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Cantinas de Pachuca con más de 90 años agonizan por el covid-19

El virus con forma de corona amenaza la permanencia de cantinas que han sido guarida de oficinistas, universitarios, albañiles o turistas

Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.– El nuevo coronavirus no solo amenaza la salud de la población de Pachuca, la enfermedad también ha ido debilitando la permanencia de las cantinas del centro de la ciudad, algunas con más de 90 años de tradición.

El Surtidor, La Tapatía y La Lluvia de Estrellas han sido guarida de oficinistas, universitarios, albañiles, burócratas, doctores, vagabundos, turistas o de cualquiera que haya tenido antojo de un ron o una chinchelada.

Pero en marzo del año pasado, los pobladores de Pachuca se enclaustraron en sus casas para evitar contagiarse del virus que tiene forma de corona y las cantinas cerraron sus puertas, desde entonces, las cuentas de agua, luz o renta se han ido acumulando a Don Chino, al señor Alberto y Sam.

LOS RONES DE DON CHINO

Tomar rones en el centro histórico de Pachuca significa acudir al negocio de Don Chino, uno de los cantineros más populares de la ciudad, que se aferra a seguir con el negocio que fundó su papá en 1944.

Sobre la calle Nicolás Romero se ubica El Surtidor, propiedad de Alfredo Yong Cerón, famoso por sus rones, su bistec al estilo cantones y camarones al mojo de ajo.

Antes de la pandemia, Don Chino cambió de locación, cuando el propietario derrumbó el predio donde estaba El Surtidor original, en la misma calle de Nicolás Romero esquina con el pasaje.

Pero mucho antes, la cantina era una tienda de abarrotes que se vino a menos cuando introdujeron en Pachuca los almacenes Blanco, una cadena de tiendas comerciales en México que ya no existen desde hace muchos años.

A partir de ese momento, Miguel Juan Yong Kontai, padre de Don Chino, empezó a vender bebidas en copas, que en ese entonces costaban menos de 10 centavos.

Cuando empezamos la cantina no había botellas, se vendía el alcohol con agua, se hervían hierbas con naranja, tejocote, jerez, catalán, anís y se vendían copitas, no había cubas”.

El local tomó auge no solo por las bebidas alcohólicas, sino también por los alimentos.

Los bisteces al tequila se venden con harto jugo, se agarra la carne y se echa en la tortilla. La mordida del taco se baja con una cuba, ahí me hice famoso, bendito dios”.

Con el paso del tiempo, los jóvenes empezaron a visitar su local. Llegaban, tomaban su roncito y sacaban su libreta para hacer tareas en la cantina.

El día que abra, si dios quiere, voy a seguir, porque todo mundo me copió con los rones, pero nadie le dio al clavo y los estudiantes son mi vida, son los que me han hecho sentir joven”.

Aunque la suspensión de cantinas y bares a causa de la contingencia sanitaria mermó las ventas e ingresos del cantinero, Don Chino dice no estar dispuesto a deshacerse de su negocio, pues es herencia de su padre y de ahí, sus tres hijas obtuvieron la profesión de abogada, educadora y dentista.

Venderlo no creo, porque esto es toda mi vida. Tengo una hija divorciada y una viuda, tienen sus hijos y es lógico que a veces no completan sus gastos, yo trabajo para ellos y es mi ilusión seguir porque si no, se enferma uno”.

LA TAPATÍA

También en Nicolás Romero, pero en el número 104, está La Tapatía. De fachada azul, puertas vaivén rojas, como del viejo oeste.

Desde hace 90 años es famosa: abría antes del amanecer para servir preparado caliente de alcohol con hoja de naranja a los trabajadores de las minas, según Alberto del Villar Olivares, actual propietario del establecimiento y quien ha ido recolectado historias de los dos antiguos dueños o a través de los clientes.

Anteriormente la tradición era un té de naranjo. Antes, a las cinco de la mañana ya estaban vendiendo el té, le ponían parras en ese entonces. Al tecito le ponían su copita, porque los mineros antes de irse a trabajar, pasaban a echarse su copa, su tecito y se iban”.

La Tapatía también vendía pulque, pero desde hace siete años dejó de hacerlo, al igual que otras cantinas ubicadas en la ciudad como La Estudiantina, uno de los últimos establecimientos del centro histórico donde todavía se conseguía esta bebida.

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El alcohol no fue la única razón de la fama de La Tapatía, pues su ubicación a un costado del Mercado Barreteros propició que la gente se acercara al local después de terminar el mandado, para tomar una cerveza y acompañarla con caldo de pescado o camarón.

Al ser cantina con alimentos, los clientes que venían al mercado, después pasaban por un antojito y un pulquito o una cervecita, porque les quedaba cerca”.

Sin embargo, desde el segundo trimestre del año pasado, la Tapatía dejó de recibir clientes y cerró sus puertas temporalmente debido a las restricciones sanitarias.

