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En Hidalgo rescatan náhuatl, se extingue tepehua

Fidelina y Santos dicen que solo uno de sus hijos conserva el náhuatl pero el otro no tiene interés en aprenderlo

Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.- Falta de políticas educativas para alumnos indígenas, desinterés de los hablantes, migración y discriminación de la ciudadanía desvanecen las lenguas originarias en la sierra Otomí Tepehua, mientras que en la Huasteca los habitantes siguen enseñando náhuatl a los más jóvenes.

Familias de lenguas en Hidalgo, fuente Inali

Después de la Revolución Mexicana y con la implementación de la educación pública, la idea de una sola nación fue propagada por medio de los planteles educativos. Hubo una promesa a los indígenas de que sus hijos serían iguales a los mestizos y tendrían una mejor vida, sólo si aprendían español.

En el caso de Huehuetla, especialmente con el pueblo Tepehua –autodenominado lhiimaqalhqama–, el proceso de aculturación y castellanización provocó que el idioma se encuentre en su nivel más bajo, señala Víctor Castillo Pérez, lingüista y activista.

“Ahorita la escuela no es explícita al decir dejen de hablar la lengua, antes sí. Hay jóvenes que te chillan, señores que lloran todo lo que sufrieron en las escuelas, todos los golpes que recibieron. Y bueno, tal vez tú no lo viviste, pero lo viste y de menso sigues hablando”, dijo.

Hubo una violencia institucional muy fuerte y cuando viene el papá a reclamar, le dicen: ‘es que tiene que hablar’. Entonces el papá, pues ya no le enseña a los demás hijos porque no quiere que le peguen como al primero. Ahorita los profesores no pueden callar a un niño que habla la lengua por el tema de derechos humanos”.

Aunque el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) refiere apenas 10 mil 427 hablantes de Tepehua en Hidalgo, Veracruz y Puebla, el académico menciona que en Huehuetla la mayoría de los hablantes fluidos tiene más de 45 años de edad en algunas comunidades y en otros más de 60, por lo que si no hay transmisión a los niños se perderá.

Centro de Huehuetla

El artículo 32 de la Ley de Derechos y Cultura Indígena obliga al Estado a garantizar que los profesores de educación indígena sean bilingües y tengan arraigo en las comunidades. Los planes, señala, deben incentivar el conocimiento de los idiomas autóctonos y explicar la cosmovisión de los pueblos, su historia y formas de organización.

Sin embargo, el activista menciona que en la práctica no se cumple porque se crean alfabetos generalizados del náhuatl, por ejemplo, pero este es diferente en Gurrero, Puebla, Veracruz, incluso al interior de las regiones de Hidalgo.

En Tenango de Doria, aunque Santa Mónica y San Nicolás son comunidades hablantes, sus centros educativos carecen de profesores que enseñen en su lengua, el otomí.

Cabecera municipal de Tenango

La Silla Rota Hidalgo solicitó a la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo (SEPH) el número de docentes bilingües y escuelas indígenas, pero no hubo respuesta hasta el cierre de esta nota.

MAMÁ, NO HABLES ASÍ, ME DA PENA

Fidelina y Santos son un matrimonio que proviene de Naupan, Puebla, y llevan 26 años en la entidad. Sus hijos nacieron en Hidalgo, uno conserva el náhuatl, pero el otro no tiene interés en aprenderlo.

“Cuando era niño, le daba pena hablarlo, una vez me dijo: ‘Mamá, tú no hables así, a mí me da pena eso’, y le dije: ¿pero por qué? Yo soy así, voy a hablar así y lo lamento, soy tu madre aunque no quieras”, refiere la mujer.

Una vez fuimos a tramitar un seguro y nos estaba platicando la licenciada y le metió ideas, de que se necesita gente que hable los dos idiomas en los hospitales, en la presidencia municipal. Él no sabía nada y ahorita sabe hablar, transmitirlo, entenderlo, ahorita va a aprender a escribirlo y ya no le da pena”.

Hoy con 16 años, el joven también aprendió inglés y para conocer la lengua de sus padres la práctica cuando recibe llamadas telefónicas; fue difícil para él, porque no siempre encontraba las palabras y para emitir un mensaje utilizaba las manos o se agachaba, menciona.

Cuando regresa a su municipio, el matrimonio convive con amigos, compadres y familia en náhuatl. Ellos aprendieron español en la escuela y conservan “un miedo” de que en zonas no indígenas no lo puedan pronunciar bien y la gente se ría.

