos.

Justo después del triunfo en el Invierno 2003, sucedió algo insólito.

Un club mexicano tenía la costumbre de tentar a los jugadores para jugar con sus colores enviándole un portafolio lleno con dólares. “Esto sólo por aceptar”, decía el enviado secreto.

Ese maletín se abrió ante Miguel Calero, quien reaccionó sorprendido.

“Nunca había visto tantos billetes juntos, hermano… no, no, ahí pensé que mi paso en Pachuca se terminaba”, reveló años después.

Sin embargo, Jesús Martínez siempre halló la forma de que se quedara. No fue la única oferta que rechazó para quedarse. Igual trataron de llevarlo a Boca Juniors de Argentina.

“Hay cosas más importantes que el dinero”, aleccionaba a sus hijos Miguel y “JuanJo”.

EL CÓNDOR ESCOGIÓ LA GLORIA

Defendió la camiseta azul y blanca durante once años. Se hizo referente en una época dorada para la Cuna del Futbol Mexicano con entrega y carácter.

Un histórico de los Tuzos y el futbol mexicano por esa personalidad que detectó Fassi cuando lo vio por primera vez en Medellín.

Se cumplen ocho años de que un mal circulatorio le arrebató la existencia ante la consternación de todo el planeta del futbol.

Sus restos fueron llevados a hombros por sus compañeros en el Estadio Hidalgo, el escenario de sus mayores logros. Diez títulos, ni más ni menos.

Miguel Calero está por siempre en Pachuca; en las estrellas del escudo; en el corazón de la gente. Logros en vida que resonarán en la eternidad.

REMATE                                 

Guardadas sean las proporciones: así como Jesucristo eligió a su apóstol Pedro para ser la piedra sobre la que edificó su iglesia, el destino quiso que sobre Miguel Calero descanse la grandeza futbolística del Pachuca. Amén.