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"Sin salir y sin saber del virus, mi abuelita falleció de covid"

“De verdad hay que cuidarnos, a nosotros a lo mejor nos da leve, pero sobre todo a las personas adultas. Mi abuelita, ella estaba en su casa”

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Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.- Para Linda su abuelita lo era todo. Se hizo cargo de sus hermanas y de ella, y hasta de sus hijos durante los últimos años. Pero el covid-19 se la arrebató. Después de haber sido hospitalizada no la volvió a ver y solo le entregaron sus cenizas.

Mi abuelita fue todo para mí: mi abuelita, mi mamá y mi papá. Fue la persona que nos crio a mi hermana la mayor, a mí y a mis hijos”, dice Linda, a quien se le quiebra la voz al hablar de ella durante la entrevista.

Linda recuerda que su abuela no salía de casa. La cuidaban para que no se contagiara del covid-19, sin embargo, el virus llegó hasta su puerta a mediados de agosto, cinco meses después de que la pandemia llegara a México.

Primero enfermó la hermana menor de Linda y después su abuelita. Parecía una tos normal, pero su salud fue empeorando hasta que tuvo que ser internada. Estuvo más de dos semanas hospitalizada en un nosocomio que atiende a pacientes con coronavirus, debido a los síntomas que presentaba y cuando creían que sería dada de alta, falleció de un paro cardiaco.

(Foto: Ian Lima)

Mi abuela no sabía qué era el covid porque no salía. Veía la televisión y nos decía: ‘¿apoco tienen que utilizar cubrebocas?’”.

Linda reconoce que el contagio llegó por un descuido de algún miembro de la familia. Sabe el riesgo que corren los adultos mayores al estar en contacto con alguna persona que porta el virus, es por esto que, el gobierno federal los tomó como prioridad para recibir la vacuna contra la enfermedad que ha dejado más de 100 mil muertos en el país. Sin embargo, las medidas que tomaron en casa de Linda no fueron suficientes para proteger a la abuela.

De verdad hay que cuidarnos, a nosotros a lo mejor nos da leve, pero sobre todo a las personas adultas. Mi abuelita, ella estaba en su casita sin salir, aquí los portadores fuimos nosotros, éramos los que nos teníamos que cuidar”, reflexiona.

UNA MUERTE EN SOLEDAD

La señora Petrona falleció a los 89 años y su muerte fue registrada en su acta de defunción por covid-19. Linda apeló y quería que la registraran como un paro cardiaco, pues quería darle sepultura. Incluso solicitó los resultados de la prueba de coronavirus y el expediente médico, pero se los negaron, aunque el personal de Salud aseguró que sí se había contagiado del virus SARS-CoV-2.

Al cremador, Linda pidió una foto de la abuela para poder verla de nuevo, pero tampoco pudieron acceder a la petición, pues el cuerpo fue depositado en una bolsa hermética, para evitar contagios entre el personal de servicios funerarios.

Lo que quería es que mi abuelita supiera que nunca la olvidamos en el hospital”, dice.

En México aproximadamente el 58 por ciento de las defunciones por el nuevo coronavirus corresponden a personas mayores de 60 años de edad, de acuerdo con información de las autoridades federales de salud.

(Foto: Ian Lima)

El 15 de agosto en conferencia de prensa, José Luis Alomía, director general de Epidemiología, informó que los grupos de edad donde se habían registrado más muertes a causa de esta enfermedad eran de 60 a 64 años y de 65 a 70. Muchos de ellos fallecieron aislados, sin ver por última vez a sus familiares.

Las autoridades también explicaron que la letalidad aumenta conforme avanza la edad, pues en personas menores de 60 años apenas es del 20 por ciento, mientras que en mayores de 80 años es del 45 por ciento.

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), las personas mayores de 60 años tienen mayor probabilidad de enfermar gravemente si se infectan del virus SARS-CoV-2, y la tasa de mortalidad en personas mayores de 80 años es cinco veces mayor a la media general.

Además, en la región de América Latina, la mayoría de las muertes por esta enfermedad ocurre en personas de 70 años o más, seguidas de las que tienen entre 60 y 69 años, señaló en un informe el organismo especializado de la salud.

UNA CADENA DE CONTAGIOS

El 9 de septiembre falleció la señora Petrona, pero todo comenzó 21 días antes. La hermana menor de Linda, de unos 15 años de edad, fue a visitar a su novio porque estaba enfermo: tenía tos y fiebre.

Al día siguiente la menor presentó síntomas, pues se había contagiado. Un día después la abuelita comenzó también con malestares.

Linda pensó que solo se trataba de tos y llevó a su abuela a una revisión médica a un consultorio de una farmacia. Le recetaron dos medicamentos: uno era inyectado y otro era aplicado por medio de un nebulizador.

Al sexto día la tos de su abuelita había agravado. La madre de Linda la llevó con otro médico, quien le dijo que ya no podía hacer nada por ella porque sus niveles de saturación de oxigeno eran del 32 por ciento, cuando el rango normal es de 95 a 100. Incluso les dijo que no iba a llegar al hospital.