Nosotros tenemos igual la culpa (de que se pierda), porque como nosotros lo hablamos, nos gustaría quizás que nuestros hijos ya no lo hablen, que se superen, nosotros pensamos eso. Lo que pasa es que está uno con los nervios, cuando quieres pedir una cosa, nosotros quisiéramos ser precisos porque vemos que los otros se comunican bien (en español)”, refiere Santos.

En su recaudería, a veces utilizan su lengua materna, pero los clientes les piden que no lo hagan porque piensan que hacen comentarios sobre ellos y eso les molesta, dicen.

NO LES ENSEÑO POR SU PAPÁ

De Xilico, Xochiatipan, Luisa se mudó a Pachuca para buscar un trabajo, pues allá sólo los varones se emplean en el campo, mientras a las mujeres se les destina a labores del hogar. Otros vecinos, dice, viajan a la Ciudad de México o a Estados Unidos para tener un mejor futuro.

Allá es pura milpa, maíz, frijol, café. Quise hacer mi parte mía, por eso me vine por aquí. Allá no hay trabajo para mí, sólo son hombres los que trabajan, allá se dedica, una mujer, la casa, los niños, es así, porque allá no hay trabajo, es un pueblo. Por eso me vine de allá pa’ acá’”.

Cuando regresan, se ven “campeados”, es decir, han perdido rasgos como la vestimenta y ellos o sus hijos ya no hablan náhuatl.

Xilico, Xochiatipan

En ese lugar de la Huasteca, el idioma se aprende en casa y en la escuela. Es obligatorio que los profesores sean originarios de la zona y bilingües porque los alumnos no hablan castellano.

Xilico, Xochiatipan

Su hijo mayor aprendió a entender la lengua indígena cuando asistió medio año a la primaria en Xochiatipan: sin embargo, en casa no lo practica porque su esposo no está de acuerdo.

Carlos (hijo) nada más entiende, pero no lo sabe hablar ni escribir. A veces en la escuela, que viene una lectura en náhuatl, me pregunta si está bien, a lo mejor sabe contestar, pero no lo habla. No les enseño por su papá, porque no sabe qué quiere decir, no entiende, no le gusta, podemos estar hablando de él, puede pensar”.

Mary, su cuñada, quien está de vacaciones en Pachuca, explica que es responsabilidad de los padres mantener el uso de la lengua y aprender otras variantes, si las personas quieren trabajar como médicos o en otras localidades, pues ni siquiera el náhuatl es el mismo en todas las regiones.

FALSO QUE NO HABLANTES VIVAN MEJOR

El activista considera que los habitantes originarios buscaron “oportunidades” en el español; sin embargo, asegura que las comunidades que han dejado de hablar sus lenguas no viven mejor que las comunidades que las conservan.

Si tú vas a Santa Mónica (en Tenango, donde se habla otomí), ellos hablan, tienen carro, tienen dinero o viven igual de jodidos que las comunidades no hablantes. Muchos pueblos mestizos no viven mejor porque es falso que el español da mejores condiciones de vida hoy en México, te permite más, pero no te da mejor ingreso económico, no te da mejores niveles de vida”.

Los pueblos, dice, son innovadores y tienen capacidad de superar dificultades, pero ellos mismos deben preguntarse para qué quieren la lengua y de qué les serviría conservarla.

Cuando hice una iniciativa con cinco familias de Huehuetla, se les dijo: ‘miren el objetivo es estar platicando con ustedes, hacer estrategias para que le hablen el niño’, pero empiezan a poner pretextos, ellos decían: ‘creo que no la lleva en la sangre’. Eso no es cierto. ¿O sea que si mi hijo nace en Japón, no va a poder aprender japonés porque tiene sangre mexicana? La lengua es un hecho de la cultura”.

Los hablantes se sorprenden de que un menor pueda hablar Tepehua, pero incluso aquellos que dicen sentirse orgullosos de su ascendencia, no se la transmiten a sus hijos.

Con la precariedad de recursos para el desarrollo lingüístico, afirma, el Estado tendría que destinar presupuesto, personal especializado, maestros bilingües, servicios públicos en su idioma, clínica y personal en el gobierno que los entienda a las zonas donde la lengua está “viva” es decir, que tiene una utilidad comunitaria.


sjl