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“La soñé, me pidió que la adorara”; la Santa Muerte salvó así a Memo de un accidente

Hace diez años, doña Queta hizo pública su devoción a la muerte e instaló el altar de la Niña Blanca que a diario recibe cervezas, pastel, mariachis y marihuana

Escrito en METRÓPOLI el

La devoción y las mandas llevan a algunos a ir de rodillas, todos llevan una ofrenda, le echan porras. En las calles de la colonia Morelos de la Ciudad de México, La Santa Muerte se ve y se siente.

Sobre la calle Alfarería, en el número de 12, está el primer santuario que se construyó para la también conocida como Niña Blanca. Ahí, se le venera, se le agradece o se le pide. Entre las súplicas más socorridas están la salud y el dinero.

A un costado del altar está Enriqueta Romero, quien el 31 de octubre del 2011 decidió hacer pública su fe y poner el primer altar a la Santa Muerte en la CDMX.

“Si estoy aquí es porque tengo una misión y porque Dios lo permite, si Dios no lo permitiera yo no estaría aquí, pero estoy porque Dios lo permite y porque tengo una misión aquí“, comenta mientras pide a la gente que avance. 

Por la pandemia no se les permite quedarse o arrodillarse frente al altar, deben entregar su ofrenda, a veces cigarros, alcohol, dulces, veladoras, a veces solo amor o dinero; tocan el cristal que protege a la imagen de La Niña Blanca y se deben retirar.

(Fotografía: Fernanda García)

Caminar sobre Alfarería es conocer la devoción. Desde la esquina con Mineros, los fieles se colocan sobre la calle, ponen sus imágenes, la mayoría ataviadas con vestidos hechos a mano para su patrona. Conforme pasa la gente, se van llenando de dulces. Algunos rocían “bendiciones en spray”, otros un poco de alcohol de caña. También les van dejando cigarros encendidos y hasta “porritos” de marihuana.

Doña Queta erigió el santuario porque quería hacer pública su fe. Aunque en el imaginario colectivo adorar a la Muerte va en contra de Dios, ella sabe que no es así. Se complementan, “Dios es vida y tiene su dualidad que no significa que sean contrarios, todo es mediante Él”.

(Fotografía: Fernanda García)

LAS MANDAS, EL AMOR Y LA FE

Hace cinco años, Guillermo tuvo un accidente automovilístico, ya no quería vivir. Una noche soñó que “su Flaquita” le pedía que la adorara y así lo dispuso. Desde entonces, asegura, su veneración le permitió querer vivir, “hacer las cosas bien”.

Cada que visita el Santuario de doña Queta, llora de emoción. Llega con una imagen de no más de 50 centímetros en mano y lo hace para agradecer la vida que hoy tiene.

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(Fotografía: Fernanda García)

“Es una gran emoción, vienes como a celebrar un cumpleaños de alguien que devotas y se siente alegre porque hay mucha gente unida, pues a adorar a alguien que te ha ayudado mucho, te apoya en los peores momentos, creo yo”.

LA SANTA MUERTE NO ES SÓLO PARA DELINCUENTES

Entre los fieles está Lety, quien una vez al mes avanza por Alfarería de rodillas. La Santa Muerte, asegura, salvó a su mamá por lo que religiosamente cumple su manda desde los 15 años. Hoy su fe la comparte con sus hijas, lo hace gustosa.

Cuando se le cuestiona qué significa para ella, sólo piensa en una palabra: Amor. Sabe también de la mala fama que se la ha hecho a su Patrona, y sí, que hay de todo entre sus fieles, como en cualquier otra religión.

(Fotografía: Fernanda García)

“A final de cuentas hay mucha gente que se me ha acercado y me dicen que La Santa Muerte es para tatuados, para los drogadictos, rateros, pues realmente no, yo digo que, antes de hablar, primero la conozcas, confíes en ella, ella no te quita nada, sí te ofrece y te ayuda, no te quita nada”.

AUMENTAN SUS SEGUIDORES

A pesar de que la Iglesia Católica no aprueba su adoración, el primer día de cada mes se ofrece una misa en su honor, ésta es prácticamente igual a cualquier otra festividad de esta religión: Ave María, Credo, Padre Nuestro y los nueve misterios.

Para muchos, el 1 de noviembre es el día más adecuado para venerar a la Flaquita, para otros, todos los días son buenos.

Durante la pandemia de covid-19, sus fieles se multiplicaron, cada vez más devotos y sin ser homogéneos. Los hay de todas las clases sociales, saben que una vez que entran a Alfarería, se hermanan por la fe.

A diario le llegan flores y veladoras al altar más famoso de la CDMX, el de Alfarería 12.

“SE VE, SE SIENTE, LA SANTA MUERTE ESTÁ PRESENTE”

Conforme van llegando los fieles, doña Queta comienza a organizar la comida. Recibe donaciones de todo tipo: cervezas, arroz, mole y hasta pasteles para hacer la fiesta de La Niña Blanca tan generosa como se pueda.

