Main logo

“Aprendí a caer de pie con los golpes de la vida”; malabarista con discapacidad

Con una sonrisa, Alfonso, una persona con discapacidad, dice que aun con sufrimiento se tiene que vivir, pues es una condición inherente de la humanidad

Por
Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.- A pesar de haber nacido con una discapacidad que impidió el desarrollo de sus piernas, Alfonso, un payasito malabarista y traga fuego, nunca se ha dado por vencido, aunque ésta lo limitó y frenó para hacer otras actividades y vivir experiencias que para una persona ordinaria son comunes.

Cansado de vender periódicos en los cruceros y ayudar en una panadería, en su natal Tlaxcala, un día tomó su mochila y su silla de ruedas para viajar por el país. Su sueño es conocer lugares y ganarse la vida haciendo lo que le hace feliz: los malabares.

Alfonso Alvarado, malabarista que recorre el país. (Fotos: Antonio Alcaraz)

La pandemia por covid-19 es otro de los obstáculos que ha enfrentado, pues durante algunos meses tuvo que detener su travesía y con ello perdió sus ingresos; sin embargo, ante la necesidad regresó a las calles con el riesgo de contagiarse, pero sin medio, ya que, indicí, para él es más grande el temor a no tener qué comer.

Alfonso Alvarado Reyes, de 55 años de edad, hace algunos días llegó a Pachuca, Hidalgo, trabajando de payasito malabarista y vendiendo paletas en las plazas, parques y calles.

Con una sonrisa, el payasito pinta de blanco su rostro cenizo, carcomido por el sol, y se pone una naricita roja de plástico. No usa grandes atuendos como los artistas de circo, solo una playera y un pantalón de vestir remendado.

El sufrimiento se tiene que vivir, nos pasa a todos. Hay personas que lo tienen todo, no tienen carencias, todo lo tienen en charola de plata... pero no lo valoran y piensan que todo el tiempo lo van a tener, pero suele pasar que comienzan a fracasar, entonces se van para abajo y comienzan a sufrir, se enferman... pero son esos golpes de la vida los que también lo hacen a uno subir", dijo.

Las palmas de las manos están sucias de tanto apoyarlas en el suelo. Con ellas, también, sujeta las pelotas de esponja de color azul y rosa que lanza al aire para hacer las acrobacias con las que gana dinero.

"Antes de dedicarme a esto vendía periódico en las calles y anduve trabajando en una panadería. Ya después me salí. Me fui de payaso malabarista y tira fuego, no cuento chistes, aunque sí me sé unos; además, también le vendo paletas de dulce a los niños", agrega Alfonso.

Hacer los malabares, dijo, lo aprendió viendo a unos muchachos en cruceros de Tlaxcala. Es decir, es empírico, pues asegura que no aprendió a leer ni escribir: "fui muy burro para las letras".

Leer en LSR Hidalgo: Tras cuatro horas de audiencia, vinculan a los 10 implicados en caso Cruz Azul

LE REGALARON ZAPATOS DE PAYASO

Ilusionado con el arte del entretenimiento, siempre trae consigo un zapato de payaso que hace tiempo le regalaron en su natal Tlaxcala. Es una decoración, pues aunque tuviera el par no los puede usar.

Voy a mandar a que hagan el otro (zapato) para tener los dos. Aunque a este ya le falta una buena arreglada y pintada, luego los mandaré a arreglar para tenerlos aquí para que la gente los vea y se vea bonito”, expresó Alfonso Alvarado.

Tras visitar el Reloj de Pachuca, se fue a hacer malabares a la Plaza Juárez y afuera de la Basílica Menor de Guadalupe, La Villita, donde aprovechó para encomendarse a Dios, quien, dijo, lo ha sacado adelante, pese a la adversidad.

UN LUGAR PARA DORMIR

Cuando le va bien, Alfonso paga hospedaje de algún hostal; pero, cuando le va mal, se queda a dormir en la sala de espera de la Central de Autobuses de Pachuca; hasta el momento no lo han sacado.

"La gente les gusta mi trabajo. Bueno, yo así lo siento, porque hay gente que a nosotros, los payasos no nos toman en cuenta y sufrimos en la calle, es decir, nos tratan mal; pero hay otras personas que nos tratan bien", comentó.

Antes de venir a Pachuca estuvo en Coatzacoalcos, Veracruz; en Villahermosa, Tabasco, y en Campeche. Ha querido visitar Chetumal y Quintana Roo, pero por el momento no lo hará pues dice que en unos días se regresará a Tlaxcala.

Tengo hermanos por todos lados: viven en Veracruz otros en México y en Guadalajara, mi familia está desparramada, éramos ocho hermanos, pero dos murieron y hoy nada más somos seis".

Con esa filosofía de vida y resiliencia, pese a su condición de discapacidad, Alfonso dice que continuará visitando más estados del país para mostrar más de su arte.


sjl