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Tula, un mes de la tragedia: casas en ruinas, negocios y un hospital en abandono

A cuatro semanas del desbordamiento del río Tula, los damnificados no tienen certeza de cuándo y cómo recibirán ayuda. Muchas de las casas quedaron inhabitables

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Escrito en HIDALGO el

TULA DE ALLENDE. – Ya pasó un mes del desbordamiento del río Tula y las afectaciones son incontables. El agua volvió a su cauce, pero los damnificados no han regresado a sus viviendas que están inhabitables por la humedad, los hundimientos en el suelo y el olor a podrido; mientras que los comercios continúan cerrados o en rehabilitación, y aquellos que lograron abrir, lo hicieron con préstamos y mercancía limitada.

En las calles céntricas del municipio ya no hay personal del Ejército ni de la Guardia Nacional limpiando, tampoco retroexcavadoras ni camiones de volteo transitando. Los electrodomésticos, la basura, el lodo y agua encharcada ya no están en el centro de la ciudad, pero los desechos si continúan acumulados al interior de las colonias que, a su vez, tienen colapsado el drenaje y carecen de agua potable.

Con el paso de los días, también disminuyó la visita de funcionarios, empresarios o figuras públicas; ahora, la mayoría de las despensas o ayudas que llegan son de asociaciones civiles y ciudadanos organizados de la región que entregan los apoyos directamente en las colonias afectadas.

Lo que no cambió después de cuatro semanas es la incertidumbre y el miedo ante un nuevo desbordamiento. Al mismo tiempo, aumentó la desesperación de los damnificados que no tienen certeza de cuándo y cómo recibirán ayuda del gobierno para intentar recuperar lo que el río se llevó.

 

Ante ello, la población se está organizando mediante una asamblea ciudadana para exigir que se concreten los apoyos para negocios y viviendas, así como limpieza en calles, mantenimiento de ríos y canales.

LAS CASAS DE TULA ESTÁN DEVASTADAS

A menos de 50 metros del cauce del río Tula se encuentran las primeras casas del Fraccionamiento Rancho Chapultepec, donde 80 de 150 viviendas tienen pérdidas totales y parciales.

La zona forma parte de las nueve colonias afectadas por el desbordamiento que dejó más de 31 mil damnificados, de acuerdo con cifras preliminares del gobierno estatal.

Este fraccionamiento edificado hace 22 años a un costado de la ribera, queda solitario cuanto llega la tarde, pues los dueños con casas dañadas acuden a vigilar por horas lo que queda de su patrimonio, pero para dormir se retiran a lugares que rentaron o con familiares y amigos que les dieron posada.

Las viviendas más afectadas del fraccionamiento están en las calles Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca. Todas quedaron inhabitables por el frío y la humedad que guardan las paredes. Mientras que los techos tienen goteras y cuarteaduras donde se filtra el agua cada que llueve.

A partir de la inundación, las casas comenzaron a presentar hundimientos y desprendimientos de azulejos que, de acuerdo con los vecinos, no han sido supervisados por alguna autoridad de Protección Civil.

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Los habitantes tampoco han logrado reponer los vidrios de las ventanas que se quebraron cuando el agua entró a sus casas, algunos continúan con puertas sobrepuestas y la única protección que tienen son barrotes de metal que están adheridos a las viviendas.

Hay alumbrado público en los postes de las calles, pero la red eléctrica de las casas se averió con el agua y algunas ni siquiera tienen focos.

El drenaje y la fosa séptica del fraccionamiento están colapsados por la cantidad de agua, lodo y material de arrastre que dejó el desbordamiento, por eso los baños, regaderas y lavaderos no se pueden usar, de lo contrario, las aguas negras comienzan a salir por las coladeras.

Esas son las afectaciones directas de los vecinos con pérdidas totales, pero hay daños colaterales para los habitantes donde el río Tula no llegó, pues a raíz de la inundación, el agua potable se tandea cada dos o tres días.

El único espacio recreativo del fraccionamiento tenía pasto, porterías, bancas y llantas reciclables que colgaban de los árboles, pero la zona se convirtió en un basurero que todavía almacena electrodomésticos inservibles, ramas, troncos de pirules que trozó el río y aguas negras encharcadas mezcladas con lodo.

