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Tula: "50 años de trabajo bajo el agua"

En apenas 15 minutos, Felipe perdió el patrimonio que había forjado a lo largo de 50 años de trabajo en Tula; "tengo lo que traigo puesto"

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Escrito en HIDALGO el

TULA DE ALLENDE. - Un día después de la inundación por el desbordamiento del río Tula empiezan a ser visibles los daños. El nivel de agua bajó un poco, pero la preocupación y la desesperación van en aumento ante la llegada de mayor cantidad de agua que han advertido las autoridades.

Felipe Ramírez relata que trabajó durante 50 años para tener su casa, ahora perdió todo, mientras permanece afuera del centro de acopio en espera de algunos víveres.

Molesto y preocupado, narró que las autoridades de la Presidencia Municipal nunca avisaron del riesgo de la inundación y tampoco que abrirían las compuertas de las presas; de un momento a otro el agua superó los dos metros, su casa quedó tapada completamente.

Calle Melchor Ocampo, centro de Tula. (Fotos: Miguel Ángel Islas)

Lejos de ver cerca la posibilidad de regresar al que por cinco décadas ha sido su hogar, pasará más noches en albergues y casas de otros familiares fuera de la ciudad.

“No estamos aquí por gusto, todos estamos pasando una necesidad, sólo díganme qué es lo que tengo que hacer, para poder irme”.

Está formado en la fila para recibir alimentos, agua y artículos de higiene, lo acompañan su hijo y su hija, ella interrumpe a su padre para explicar que están enojados porque aún no fluye la ayuda que les han prometido.

Centro de acopio.

Dentro del Auditorio Municipal hay una gran cantidad de alimentos enlatados, arroz, frijoles, agua, papel higiénico. La ayuda que ha llegado al lugar se mide en toneladas, están funcionarios, elementos Ejército Mexicano y de la Guardia Nacional, quienes se dedican al acomodo y llenado de despensas; hasta el fondo hay un área exclusiva para ropa y colchones.

En Felipe, es visible su enojo y a su petición se unen otras personas en la fila, están cansados, sedientos, con hambre y con el pesar a cuestas.

Calle Melchor Ocampo, centro de Tula.

Perdimos más de 50 años de vida, todo el mobiliario, todas las cosas, toda la ropa, lo perdimos, se fue todo… tengo lo que traigo puesto. Y lo único que pedimos es que nos atiendan, estamos aquí por necesidad no por gusto”.

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Él, sus cuatro hermanos con sus familias y su mamá tienen su respectiva vivienda en la calle Melchor Ocampo, una de las que permanece bajo la inundación. Cada una de las casas es amplia y de una sola planta, a un lado vive una de sus hijas, con un departamento en lo alto, ahí permanecieron todos la primera noche.

Ahí están sus recuerdos, el esfuerzo de su trabajo, ropa, objetos de valor: el agua atrapó todo.

 

Nos enteramos que había inundación porque ya habían entrado 50 centímetros de agua intentamos subir muebles a botes, pero fue demasiado tarde. Cuando intenté ingresar otra vez ya no se podía y se perdió todo, en 10 o 15 minutos sólo se veían las copas de los árboles”, relató su hija.

La familia entera fue rescatada en lanchas, ya que no hay otra forma de entrar a esa zona de la ciudad. Estas fueron dispuestas por el Ejército y otras más por la población que las prestó para las labores de rescate, son unas 10 entre las que tienen a su cargo la milicia y otras que prestaron particulares.

“Los soldados son muy amables y muy valientes, nos fueron a sacar de las aguas negras, a pesar de que arriesgan su vida y casi se la tragan. Tuvimos que esperar hasta arriba estamos pidiendo ayuda porque nos quedamos sin nada”.

Calle Melchor Ocampo, centro de Tula.

Este es un operativo constante, las lanchas atienden a personas que no han querido dejar sus hogares, por temor a que las roben o tengan algún daño durante su ausencia. De acuerdo con el gobierno municipal, durante el primer día de rescate, hubo más de 300 personas que salieron en lancha. 

Ahora, la Guardia Nacional, el Ejército y los elementos policiacos custodian por lo menos nueve colonias, donde los daños fueron mayor, tratan de evitar los robos y el vandalismo.

LA TULA DE ARRIBA

En el municipio hay dos realidades, casi dos dimensiones que conviven en los mismos espacios, la primera de ellas está en la parte alta, ahí la población sigue su vida con normalidad, han escuchado del desastre y el desbordamiento.

Esas personas son también las que han organizado los centros de acopio, han llevado ropas a los albergues, cobijas; ayudan a la limpieza de las calles y de las viviendas que ya liberó el agua.

Son las que preparan comida para los voluntarios que rescatan personas y entregan ayuda, y para los elementos de la seguridad nacional y pública que entran constantemente al pantano negro.

En la entrada de la calle Melchor Ocampo, a unos metros de la presidencia municipal, está un retén de militares, ahí es donde son resguardados los vehículos acuáticos. Cuando el sol entra en su punto más alto, llegan con bolsas de comida, con tortas y sándwiches, en una hielera entregan porciones de agua de jamaica en bolsa.

Apenas unos minutos después, llega el arroz cocido, los frijoles, chicharrón en salsa verde, unas tortillas que se mantienen tibias. Todos sueltan picos y palas de su faena, comen rápidamente, porque el río no les da tregua, sigue la amenaza de un nuevo desbordamiento.

De fondo suena el caudal, similar a las olas del mar que se rompen. La Tula de tierra trabaja en limpiar la orilla del río, en sacar escombros, limpiar el lodo, atender a damnificados. 

Al exterior de la Presidencia Municipal están en alerta ambulancias, retroexcavadoras, vehículos de desazolve, camiones de la Marina, la Guardia Nacional y Seguridad Pública estatal.

LA TULA DE AGUA

Al mismo tiempo, hay una Tula hundida, no solo en el desbordamiento, también en la preocupación y tristeza de ver su patrimonio de lejos. En la orilla de la localidad La Malinche, las personas contemplan el rio, es evidente que está subiendo el nivel, pero ellos no salen de su hogar.

El fango es resbaladizo y tiene un olor fétido. Los habitantes tienen mojado hasta las rodillas, entran y salen del agua, sacan pertenencias, toman fotos, esperan el momento de retomar su vida.

Río Tula.

Una puerta aparece en la corriente, es grande y blanca, y poco a poco se la lleva el mismo camino. Con picos, palas y un poco de arena, los colonos cubren algunos huecos en el asfalto para evitar accidentes cuando entran los vehículos a sacar más pertenencias.

Algunos a cuestas llevan electrodomésticos y muebles, para salvar lo que se pueda de su patrimonio. Ellos no han recuperado su vida, el agua no se los ha permitido.

Antes del atardecer hay una nueva alerta por el desbordamiento de la presa Danxhó, ubicada en Jilotepec, Estado de México. Algunos advierten que el remanente de agua es mayor al que llegó la madrugada del martes.


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