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Antonio y Patricia luchan por recuperar la tradición y su negocio de calaveritas

Antonio y su familia buscan recuperarse de las bajas ventas del 2020, cuando la pandemia de covid-19 estaba en su apogeo

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Escrito en NACIÓN el

En casa de Antonio Oliva Barreto, ha habido años en que se ha quedado sin calaveritas para sus ofrendas de Día de muertos, y se ha visto obligado a comprarlas en algún mercado cercano. Lo paradójico es que él y su familia fabrican miles de azúcar y chocolate a partir de junio de cada año, entonces cuando eso pasa, es porque su producción se vendió tanto, que ni para ellos les quedó.

“A veces se nos han acabado y tenemos que comprar unas para nuestros difuntos”, dice a La Silla Rota, entrevistado en su casa, que también es su fábrica, Fat y Gio, nombrada así por sus hijos.

Este año él y su familia buscan recuperarse de las bajas ventas del 2020, cuando la pandemia de covid-19 estaba en su apogeo y ante la cantidad de decesos y contagios, había más restricciones sanitarias. Sólo vendieron calaveritas que caben en la mano, y ya no hicieron las más grandes, que son del tamaño de un cráneo normal, y así son llamadas. 

Pero en este 2021, ya retomó la fabricación de estas últimas, y durante la entrevista, su esposa, Patricia Serna, concentrada, las decora cuidadosamente, pone en el cráneo de chocolate ojos, les marca las cejas, les dibuja unos trazos curvos en la nuca, deja caer brillantina y en la parte de arriba les coloca papel estaño de distintos colores. Al final ya no es solo un molde: es una pieza artística efímera, que terminará siendo disfrutada por algún goloso o golosa, luego de ser puesta primero para sus santos difuntos.

“La tradición se ha reforzado, la gente cada año llega y hace que esto no se pierda”, afirma con conocimiento de causa, ya que de los 45 años que tiene, 31 los ha dedicado a la elaboración de calaveritas, ya que empezó cuando tenía 14.

SÓLO EL 2020 FUE FUNESTO PARA SUS VENTAS

“Tuvimos que pedir prestado para salir a trabajar. Mucha gente canceló de lo que nos compraba, no salió una cuarta parte, y los estuches y envases se quedaron bastante”, añade, en uno de los pocos momentos en que su rostro se ensombrece.

Pero este año es optimista de que será mejor. En sus estantes tiene cajas con calaveritas de distintos tamaños, listas para ser metidas a cajas de acetato y ser entregadas, principalmente al mercado de dulces de la Merced, y también para ser enviadas a otros estados e incluso a Centroamérica, de donde también recibe pedidos.

“Gracias a Dios dejaron abrir los mercados y salió el producto”.

SUBEN DE PRECIO LOS MATERIALES

Un inconveniente que enfrenta este año es que los insumos para sus productos como el chocolate, el azúcar, los colorantes y algunos materiales para adornar a sus calaveras, como son los ojitos o en las más grandes, papel estaño, han aumentado de precio. Pero lo que se cotizó más alto fueron las cajas de acetato para cubrir y proteger desde las minúsculas calaveritas, hasta el tamaño cráneo.

Con la demanda de las caretas contra la covid, aumentó su precio, y una caja ovalada que hace un año estaba en 15 pesos, subió a 30. Para no afectar la venta de los cráneos de chocolate o azúcar, que son delicados, optó por comprar cajas cuadradas, más baratas.

Antonio adelanta que su fábrica de calaveritas de chocolate y azúcar, a partir de noviembre se convertirá en manufacturera de dulces con figuras de corazones y ositos, para el Día de San Valentín.

 

TRADICIÓN FAMILIAR

Comparte que hacer calaveritas forma parte de una tradición familiar, ya que su papá se dedicaba desde 1968 a la creación de estas, infaltables en las ofrendas del Día de muertos y que ya comienzan a ofrecerse en mercados y tiendas.

Desde ese tiempo hemos fabricado dulces, chocolates y hasta chicharrones. Desde que mi papá falleció, cada uno de mis hermanos se quedó con su taller y desde ahí cada quien fabrica lo suyo

Él comenzó a ayudarle desde hace 27 años y hoy está a cargo de su fábrica y lo acompaña su esposa, quien le ayuda a la decoración de las calaveritas y está presente en la entrevista, en el lugar donde en una mesa están formadas calaveritas de diferentes tamaños, algunas ya decoradas con flores hechas de azúcar glass, otras esperando pacientemente su turno.

La fábrica es un espacio de dos cuartos que en suma son alrededor de 60 metros cuadrados. El lugar tiene un embriagador olor a chocolate, que además no es cualquier tipo de chocolate, sino uno con cocoa que impide que, con el paso de los días, las piezas pierdan brillo y se pongan grises, con aspecto viejo, explica el chocolatero.

Antonio abre una bolsa de la caja del chocolate que usa, y que tiene una presentación similar a figuras de monedas, que para usarse deben ser fundidas. Luego se vacían en moldes, se dejan enfriar y entonces es cuando las figuras comienzan a decorarse, dulla en mano, de flores de colores vistosos: amarillo, similar al de las flores de cempasúchil, rosa, verde, y se acomodan en cajas de acetato para ser entregadas.

Conforme aumentan los tamaños, se les comienzan a poner en las cuencas ojos, algunos bailarines, y otros de lentejuela o papel. Los cráneos son los que tienen la decoración más abundante, pues su tamaño así lo permite.

INSPIRADOS EN FRIDA

Pero la figura reina es un cráneo inspirado en la pintora mexicana Frida Kahlo, artista que además era amante de las tradiciones populares. “Es el que más nos piden”, presume el dulcero.

En la decoración de cada uno, Patricia, la esposa de Antonio invierte alrededor de 10 minutos. Además de las líneas en la frente, coloca caramelos con figuras de flores y ramitas, y en todo el cráneo deja caer brillantina.

“Todo es comestible, menos el papel estaño y el de china para las flores que van a manera de diadema”, explica ella, concentrada en hacer una.

El dueño de Fat y Gio no oculta su orgullo y saca otra Frida para exhibir, solo que ésta es de azúcar, cuya superficie brilla aún más que la de chocolate. Dice que el año pasado hizo unos cráneos con cubrebocas, que también tuvieron éxito. Otras figuras que vende son la de la pirata, con paliacate incluido, la viuda y una que incluye una vela que se derrite. Un modelo que este año ha comenzado a venderse es el de los perritos, para quienes han perdido a su mascota, pero a él ya no le dio tiempo de hacerlo.

A menos de tres semanas del Día de Muertos, Antonio ya tiene la mayor parte del trabajo. La preparación de las calaveras comienza desde junio, cuando comienza a recibir los pedidos, comprar los materiales y a fabricar las más pequeñas, las llamadas tamaño cero. Agosto es el arranque de la producción de las más grandes, como los cráneos, de las cual elaboró mil.

Dice que en su mayoría los pedidos que recibe son del mercado de la Merced, pero también le llegan de otros estados del país y sus productos han llegado incluso a Guatemala.

El ultimo día que trabajan las calaveritas es el 25 de noviembre. Él y sus trabajadores se toman unos días y luego comienzan a trabajar en los dulces del día del Amor y la Amistad, y pasando esa fecha romántica, se preparan para el día del Niño.

“La temporada de calaveras es la mejor porque, aunque es muy corta, se vende más”, concluye.

MJP