DAMNIFICADOS MIGRARON

La noche del 6 de septiembre, cuando se desbordó el río, fue la última vez que Jorge, Francisco y Matilde habitaron sus casas en el Fraccionamiento Chapultepec.

Desde aquel día no han regresado a dormir a sus hogares y no saben cuándo lo harán debido a las condiciones de sus inmuebles y ante la falta de electrodomésticos o una cama para descansar.

Aunque los pobladores no pernoctan en sus viviendas, casi a diario regresan para esperar las donaciones de ropa o comida que llegan a la comunidad, pero para habitantes como Francisco Osorio Patiño, de 50 años, cada día es más complicado acudir porque ya le pidieron reintegrarse a sus actividades laborales.

Yo tengo que darme mis vueltas porque no puedo dejar solo, si dejas solo y viene alguien, no ven a nadie y se van. Es feo que llegue el gobierno del estado, gobierno municipal o federal a las 7 u 8 de la mañana y digan que no hay nadie; claro que no hay nadie porque las casas no están habitables o ¿es una burla?”.

Cuando Francisco compró su vivienda hace 21 años, comenzó con modificaciones en la fachada y ampliarla a dos pisos, pero la inundación averió toda la planta baja junto con sus muebles, el baño y la electricidad.

“Es imposible regresar a vivir aquí y usar el baño, porque se te regresa la porquería (…) Hay luz en la red eléctrica, pero a nosotros que nos afectó todo, los cables tienen caca, es imposible, prendo y todo hace corto”.

Aunque el servicio de luz no lo puede arreglar por el momento, Francisco tomó dinero de sus ahorros para comprar arena, tabiques y unos bultos de cemento para componer las filtraciones de agua en el techo, de lo contrario, las afectaciones a su casa continuarían con cada lluvia.

Invirtió 2 mil pesos en el material y el albañil le cobró 5 mil, en total erogó 7 mil pesos porque refirió que, aunque su casa ya fue censada, desconoce cuándo y qué tipo de apoyos le entregarán.

Estamos frustrados porque aparte de que perdimos todo, nos tienen como mendigos, el municipio, el gobierno del estado, el gobierno federal, estamos casi a un mes y no tenemos ninguna solución”.

Al igual que Francisco, Jorge Adrián Lugo Mendoza, de 54 años, es vecino de Tula y comparte las dificultades de la red eléctrica, aunque su mayor inquietud es por los cimientos de su vivienda.

El poblador detectó que, tras la inundación, el azulejo se comenzó a despegar y también se hundió el piso de una de las dos recámaras de su casa que adquirió hace 20 años y que continúa pagando.

“Lo que me preocupa más es el piso que se está desnivelando, en uno de los cuartos ya no se puede poner una cama porque se va ir de lado, la casa no está pareja y fue a raíz de la inundación porque anteriormente las camas, los muebles y la estufa se podían poner. Ahorita colocar un mueble va a quedar mal porque no está bien el piso”.

El retrete y las coladeras de la casa de Jorge expulsan lodo y la escasa agua que cae en las llaves sale de color amarillo.

En el baño con cada lluvia sale el lodo podrido, ya no es habitable la casa. Hay poca agua en las llaves, pero está amarillenta. Se está cayendo parte del techo, la humedad no se va porque las paredes están cubiertas de yeso (…) Yo necesito ayuda porque son gastos muy fuertes para empezar la reparación”.

Matilde Badillo Ramos también es habitante de Tula desde hace 21 años. Su hogar es el más cercano al río Tula y a espaldas colinda con una de las dos fosas sépticas que hay en el fraccionamiento.

Matilde diario regresa a su casa para intentar limpiar, pero evita pasar a las dos habitaciones del fondo de su hogar por temor a que se hundan ya que únicamente las paredes dividen su casa de la fosa que está colapsada y que desde hace un mes acumula las aguas negras.

La casa se está desmoronando, hay humedad en la parte de atrás donde están las fosas sépticas Yo casi no entro ya a los cuartos porque tengo miedo de que se desbalague y se caiga. Yo aquí ya no estoy segura (…) creo que no vale la vida estar con el miedo de que llueve fuerte y que no se sabe qué va a pasar, ya no me causa gusto estar aquí”.

