Main logo

Con ceguera, Mario es el sustento de su familia: " a veces comemos, a veces no"

La precaria situación de Mario empeoró a partir de la pandemia y después de que su esposa fue sometida a una cirugía de vesícula

Escrito en HIDALGO el

PACHUCA. - La actual crisis, que acumuló el impacto de la pandemia a un magro crecimiento en los años previos, ha arrojado de su empleo o la forma de sustento a millones de personas en México. "Los sobrevivientes" es una serie no periódica de trabajos con los que La Silla Rota buscará contar a fondo las historias de familias que han visto desplomarse su nivel y modo de vida y cómo encaran la adversidad.

LA HISTORIA

Mario Sampayo Cruz, de 51 años de edad, es invidente, comerciante de pan y el único sustento actual de su nieta y esposa, quien desde hace un mes no contribuye a los gastos familiares porque fue operada de la vesícula y su recuperación no le permite salir trabajar.

La venta de pan dulce de casa en casa es la actividad que desde hace tres años le permite a Mario llevar ingresos a su hogar y que realiza en compañía de su nieta de 10 años, quien lo guía para caminar, cruzar las calles y contar el dinero, actividades que no puede hacer solo debido a que una retinopatía diabética le ocasionó ceguera.

Aunado a la operación de su mujer, quien se dedicaba a la limpieza de casas, desde que empezó la pandemia cayeron sus ventas.

Al día vende de 80 a 120 pesos, cuando antes de la contingencia las ganancias oscilaban entre 200 y 250 pesos.

A veces comemos y a veces no. Yo me siento impotente de no poder ayudar con lo mismo de hace años, antes colaboraba con los gastos de la casa, me organizaba con mi esposa y ahorita se siente el cambio, para mí fue muy brusco porque yo no estaba acostumbrado a esto”.

Cada día a las 5 de la tarde, Mario y su nieta salen de casa con cubrebocas, gel antibacterial y una caja atada al cuello para vender pan de dulce. Con las ganancias les alcanza para comer una vez al día, al igual que 50.1 por ciento de la población que habita Hidalgo, carece de ingresos suficientes para comprar todos los productos de la canasta básica.

En el primer trimestre de 2020 y previo a la declaratoria de contingencia sanitara, 44.3 por ciento de los habitantes hidalguenses ya tenían ingresos inferiores al valor de la canasta alimentaria; sin embargo, la pobreza laboral aumentó a 50.1 por ciento en los tres primeros meses del año en curso.

LA ENFERMEDAD

La vida de Mario cambió hace seis años, cuando una retinopatía diabética le ocasionó ceguera y la pérdida de su trabajo como cocinero, por eso se autoempleó en el comercio informal.

La retinopatía, producto de la diabetes que le diagnosticaron desde hace más de dos décadas, es solo una de las complicaciones que Mario ha enfrentado en los últimos años, pues además de ser el único sustento de su nieta de 10 años y de su esposa, debe solventar los gastos médicos de la operación.

Al finalizar la avenida Fundición, del fraccionamiento Colinas de Plata, Mineral de la Reforma, hay una zona de terracería que conecta con un camino donde se ubican dos árboles, justo detrás del pirul más grande está la casa de Mario.

Desde este punto, todas las tardes Mario y su nieta salen juntos a vender. Ella porta un cubrebocas rosa con morado, lleva suéter para cubrirse del aire del atardecer y una cartulina verde fosforescente con el precio del pan, de 5 y 4 pesos.

Camina dos pasos adelante de su abuelo, lo que permite que su hombro sea el apoyo y los ojos de Mario, quien al frente de su pecho carga una caja de plástico transparente sujetada con una correa de cuero al cuello, al interior del contenedor hay conchas, cuernos, bigotes, rebanadas de panque, cariocas rellenas, bísquet, cocoles, hojaldras y donas.

Voy acompañado de mi nieta, ella es mis ojos porque ella es la que me sirve de guía, yo me voy deteniendo de ella para ir avanzando, andamos afuera en la calle, para que en cuanto escuchen la trompeta puedan salir a buscar el pan”.

Son alrededor de 100 piezas las que están distribuidas en el recipiente que carga Mario y también en una caja que coloca sobre un carrito de aluminio con dos llantas y que arrastra al caminar.  

Lee también en LSR Hidalgo: Se abre la tierra en Temango; "desapareció el patrimonio de mis hijos"



La venta comienza en las casas más cercanas a su domicilio, la primera parada es a unos 500 metros del lugar que habita, su nieta toca un zaguán negro y enseguida los perros comienzan a ladrar, esperan unos minutos y cuando nadie abre, Mario acciona una chicharra para anunciar la venta.

Así es la mecánica en cada vivienda, los clientes salen y en una bolsa depositan el pan que comprarán, mientras que la niña cuenta cada pieza, le dice a su abuelo el número y él responde la cantidad de dinero que debe cobrar.

Cuando es necesario dar cambio, Mario saca monedas de un morralito de mezclilla que se cruza en el brazo y aunque por el tamaño de las monedas infiere la cantidad a devolver, su nieta siempre lo supervisa.   

