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Sepultar cuerpos covid-19, el duro trabajo de Joaquín

“Tenemos órdenes de que llegando los cuerpos de covid, luego, luego se sepulten… aunque la gente se enoje”

Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.- Desde el 2 de abril, cuando el panteón de Pachuca recibió el primer muerto por covid-19, el sepulturero Joaquín Ramos Cerón no ha dejado de recibir reclamos de los deudos, pues narró que le recriminan tener que despedirse de un familiar sin poder cargar el féretro, sin música en vivo y en compañía de apenas 15 personas.

Joaquín dijo que entiende a los dolientes, pues antes de la pandemia tenían hasta 60 minutos para despedirse de sus muertos, de dedicarles unas palabras, ahora no, en cuanto llegan los de la funeraria y avisan que es un cadáver de covid, Joaquín comienza a lanzar tierra a la tumba pues, aunque el féretro está cubierto con plástico o lona, no puede pasar más de cinco minutos expuesto.

Nosotros qué más quisiéramos, que estuviera toda la gente, porque sabemos el dolor de familia, pero no se puede admitir mucha gente (…) tenemos órdenes de que llegando los cuerpos de esa enfermedad (covid), luego, luego se sepulten, no se pueden estar despidiendo ni estar cerca, deben tener sana distancia. Les decimos: si se quieren despedir que sea afuera, pero adentro no. Lléguenle para que no haya mucha gente”.

De los 22 fallecidos de covid que le han tocado sepultar a Joaquín recuerda uno en especial, porque se trataba de una familia de escasos recursos.

Los familiares traían su cajita de las más corrientitas, venía ‘ahulado’ y toda la gente chillando. Eso, le da a uno dolor, ver los familiares como se ponen, al parecer era una mujer”.

REGRESAR A CASA

Cuando Joaquín empezó a trabajar el 1 de octubre de 1998 abría fosas en la tierra con medidas de 73 centímetros de ancho y 3 metros con 20 de largo, el primer cuerpo que enterró fue el de un bebé, narra.

Desde aquella época han pasado 22 años y Joaquín no había sentido temor de trabajar tan cerca de la muerte hasta que el virus Sars-CoV-2 empezó a arrebatarle la vida a los habitantes de Hidalgo.

No recuerda la fecha con exactitud, pero narra que la primera vez que le informaron que sepultaría un cuerpo de covid-19, sintió desconfianza y miedo, pues en su casa lo esperan sus dos hijos menores de edad y su esposa.

Dio un poquito de miedo, porque luego a la hora de bajar la caja y por el movimiento, llegan a salir los olores, es lo que nos da desconfianza, cuando nos dicen, murió por covid”.

Sin embargo, él y sus cinco compañeros sepultureros se auxilian de guantes, cubrebocas y un traje que envuelven y queman después de inhumar un cuerpo.

Nos dan un traje blanco, con todo y gorra, cubrebocas, dobles guantes para que no haya ningún problema, para protegernos”.

Al terminar la jornada laboral, Joaquín se baña en un espacio que se acondicionó en el panteón de Pachuca.

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Al llegar a casa lo primero que le preguntan sus hijos Joaquín y Alexis de 15 y 13 años, respectivamente, es el número de cadáveres que enterró.

Mis hijos me preguntan: ¿cómo te fue papá? Les digo: me fue bien, me llegaron dos normales y uno de covid”.

Joaquín señala que aún le faltan tres años para jubilarse y, por lo tanto, sabe que continuará enterrando cuerpos infectados por el virus asiático.

Con la enfermedad nos da poquito de miedo por los cuerpos, pero es parte de nuestro trabajo, lo tenemos que hacer, no nos queda de otra”.


sjl