Hasta el momento, dijo, nadie ha acudido a revisar su vivienda o advertir sobre posibles hundimientos; por lo pronto, al igual que sus vecinos se mudó temporalmente y se hospeda en la colonia El Chayote con una de sus empleadoras que le da ropa para planchar, el único trabajo que no le perjudica su problema del corazón.

Sin embargo, ahí solo puede dormir y lavar la ropa que consigue de las donaciones que llegan, por eso regresa a su casa a pasar el día y a comer con los vecinos del fraccionamiento que no fueron afectados y que, por solidaridad, regalan comida caliente.

Para mi es una tristeza venir y ver que no tengo nada y esperar a ver qué nos vienen a ofrecer, pero en que del gobierno yo diga que tengo una cama o una licuadora, no hay nada. Agradecemos a las personas que nos traen despensas, pero no tenemos donde guisar, ni un espacio, ni una estufa, no podemos seguir así”, dijo.

NEGOCIOS CONTINÚAN CERRADOS

Mientras que los habitantes vigilan y limpian sus viviendas, hay comercios de ropa, cosméticos y zapatos que siguen cerrados por falta de dinero para resurtir productos; otros ya lograron abrir sus comercios, pero viven con temor de que un nuevo desbordamiento dañe la mercancía que consiguieron endeudándose o gastando sus ahorros.

Tan solo en el tianguis de Tula menos, de la mitad de los 400 locatarios levantaron sus cortinas, pero trabajan con vitrinas sin vidrios y poca mercancía, indicó Patricia Badillo Bárcena, representante de los tianguistas.

El dinero para reabrir lo obtuvieron mediante préstamos que tendrán que regresar con intereses, ya que los adquirieron en una micro financiera, pues los comerciantes refirieron que fue la única alternativa para regresar a vender.

Los negocios del tianguis no son los únicos que intentan reactivar su economía, pues aquellos que están en el centro ya reabrieron y algunos continúan la rehabilitación de sus establecimientos.

Otros, colocaron lonas afuera de sus locales para informar cambios de domicilio a sedes donde no llegó el agua del río.

Mientras que las cadenas comerciales de tiendas de conveniencia o farmacias también comunicaron con anuncios el cierre temporal por trabajos de reconstrucción, pero ofrecieron puntos alternos de venta en la ciudad.

HOSPITAL ABANDONADO  

Todas las áreas del Hospital General de Zona número 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Tula están inhabilitadas y prácticamente en ruinas. Los medicamentos, las sillas, camillas y muebles se quedaron enlodados y abandonados en los patios del nosocomio.

Los barrotes verdes característicos del IMSS están intactos a diferencia de las puertas y ventanas del interior de la clínica que se reventaron.

Del lado de la entrada de urgencias, a un costado de la calle Xicoténcatl, donde rescataron en lanchas a las personas que se reguardaron en el último nivel durante la inundación, todavía hay aparadores con vidrios rotos, gavetas cerradas con llave, camillas sin ruedas, sillas y bancas de la sala de espera descompuestas junto a palas, escobas y botas de agua.

En el patio de acceso donde solían entrar a consulta los pacientes, el grosor del lodo se compactó tanto que no es posible ver el piso de concreto. Entre el fango, están enterrados algunas botellas de medicamentos, mientras que en el patio principal se acumularon bolsas de basura.

A un costado de este hospital se localiza la central de autobuses y tampoco ofrece servicio. Los camiones y la compra de boletos se realizan en el estacionamiento de la tienda departamental Soriana, a unos dos kilómetros de la sede original.

ASAMBLEA DE DAMNIFICADOS TULA

A partir de la dilatación de las autoridades para responder y ayudar a los habitantes, en la primera semana de octubre se conformó un movimiento ciudadano nombrado “Asamblea de Damnificados Tula 2021".

Con ello, los pobladores con pérdidas económicas en negocios y viviendas exigen concretar las ayudas, así como limpieza en calles, mantenimiento de ríos y canales.

La Asamblea la conforman damnificados y pobladores del municipio que marcharon el 2 de octubre para llamar a otros habitantes a unirse al movimiento para también lograr la creación de un plan que solucione las inundaciones y así evitar que Tula viva en la incertidumbre de un nuevo desastre.


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