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¿Y no extrañas México?

No terminaría nunca de contar todo lo que extraño de mi país; sin embargo, debo ser objetiva y saber que México no es un buen lugar para vivir | Andrea Miranda

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Escrito en OPINIÓN el

Desde hace 5 años, Santiago de Chile ha sido mi casa y la ciudad donde he aprendido muchísimo a través de personas y realidades distintas. Siempre que conozco a alguien y entablamos una conversación, surge el inevitable cuestionario que he escuchado desde el día 1 que vivo en Santiago: “¿Y no extrañas México?, ¿ya te acostumbraste?, ¿piensas volver?, ¿qué es lo que más te ha gustado de aquí?”, etcétera.

Creo que ningún mexicano que viva en el extranjero se escapa a este interrogatorio, es ya algo protocolar al momento de ampliar nuestro círculo social; sin embargo, no había caído en la cuenta de cómo han ido cambiando mis respuestas a lo largo de estos 5 años, y es natural, puesto que mi experiencia de vida se transforma cada día con todo lo que conforma mi cotidianidad.

Inicialmente respondía con el corazón en la mano y la añoranza a flor de piel, dejando a México en un pedestal y contradiciendo a todo aquel que tuviese una opinión negativa sobre mi país. Me era imposible ser objetiva porque México es mi hogar. Es donde crecí al lado de mi bisabuela y conocí amistades que llevo conmigo desde hace más de 10 años. ¿Cómo iba a ser posible que hubiese una opinión negativa sobre ese bellísimo lugar que me hizo tan feliz? Seguramente era porque no lo conocían y se dejaban llevar por la imagen que los medios de comunicación reflejaban: el México inseguro. México violento. México narco. México macho. México ignorante. Con un dolor muy grande, descubrí que era yo quien se negaba a conocer al verdadero México.

No concuerdo con aquellos que veneran las noticias como fuente única de conocimiento, pero no puedo negar que mi país tiene un lado oscuro que yo no veía. No lo veía porque cuando viví en la Ciudad de México, para mí era normal tener que cuidarme de que nadie me siguiera cuando caminaba por la calle a las 3pm o a las 10pm, o no sacar mi teléfono celular ni en el metro porque podían robármelo en cualquier momento. También era de lo más normal tener que incluir dentro del presupuesto de las salidas cierta cantidad para sobornar a los policías por si nos llegaban a parar en el auto, aun cuando estuviéramos manejando con papeles al día y en estado de sobriedad, porque sin mordida terminábamos sin auto, sin dinero y con multa.

Hemiciclo a Juárez. Recordatorio de laicidad

Ahora, y solo ahora que he tenido una experiencia mayor en la ciudad de Santiago, he podido ver ese lado feo de mi México al contrastar lo que solía ser mi realidad con lo que es actualmente. Estoy consciente de que no es normal temer por tu integridad física a cada segundo del día, ni sentirte insegura con los mismos policías. Sé que en cualquier parte del mundo debes velar por tu seguridad, pero no al grado de tener que mirar con desconfianza a todo aquel que te rodea. En cambio, Santiago de Chile me ha enseñado a disfrutar de un paseo en bicicleta por la ciudad, a salir de fiesta con mis amigos, a caminar por las calles un poco más tranquila (porque ser mujer es peligroso sin importar en donde vivas), a trabajar sin dejar de lado mis estudios y tener condiciones dignas y beneficiosas, a no tener que tardarme 3 horas en ir de un lado a otro. Todo esto y más se lo agradezco a esta ciudad y a su ritmo de vida tan pacífico que muchos de sus habitantes no son capaces de apreciar, pero es porque, al igual que yo hace unos años, normalizan su realidad y quizá no tienen puntos de comparación que les puedan dar otra perspectiva.

Puedo decir que extraño con toda mi alma a México, que mi familia, mis amigos, mis comidas y mis tradiciones siempre serán la piedra angular de lo que soy; no tengo cómo describir lo mucho que me hace falta salir a la calle y encontrar 3 puestos de comida por cada dos pasos que doy, lo mucho que extraño tener muchos museos por visitar con exposiciones interesantes y variadas, o las ganas que me dan de ir a comprar tortillas que me encargó mi abuelita para que pueda preparar mis chilaquiles verdes que tanto me gustan, o cuánto extraño ir a alguna posada navideña con mis amigos.

No terminaría nunca de contar todo lo que extraño de mi país; sin embargo, debo ser objetiva y saber que México no es un buen lugar para vivir, aunque tenga todo lo que más amo, no podría residir nuevamente en mi país porque en él no se vive, se sobrevive, y hay una diferencia abismal dentro de ese prefijo. Sincera y tristemente, me he acostumbrado tan bien a Chile y a su tranquilidad, que cuando visito México me siento ajena a él en algunos aspectos.

Solo espero que en 5 años más, mientras yo sigo presenciando los cambios de este país (Chile), mi México lindo pueda florecer y su gente disfrute lo bello que es. Creo que, para empezar a ir en el camino correcto, primero tenemos que darnos cuenta de que estamos equivocados, y confiar en que tenemos todo para abrir nuevas y mejores posibilidades si dejamos de normalizar lo que sucede a nuestro alrededor. Para cambiar el país, debemos empezar por nosotros: respetar leyes y a la autoridad, ser educados, honestos y civilizados, apoyar nuestros talentos, cuidar a nuestros viejos, a nuestros poco valorados indígenas, a nuestras mujeres y niñas… Dar para merecer lo que pedimos.

Somos más los buenos mexicanos que queremos ir en la dirección correcta que aquellos que se perdieron y se niegan a intentar reivindicarse. Pongámonos en marcha.

Simplemente Luis

@OpinionLSR | @lasillarota