Al inicio de la pandemia, Alberto creyó que el cierre para evitar la propagación del virus SARS-CoV-2 duraría dos o tres meses; sin embargo, ya pasó casi un año y aunque reconoció dificultades económicas para pagar los servicios del local, espera continuar con la cantina.

La Tapatía tiene 90 años en la calle Nicolás Romero, pero originalmente inició operaciones en la avenida de Genaro Guzmán Mayer, también localizada en el centro de Pachuca.

El negocio ha tenido dos dueños antes de la persona que actualmente compró el local, quien era un cliente que acudía a beber, le gustó el establecimiento y se lo traspasaron.

LLUVIA DE ESTRELLAS

Sam es un cantinero de 64 años, su negocio es el icónica Lluvia de Estrellas, ubicada en la calle José María Bandera, número 411 de la colonia Doctores, Pachuca.

El establecimiento lo heredó de su padre y de su hermano, por lo que Sam es la tercera generación que ha trabajado en el local y que se aferra a continuar, aunque desde hace 10 meses cerró las puertas su negocio por no ser esencial para operar durante la pandemia.

Su nombre completo es Pedro Ángeles Ventura, pero sus clientes lo conocen con el seudónimo de Sam y lo reconocen como pionero en la preparación de cerveza con mariscos, salsas y un toque de bacardi, la especialidad de la casa.

A esta bebida la bautizó como “chinchelada” y fue un invento que Sam creó hace 30 años con ayuda de sus clientes. 

Sin embargo, la cantina de Sam es más antigua que su famosa bebida, pues desde hace 80 años el establecimiento inició como piquería y pulquería.

La primera década de vida del negocio empezó con venta de caña que comercializaba el padre de Sam en la calle Carlos Pacheco número 100 del centro de Pachuca. Después, el local se desplazó a la colonia Doctores donde tiene arraigo desde hace siete décadas.

Sam heredó la cantina a los 18 años de edad y desde ese entonces ha dedicado su vida productiva al negocio como una muestra de afecto hacia su padre.

Le tengo mucha fe a mi negocio. Mi padre tuvo mucha familia, éramos siete hermanos. A veces mi mamá le decía: ‘dame el gasto para irme a comprar la comida’ y mi papá le contestaba: ‘no tengo’, pero abría el local y pasaban dos o tres horas y conseguía el dinero”.

Sam reconoce que a través de los años los clientes cambiaron paulatinamente, pues los bohemios o jugadores de cubilete fueron desplazados por profesionistas jóvenes o universitarios que estudian en escuelas cercanas a su negocio.

Hoy tengo otra generación de clientela, los clientes de antaño ya son difuntos o dejaron de tomar, ahora vienen jóvenes y me da gusto cuando llegan clientes que los conocí como estudiantes y ahora son profesionistas”.

La Lluvia de Estrellas también ha sido visitada por toreros y el tenor Humberto Cravioto e incluso, una pareja de recién casados que después de la ceremonia religiosa y antes de llegar a la fiesta, pasaron a beber una chinchelada.

Aquí llegó un matrimonio que se acababa de casar en la iglesia de San Francisco, él, venía con su traje y ella, con su vestido de novia, vinieron a tomarse una chinchelada porque aquí se conocieron”.

Las anécdotas y la posibilidad de que esta cantina de tradición continúe a la siguiente generación de la familia de Sam, es poco probable, pues el cantinero reconoce que la economía del local está afectada desde hace 10 meses, cuando tuvo que cerrar por las restricciones sanitarias, lo que impactó en la disminución de sus ingresos económicos y sostén para vivir.

Tengo 10 meses, ya voy para el año que tengo cerrado mi negocio, mis servicios están a la orden, tengo que pagar, luz, agua. Con esta enfermedad ha bajado mucho el negocio, si hubiéramos hecho caso de obedecer y no salir de nuestra casa, quizá ya estuviéramos trabajando”.

CIERRES DEFINITIVOS 

En Pachuca hay aproximadamente 40 establecimientos con venta de bebidas alcohólicas ubicados principalmente en el centro histórico, de acuerdo con Javier Zavala Ramírez, presidente de la Asociación de Bares y Cantinas de la ciudad.

Aunque derivado de las medidas restrictivas que implementó el gobierno de Hidalgo para disminuir el riesgo de contagio por covid-19, Zavala Ramírez estimó que un 30 por ciento de los establecimientos en mención tendrán dificultades económicas para reabrir y subsanar las deudas en pago de rentas y servicios.

Asimismo, precisó que es complicado que los giros comerciales que representa implementen venta mediante aplicaciones digitales, como en su momento lo hicieron restaurantes o negocios de comida, por lo que el comercio digital no es una buena opción para que los cantineros sobrevivan en el contexto de la contingencia sanitaria, consideró.

El pasado 8 de febrero entraron en vigor las nuevas medidas enfocadas hacia la reapertura comercial de restaurantes, gimnasios, salones de belleza y centros de culto religioso; sin embargo, el gobierno estatal no incluyó en la reactivación a los bares, antros, cantinas centros nocturnos, balnearios, boliches, billares o ferias.


sjl