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Martina completa la despensa pepenando alimentos en la central de abastos

La ama de casa recorre los pasillos de la Central de Abastos de Pachuca con una bolsa de mandado, donde va metiendo alimentos recogidos del suelo

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Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.- La necesidad y el hambre fueron los motivos que llevaron a Martina a recoger sobrantes en la Central de Abastos, con el tiempo se le hizo una costumbre. Debajo de las tablas donde se exhiben frutas y verduras busca todo tipo de alimentos, luego los hace conservas que guarda por varias semanas, en ocasiones las comparte con amigos y familiares.

Todos los días quedan verduras en el suelo que se cayeron o que rodaron abajo de las bolsas de basura, guayabas que se aplastaron un poco, jitomates que empiezan a perder su textura, hojas de lechuga, chiles, brócolis completos, zanahorias, calabazas y papas.

Lo que no cumple la calidad para venta o lo que se cayó, queda disponible para personas que los lunes y los jueves buscan estos alimentos para surtir la despensa de sus hogares.

Es jueves, pasan de las 16:00 horas, la mayoría de negocios están cerrados, los puestos están amarrados con toda su mercancía empaquetada. Entre los pasillos, camina Martina, lleva su bolsa de mercado. Va con la mirada en el suelo, busca algo, encuentra tres papas y las mete a su bolsa, sigue caminando.

Más adelante encuentra un paquete de chiles, de los que se venden en bolsitas de 10 pesos, una bolsa de guayabas golpeadas y un bolillo suelto.

“Así hago a veces mi mandado, aquí dejan de todo, me he encontrado hasta pollo y del caro, lechugas, tomates, pepinos, y en buen estado, yo no soy de las que levanta lo que ya está echado a perder. Hay que saber buscarle”.

Casi al otro lado del pasillo, otra mujer detiene a uno de los vendedores que se va con su mercancía. Él le da una bolsa grande con lechugas y otras hojas verdes.

Narra que hace más de dos años, su esposo falleció y la sacaron de la casa de su suegra, por lo que padeció para dar de comer a sus hijos y encontrar un nuevo lugar para vivir. Dijo que en esos días en los que sintió desesperación recordó que cuando a su abuela se le antojaba una fruta iba a la plaza y pedía prueba de varias, así que decidió hacer lo mismo. Así ella y sus dos hijos comieron un día, luego otro y otro…

Al principio solo era en los días de mayor necesidad y sólo eran algunas piezas, luego aprendió a conservar la comida, ella lava, tritura, muele, seca y conserva diversos alimentos que le duran hasta un mes.

“Se puede cocinar con todo, por ejemplo, las hojas que quedan de los ajos, las pones al sol y luego las mueles en el molcajete y te queda tu polvo de ajo, hago salsas y caldo de jitomatillo y cuando se me antoja, pues ya está ahí. Hiervo los frascos con agua y sal, espero a que se sequen y luego les pongo la tapa bien apretada y así se quedan, hay quienes lo ponen en una hielera con sal, yo, sí tengo refri”.

Ella no consume verduras en mal estado, pero asegura que hay personas que sí, que incluso acuden todos los días a buscar algo que comer, no para cocinar, porque tampoco tienen casa. A ellos les ha regalado comida preparada: salsa, tortillas y otros alimentos. También lo hace con sus vecinos, y su familia.

En el mismo lugar, a unos pasos de la entrada de la Central hay un banco de alimentos para personas de escasos recursos, para ingresar, hay que acreditar el estado socioeconómico. La entrevistada refiere que intentó obtener este beneficio, pero no le gustó porque venden alimentos que ya caducaron y que no se pueden comer.

Para ella es mejor levantar los alimentos, lavarlos y comerlos. Agrega que, además, nunca ha tenido alguna infección estomacal. “Tengo buena salud porque como muchas verduras”.

Mientras camina relata que está práctica se hace principalmente lunes y jueves, porque son días de mucha venta, así lo que queda es de mejor calidad, no obstante, sucede todos los días.

Asisten desde personas de escasos recursos, hasta vendedores de jugos y licuados, escogen los alimentos y luego se van. Esto ocurre en todos los pasillos y dura apenas unos minutos, antes de que llegue el camión de la basura.

Mientras transcurre la entrevista, un vendedor regala a Martina un manojo de cilantro y otro de flores de calabaza, le dice “para que no se desperdicie”. Más adelante, donde había un puesto de chiles, dos personas buscan en las bolsas de basura los que quedaron, encuentran poblanos, tampicos y habaneros. “En ese lugar el dueño nos deja bien”.

Explicó que no le da pena hacerlo, porque para ella, la tierra es la que da alimentos a la humanidad y no deberían tener costo.

Fotografías de Sonia Rueda

 

“Viene un señor que tiene una juguería, y que luego anda vendiendo por aquí, eso le ayuda a su negocio, y no es malo porque lo lava y lo limpia. A las lechugas hay que ponerles agua con sal antes de lavarlas, igual a las fresas, pero esas en un ratito se deshacen”.

ACCESO A ALIMENTACIÓN

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, aprobados el 25 de septiembre de 2015 por 193 Estados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es erradicar todas las formas de pobreza, incluida la que tiene que ver con el acceso a alimentos.

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México asumió no solo lograr la seguridad alimentaria, sino también la mejora de la nutrición, junto con la promoción de la agricultura sostenible.

Hidalgo implementó la estrategia Hidalgo Te Nutre, este programa que entrega paquetes de aceite, alimentos de origen animal envasados, leguminosas y otros para atender a las personas con carencias alimentarias.

De acuerdo con el Consejo Nacional para la Evaluación de las Políticas Públicas, el 20.4 por ciento de la población se encuentra en carencia por acceso a la alimentación, en Hidalgo es el 22.7 por ciento.

Martina queda fuera de estas estadísticas, su sueldo de servicio de limpieza en casas le alcanza para comprar una parte de alimentos, el resto, lo cubre con este recorrido que realiza una o dos veces a la semana.



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