Saliendo del consultorio médico la señora Petrona se desvaneció. La reanimaron con una bomba de oxigeno manual y la llevaron al Hospital General del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) de Pachuca, en Hidalgo, y fue ingresada al área donde son atendidos los pacientes que tienen covid-19.

(Foto: Ian Lima)

Salió mi mamá llorando, me dijo que mi abuelita estaba muy grave, que las nebulizaciones no le hicieron nada bien, que fue peor que se las hiciéramos y que sus pulmones estaban llenos de agua.

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Me permitieron entrar a ver a mi abuelita. Entré a esa área y platiqué con ella. Desde ese día ya no la volví a ver”, platica Linda en entrevista con La Silla Rota.

Carissa Etienne, directora de la OPS, expresó, en una rueda de prensa en agosto, su preocupación por la “desproporcionada incidencia” de covid-19 en los jóvenes en las Américas y consideró que son los principales impulsores de la propagación de la enfermedad en la región.

Señaló que la mayoría de los jóvenes que se contagian tienen un cuadro leve de síntomas y no requieren de hospitalización, pero dijo que, pueden transmitir la infección a otras personas que sí lo van a requerir.

(Foto: Cuartoscuro)

LA ESPERA FUERA DEL HOSPITAL, UN INFIERNO

El infierno que una familia vive cuando una persona tiene covid y está en el hospital es muy fuerte. Tener que esperar las llamadas, tener que marcar al ISSSTE y que no te contesten y que suene y suene el teléfono y que después te contesten y te digan que no van a dar informes hoy”, recuerda Linda.

Una vez que la señora Petrona fue internada en el hospital general del ISSSTE en Pachuca, uno de los nosocomios que reporta una ocupación total de sus camas destinadas para atender a pacientes con coronavirus, fueron días de incertidumbre para su familia. Durante las semanas que estuvo hospitalizada, las llamadas por parte de los médicos para informales el estado de salud de su familiar no era tan frecuentes como ellos hubieran querido.

Mi abuelita se quedó el viernes y al otro día no hubo llamadas. Busqué el número del ISSSTE y le pregunté a una trabajadora social por qué no me habían informado nada de mi abuelita, y me decía que había muy pocos doctores y que, o atendían al área covid o salían a dar informes. Me pidió que me esperara al domingo. Ese día me marcaron, pero estaba trabajando. Sonó mi celular, no lo escuché, traté de regresar la llamada y no contestaron”, recuerda.

En otra ocasión volvió a insistir en trabajo social, pues llevaba dos días sin saber nada de su abuela. Una de las médicas que atendía el área le marcó a las 2 de la mañana y le dijo que no veía “lucida” a su familiar, que incluso no sabía dónde estaba.

Los primeros días de su hospitalización fue considerada como un paciente en estado grave debido a que empezaba a desarrollar problemas cardiacos. Incluso querían intubarla. Sin embargo, eso no sucedió y la señora Petrona comenzó a mejorar.

Un viernes, el médico en turno le avisó a Linda que su abuelita estaba mejor y que “había avanzado”. El sábado y domingo acudió al hospital para preguntar cómo podía darla de alta, pero una trabajadora social le respondió “que no era tan fácil” y que debía llevar su propia ambulancia e incluso levantar un acta ante el Ministerio Público deslindándose de los servicios de la institución de salud. Estaba dispuesta a hacerlo.

El lunes le avisaron a Linda que su abuela había empeorado y el miércoles le dijeron que ya había fallecido a causa de un paro cardiaco.

Sentía que mi abuelita tenía un pie más a fuera que adentro. De hecho, todavía hablé con un policía para que me explicara cómo eran las altas, y me dijo que tenía que entrar por la parte de atrás del hospital con mi carro y le tenía que llevar ropa. Yo ya tenía la ropa de mi abuelita lista porque el doctor el sábado me había dicho que mi abuelita venia saturando (oxigeno) muy bien”, dijo.

Petrona falleció sin su familia, rodada de médicos y enfermeras que se encuentran en la primera línea contra el covid-19. Su muerte es parte de los 2 mil 893 decesos registrados en el estado de Hidalgo hasta este 10 de diciembre y de los 20 mil 834 casos acumulados. Pero también se suma a las miles de historias que se cuentan en todo el país de la gente que perdió la batalla contra la enfermedad.

Ella es sólo una de las 112 mil 326 muertes víctimas mortales que ha dejado la pandemia a nivel nacional. Mientras que la cifra de contagios acumula 1 millón 217 mil 126.

(Foto: Ian Lima)

SÓLO PERDURA EL RECUERDO

Linda recuerda a su abuelita como una persona bondadosa con los demás. Dijo que la infancia de su familiar fue difícil pues migro de Chiapas a Hidalgo porque era maltratada por sus padres.

Nació en 1932, había otro tipo de educación. Cuando la castigaban la colgaban y le quemaban sus manos. Sufrió mucho”, dijo.

Recuerda que su abuela le contó que se casó y se vino a vivir a Pachuca. Poco a poco fue ahorrando para mandar a construir su casa.

Además, dijo, ayudaba a los vecinos que no tenían dinero. Lo cual nunca olvidará Linda.

(Foto: Cuartoscuro)

 

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