Así transitan por el camino de la Fundición hasta llegar a un costado del centro comercial Plaza Q, retornan en la calle Minería y se dirigen a la avenida principal de La Plata, donde permanecen afuera de la privada El Cuarzo y si el pan no logra venderse en ese punto, caminan un tramo más hasta el estacionamiento de una tienda de conveniencia ubicada en la misma zona. 

Mario y su nieta regresan a casa entre 8 y 9 de la noche, según la venta del día.

LA PANDEMIA, UN OBSTÁCULO MÁS

Mario inició con el comercio del pan hace tres años. Antes de la pandemia, en sus cajas cargaba de 200 a 250 piezas, pero desde el año pasado y hasta el momento, la venta no rebasa los 120 panes.

Entre 4 y 5 pesos comercializa la pieza, pero gana solo un peso por cada bísquet, rebana u hojaldra que vende, pues el producto no es propio y tampoco lo hornea, solo lo revende.

El pan no lo hacemos, nos lo da más bien un amigo que vive en el Real del Monte para que nosotros nos apoyemos”.

Al concluir el primer trimestre de 2020, Mario comenzó a notar una diminución en las ventas que atribuyó a la contingencia sanitaria por covid-19 y al confinamiento que implicó, pues, aunque pasaba a ofrecer pan de casa en casa, pocas personas le abrían.

Por eso, optó por irse afuera de las tiendas de conveniencia, pero por las disposiciones sanitarias, estas cerraban a las 6 de la tarde y a partir de esa hora ya nadie le compraba el pan.

Fotografías de Lorena Rosas

Así fue como los ingresos de Mario se desplomaron desde el año pasado, pues ya no lleva 250 piezas en sus cajas, solo 120. Aunque no siempre las vende todas, pues en ocasiones ha regresado a su hogar solo con 50 u 80 pesos en su morral de mezclilla.

A veces me ha tocado traer 100 piezas y solo vendo la mitad, y si yo vendo 50 panes, lo único que gano son 50 pesitos porque me dan un peso por pieza, a veces son 80 pesos para sobrevivir”.

Aunque para Mario la preocupación por su economía no es la única, ya que reconoce que ser vendedor y salir a las calles como lo hacen 12 mil 691 trabajadores ambulantes que van de casa en casa, implica un riesgo en la salud, porque continúa la contingencia.

La pandemia la estamos viviendo con mucho estrés, no podemos andar libremente en la calle, a pesar de que traemos gel o cubrebocas, pero, aun así, uno anda con el riesgo de infectarse o que alguien llegue y ya venga y nos contagie, pero tenemos que salir a buscar el pan de cada día”.

TRAS LA OPERACIÓN TODO EMPEORÓ

Aunque las ventas durante la pandemia están por debajo de lo esperado por Mario, hasta hace un mes había un ingreso extra en su hogar porque su esposa realizaba trabajo doméstico remunerado y con ello podía pagar los servicios básicos de luz, agua potable y alimentos, pero actualmente está recién operada y no puede salir a laborar.

Mi esposa es la otra parte de la fuente de ingresos, porque ella trabajaba en casas, entre lo que ganaba ella en dos o tres días por semana y la venta del pan, es como nos íbamos apoyando”.

Sin embargo, a principios de julio su compañera enfermó de la vesícula y fue operada en el Hospital General de Pachuca, donde permaneció ocho días con medicamentos que representaron gastos diarios de alrededor de mil pesos, estimó el vendedor.

Me encuentro muy presionado porque a mi esposa se le reventó la vesícula y está en cama por la cirugía que le hicieron (…) tengo dolores de cabeza por el estrés y por lo endeudados que quedamos para solventar los gastos de ella en el Hospital”.

Mientras se recupera su esposa, Mario es el único proveedor de casa, aunque con las ganancias diarias del pan, que oscilan entre los 80 y 120 pesos en promedio, señala que comen una vez al día.

Mi esposa es la que se encargaba de todo, a veces comemos, a veces no, a veces hacemos una comida al día, pero tenemos que buscar y aguantarnos”.

Al igual que Mario, el 50.1 por ciento de la población de Hidalgo carece de ingresos para comprar la canasta básica valuada en mil 693.38 pesos por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).  

El Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP) del Coneval, exhibe que, a un año de la pandemia, el porcentaje de la población en Hidalgo que no puede adquirir alimentos con su ingreso.

De enero a marzo de 2020 y previo a la declaratoria de contingencia sanitara, 44.3 por ciento de los habitantes hidalguenses ya tenían ganancias inferiores al valor de la canasta alimentaria, cuyo costo en aquel entonces fue de mil 637.07 pesos para comprar tortillas de maíz, pastas para sopa, pan blanco y de dulce, así como carnes de res, cerdo, pollo, pescado o aquellas procesadas como jamón o longaniza.

Sin embargo, para el 2021, la cifra poblacional aumentó a 50.1 por ciento y también se elevó el precio de los alimentos a mil 693.38 pesos; es decir, 56.31 pesos más que el año pasado.

El ITLP es publicado por el Coneval con el fin de mostrar la evolución de este tipo de precariedad en el país y se basa en la información proveniente de la Encuesta Nacional de Ocupación de Empleo (ENOE) realizada trimestralmente por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).


sjl