En México la discusión sobre la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) ha estado presente desde hace ya décadas. El movimiento feminista desde sus inicios llevó como estandarte el tema de la ILE, afirmando que la garantía de que las mujeres puedan decidir sobre su reproducción y su propio cuerpo, es un tema crucial para el empoderamiento de las mujeres. La sociedad civil personificada en grupos feministas lleva tiempo pugnando por acceder a la ILE como un derecho, dándole el carácter prioritario de salud pública. Se parte de datos apabullantes; las mujeres han recurrido al aborto históricamente por distintas causas, sin embargo, las más pobres, lo realizan en condiciones poco favorables para cuidar de su salud y son las que se exponen a morir a causa de este procedimiento. Por otro lado, las mujeres con más acceso a educación y recursos económicos salen mejor libradas al tomar esta decisión, aunque se enfrentan al tema del estigma social, pues el aborto o ILE tiene mayoritariamente una connotación negativa en una sociedad como la nuestra.

No obstante a que la lucha al acceso de la ILE en México lleva años, existe un debate social perene, manifiesto en redes sociales, medios de comunicación, plazas públicas o en círculos cercanos de familiares o amistades, en donde el tema aún es muy controvertido, entre quienes están de acuerdo con que el aborto se debe de legalizar y quienes no lo están, aduciendo al derecho de la vida del embrión.

Tanto la reciente aprobación de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) el pasado 25 de septiembre en el Estado de Oaxaca, como la no aprobación de la ILE el 7 de octubre en Puebla, nos invita a reflexionar acerca del debate que se genera en la sociedad respecto al tema. Las posturas son poco conciliadoras, los ánimos se encienden al hablar del aborto.

Por un lado, se encuentran los discursos morales, casi todos de corte religiosos que sustentan las posturas en contra de la legalización del aborto. Si profundizamos en las raíces de estos discursos moralizantes que defienden en principio la “defensa de la vida” encontramos ideas que devienen de una moral cristiana católica, creencias religiosas dominantes en la cultura mexicana. Se sabe que en este discurso religioso, el aborto es moralmente inaceptable, ya que se parte de la premisa de que la vida es en don de dios, por lo tanto Dios en su omnipotencia es el único que puede dar y quitar la vida. Por supuesto, este planteamiento hoy en día resulta altamente debatible desde la bioética, la teología, las ciencias médicas y otras disciplinas que se han dado a la tarea de indagar acerca de la moralidad del aborto, poniendo en tela de juicio la existencia de vida humana en un embrión de menos de doce semanas de vida.

Por otro lado se ubica a quien defiende el derecho de las mujeres a la libre determinación, es decir, la legitimación de la medida que autorice a las mujeres libremente a acceder a una ILE, sin coacción alguna; la posibilidad de ejercer un derecho legítimo, abortar si así lo deciden antes de las doce semanas de gestación, sea cual sea la razón que la mujer considere suficiente para llevarlo a cabo, sin exponerse a algún juicio moral por parte de la autoridad ni a su prohibición.

Estas dos posturas se manifiestan duramente en las redes sociales y otros medios de comunicación. Las posturas en contra de la ILE, van desde considerar al aborto como un asesinato y a las mujeres que realizan esta práctica como pecadoras o malvadas.

Desde el ámbito de los derechos humanos se promueve que cada persona desde su realidad particular pueda validar lo que para ella sea lo más conveniente, no obstante a que la decisión de abortar sea considerada como moralmente inaceptable para algunos sectores.

Ante esta situación en que se encuentra la sociedad mexicana, se pretende que las políticas públicas, los congresos locales y federales, caminen hacia una auténtica garantía de los derechos en donde cada quién tome las decisiones que les parezcan más convenientes, sin restarle derechos a nadie. Esto es posible en un auténtico marco de laicidad, en donde el Estado es mediador de las posturas en debate, acentuado los marcos legales, vigilando que las decisiones públicas se alejen de posturas personales o de algún grupo religioso en particular, premiando los derechos humanos propios de sociedades en caminos de democratización plenos.

Tania Lizbeth Meléndez Elizalde                                                      

Twitter: @MelendezTania20

Socióloga, Maestra y Candidata a Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Docente de la carrera de Sociología en la FES Aragón UNAM. Líneas de investigación: Sociología de la Familia, Sociología de la Religión, Perspectiva de Género, Cambio social y cultura.