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Agredir a la mujer

Leyes firmes, respeto, responsabilidad y no impunidad hacia las mujeres. Eso urge. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

Así que 2019 resultó en 74 mil 632 víctimas mujeres por lesiones dolosas, extorsión, homicidio doloso, corrupción de menores, feminicidio, secuestro, trata de personas y tráfico de menores. Esto según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Y que durante el primer año de gestión del presidente López Obrador, hubo un aumento del 2.5% en el número de mujeres víctimas de ilícitos respecto de 2018. Y que tan sólo de diciembre a enero de este año, los delitos sexuales en contra de mujeres aumentaron 19.87 por ciento en relación con el mismo periodo en 2019 anunció apenas la Fiscalía General de Justicia la Ciudad de México.

De estas cifras se desprende que en el país el apartado más nutrido fue el de lesiones dolosas con 65 mil 457 casos; luego extorsión con 3 mil 88; homicidio doloso con 2 mil 818; corrupción de menores con 1 mil 466; feminicidio con 6 mil; secuestro 410, trata de personas 374 y tráfico de menores 12. Esto si se consideran hechos denunciados. Muchos otros quedan en el silencio por temor a represalias, por desconfianza en las autoridades o porque no hay quien se encargue de hacer la denuncia. O no hay quien la atienda.

El tema del feminicidio es mundial. Ocurre en cualquier lugar y momento. Es una especie de epidemia internacional en la que los depredadores no sólo son varones; también hay mujeres que agreden a mujeres, pero la víctima termina siendo femenina.

Así que, al menos 3 mil 529 mujeres fueron asesinadas en 2018 por razones de género en 25 países de América Latina y el Caribe, aunque los datos reales podrían ser mucho más altos ya que en algunos sólo se recopilan como feminicidios o femicidios los cometidos por la pareja o expareja de las víctimas, según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). En la Unión Europea, 2019, mueren 50 mujeres cada semana...

Y aunque hay leyes en distintos países que endurecen los castigos por feminicidio, el problema no disminuye y sí, se ha incrementado, como ocurrió en México el año pasado.

El problema es múltiple y tiene que ver con aspectos de cultura, educación, económicos, políticos, de género, sociológicos, sicológicos... tantos más. Pero el que resalta a todo esto es el tema de la agresión, por la agresión misma en contra de la mujer, en general perpetrado por hombres vinculados con ellas o bien por el tipo delincuencial patológico.

Hay el caso, asimismo, en el que mujeres agreden a otras mujeres de distinta manera, ya laboral, o del tipo social o, incluso, por rencillas personales o, también, por patologías fuera de serie.

Así que desde temprana edad ocurre que las mujeres son vistas como la parte débil del cuerpo social mundial. Y en México a esto ha contribuido una vieja historia de machismo en el que el hombre predomina sobre la mujer, en su posición social, laboral, económica, cultural...: “la mujer, como la carabina, cargada y en la cocina”, dicen.

El problema, decíamos, es multifactorial y así debe estudiarse y solucionarse. Es un tema que tiene que ver con políticas públicas, educación, salud, cultura, proceso económico y, por supuesto, consideraciones mentales...

Porque eso es también. Es una enfermedad de una parte de nuestra sociedad que muestra animadversión y repudio a la presencia femenina. No es un tema sexual propiamente, tiene que ver con intimidades y presunciones, con temores y con odios guardados al género distinto. Tanto y más... Y ese rechazo de algunos, se expresa en distintas formas. Lo laboral, por ejemplo.

Se sabe que, en muchos casos, la mujer gana menos que el hombre para hacer tareas similares. Se insiste en que predomina la preferencia por el varón para puestos clave, por encima de las capacidades ciertas de la mujer; se insiste en que la competencia es desigual. Y así en distintos espacios de la actividad productiva y económica.

Las mujeres, millones de mujeres, han dado muestras de talento suficiente, inteligencia, calidad de trabajo, reflexión y humana, para hacer frente a responsabilidades superiores. En donde se desprende que no es un asunto de igualdad de género, sino de calidad de género...

Porque de un tiempo a esta parte se habla de equidad de género nombrando, para gabinetes, parlamentos, cámaras legislativas, justicia, academia... al mismo número de mujeres que de hombres. Está bien siempre, aunque mejor sería que esta selección fuera en tanto capacidades, talento, conocimiento, sentido humano y de justicia por lo que no es uno –más– uno lo que se busca, sino el predominio del talento. A lo mejor más mujeres que hombres, o viceversa, sin que el sentido de igualdad se mida por la cantidad sino por la calidad: simple y sencillamente.

Pero nada, que el eje central es el de la violencia que se ejerce en contra de la mujer. Y esto habrá que tratarse desde el punto de vista sicológico por el grado de enfermedad mental de quien agravia a la mujer, en distintas medidas, incluso la muerte. Véase el incremento de feminicidios en tan solo un año y el extremo de violencia que se usa.

Por la otra parte, también es cierto que muchas mujeres agravian al hombre. Lo es. Hay maltrato al masculino, de distintas maneras, de distintos grados: el chantaje familiar, la retención de los hijos, las exigencias económicas sin fundamento, los golpes, insultos, agresiones físicas o verbales, el sometimiento del hombre por parte de algunas mujeres también existe. Es cosa, asimismo, de descomposición familiar y social. ¿Quién es responsable de esto?

Es urgente que, como parte de políticas públicas de integración, se revisen estos fenómenos que pueden ser prevenidos mediante respuestas múltiples y multisectoriales; pero también es cierto que la justicia debe operar de forma rigurosa cuando se pruebe dolo, mala intención, maldad y odio hacia la mujer. Leyes firmes, respeto, responsabilidad y no impunidad. Eso urge.