(Fotografía: Fernanda García)

Pasado el mediodía, se regalan los primeros platos. Este año fue mole rojo y arroz blanco, así cientos de personas se forman para poder “echar un taco”.

(Fotografía: Fernanda García)

“No hay reglas, yo no le puedo decir a la gente qué hacer o qué no hacer, nada te inspira es solo de repente, todo llega a su tiempo”, señala Doña Queta antes de comenzar a servir. El mechón blanco de su corta cabellera la distingue entre la multitud. Todos quieren saludarle y abrazarla.

(Fotografía: Fernanda García)

Afuera del Santuario, el mariachi no deja de soñar. Además de “Las mañanitas”, le cantan cualquier otra canción que hable del amor. Entre canciones se asoman las porras, niños y adultos le gritan a todo pulmón, su euforia resuena en el cristal que hoy protege a la imagen de metro y medio más adorada.

(Fotografía: Fernanda García)

Quienes creen en ella, aseguran que La Santa Muerte llegó a unificar a los barrios bravos de la CDMX, pues el altar de Doña Queta está a tan sólo dos cuadras del corazón de Tepito.

Aunque cumplir las mandas es doloroso, lo hacen gozosos. Para los miles de fieles, La Niña Blanca les ha brindado no solo fe y devoción, también milagros que, aseguran, los llevan de vuelta al primer Santuario que se erigió en Ciudad de México con la simple intención de compartir creencias y adorar a la Santa Muerte.

(Fotografía: Fernanda García)

Así que Alfarería cobra vida, no hay hora para que terminen los festejos y este año no sólo se celebra a la Flaca, también los 20 años de la fe de doña Queta, si cada año hay manteles largos, éste, señalan los asistentes, se siente más especial. Ahí la Santa Muerte se siente, por ello acuden, rezan y lloran en el número 12, a donde hace dos décadas llegó la imagen de La Niña Blanca y se determinó ponerle un altar en la calle.

EL TEMPLO DE LA SANTA MUERTE INTERNACIONAL

Atraídos por una imagen de 22 metros de altura con la figura de la muerte, cientos de feligreses procedentes de distintas partes del país participaron en las celebraciones en honor a la “Niña Blanca” como ellos la llaman, en el templo de la Santa Muerte Internacional que se encuentra al lado de la vía López Portillo.

Ana Laura, de 22 años de edad llegó con sus dos hermanos de 16 y 18 años, con su padre quien es vigilante en un centro comercial de la CDMX, llegó al templo de la Santa Muerte antes de las 12:00 horas cargando una figura con la esfinge que venera. 

“Venimos como cada año a orar por que nos permita llegar al final de nuestras vidas cuando sea el momento, para que nos cuide y proteja”, explicó la joven al momento de ingresar al recinto que a esa hora ya se encontraba repleto.

Los días primero y dos de noviembre cuando la mayoría de mexicanos conmemora Día de Muertos, y la iglesia católica el Día de todos los santos (el primero de noviembre) y Día de los fieles difuntos el dos de noviembre, en este lugar del tempo de la santa Muerte la celebran a ella, a la que todos llaman la Niña Blanca. 

(Fotografía: Especial)

Casi en punto de las 12:00 horas de este primero de noviembre una joven hace el llamado para participar en la oración, colocar ofrendas y bendecir figuras, celebración que duraría unos 40 minutos, luego una danza prehispánica en honor de la muerte. 

El templo era encabezado hasta el 2018 por Enriqueta Vargas la “madrina”, quien murió de neumonía en el 2018, después del fallecimiento del fundador comandante Pantera Jonathan Legaria Vargas en 2008, y ahora quienes se encargan del Templo de la Santa Muerte Internacional, son las hijas del comandante pantera, Ana Laura y Cristel Legaria. 

(Fotografía: Especial)

Al sitio por lo que se escuchó en el interior al dar la bienvenida, recibió visitas de personas de Nuevo León, San Luis Potosí, Guanajuato, Guerrero Estado de México y la Ciudad de México en este el primer día de celebración y culto a la muerte. 

Este día programaron 3 celebraciones de oración, a las 12:00, 17:00 y 22:00 horas, de este lunes y el martes 2 de noviembre en los mismos horarios. 

El párroco José Luis Juárez, de la Pastoral de Comunicación de la Catedral de Tlalnepantla refiere que no aprueban el culto a la muerte por ser un estado de transición y culminación de la vida. 

“Hay quienes confían su fe a creencias que más bien son cultos esotéricos, no una religión como tal, en ello las personas seguidoras de la muerte reflejan el verdadero temor que tienen por terminar su vida de forma violenta y, para ellos, anticipadamente”, dijo el sacerdote.

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