Sor Juana Inés de la Cruz desde su posición de monja defendió la igualdad entre hombres y mujeres, sobre todo par acceder a la educación y conocimiento, dijo la directora la Escuela de Extensión UNAM-Canadá, Alicia Mayer González.

Hasta hoy, muchas mujeres se siguen identificando con Sor Juana. “Es extraordinariamente significativo que la voz de Sor Juana siga conectando con los lectores actuales, en particular con las mujeres, en su lucha por la igualdad”, agregó Mayer al ofrecer la conferencia virtual “De Sor Juana a nuestros días: la lucha por la igualdad de género”. 

Las opiniones de Sor Juana respecto a amor, la misoginia y la igualdad entre los sexos le granjearon la animadversión de autoridades de la Iglesia, a quienes enfrentó con la retórica.

En su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, Sor Juana sostuvo que las mujeres eran capaces de hacer más que la filosofía de la cocina, defendió el derecho de estudiar sin importar el sexo, pero este impulso de saber y aprender la sometió al fuego de la persecución, al crisol del tormento.

Lee: La relación amorosa poco convencional de Simone de Beauvoir y Sartre

Sor Juana Inés de Cruz y su amor oculto por la virreina

Los escritos de Sor Juana fueron calificados de “mundanos”, estaban más relacionados con los asuntos seculares de los hombres que con la religión, le dijo el obispo de Puebla.

Por el año 1690, Sor Juana escribe La Respuesta a sor Filotea de la Cruz, un manifiesto que defiende el derecho de la mujer a la educación, en el que citó a un famoso poeta aragonés para reivindicar el papel femenino en el conocimiento y la educación.

“Pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”.

Con una escritura creativa y reclamos poéticos Sor Juana, quien nació un día como hoy de 1648 en la Ciudad de México, se iba consagrando más como una poeta de la vida, del amor y los requiebros de los desamores, que como una monja.

Los conventos fueron su refugio de estudio, fueron la única posibilidad que encontró para ungirse con los libros. Sor Juana había pedido a su madre que la vistiera de hombre para poder ir a la universidad, ante la ausencia de dicha complicidad, se tuvo que conformar estudiando en la biblioteca de su abuelo, escriben algunos. Sin embargo, Octavio Paz afirma que se hizo pasar por hombre para entrar a una casa de estudios.

Lee:  El amor apasionado entre Frida Kahlo y Chavela Vargas

El castigo, como recurso para disciplinarse, fue la constante de la poetisa. Si no se aprendía algo en el tiempo estipulado, se cortaba el cabello, ella decía que crecía aprisa y ella aprendía despacio, pensaba que no era justo que "estuviese vestida de cabellos una cabeza que estaba tan desnuda de noticias".

Su amor fue oculto. Se rumora que mantuvo una relación con la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, condesa de Paredes, protectora de la escritora y promotora de su obra tanto en México como en España. El amor de Sor Juana a la virreina se revela en el libro Un amar ardiente compilado por Sergio Téllez-Pon.

"Lisi es uno de los nombres con los que sor Juana Inés de la Cruz se refería a la virreina", señala Téllez-Pon, uno de los textos recopilados dice:

"Yo adoro a Lisi, pero no pretendo que Lisi corresponda mi fineza; pues si juzgo posible su belleza, a su decoro y mi aprehensión ofendo.

Muchos estu­diosos y aficionados de la obra de sor Juana", escribe en la introducción Téllez-Pon, "han coincidido en que la relación entre la monja y a virreina fue más allá del “incienso palaciego” pero solo algunos se han dedicado a reunir o a publicar los poemas como testimonios de esa relación. 

Lee: El amor violento que vivieron Kahlo, Castellanos y Garro

En una entrevista para El País, Téllez-Pon relata que así como ahora las parejas se disgustan cuando los dejan en visto o no les devuelven la llamada, la virreina se molestaba con Sor Juana cuando no le escribía, es que su amor no pudo ocultarse de las letras. No mantuvieron una relación sexual, pero sí un amor “sapiosexual”, término que se refiere al enamoramiento de la inteligencia de alguien. Sor Juana fue una “¡monja terca!” dijo Téllez.