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Año Nuevo en Tula, nada que celebrar para damnificados de inundaciones

Desde la inundación del 6 de septiembre, las familias damnificadas de Tula buscan reconstruir sus viviendas que quedaron destruidas por las aguas negras

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Escrito en HIDALGO el

TULA DE ALLENDE. – A tres meses de la inundación que sumergió en aguas negras las viviendas del municipio de Tula, los habitantes han sobrevivido de las donaciones, de su trabajo y sus ahorros para reconstruir lo que el río se llevó.

Así cerrarán el año y comenzarán el 2022, algunos como Jesús intentando rehacer su casa y otros como Matilde resguardando los pocos enseres domésticos que recibió, pues en últimas fechas comenzaron los robos de tuberías, medidores de luz y agua en algunas viviendas afectadas.

Jesús Navarrete y Matilde Badillo Ramos viven en Tula y son parte de los más de 30 mil damnificados que dejó el desbordamiento del río, sus casas están en el fraccionamiento Rancho Chapultepec, donde al menos 80 de 150 viviendas registraron pérdidas totales y parciales.

Los dos pobladores han subsistido por sus propios medios para intentar levantar nuevamente su patrimonio y coinciden que los habitantes de la región fueron abandonados después de la fase de emergencia, pues nadie regresó a revisar las paredes o techos de sus domicilios, tampoco la red de drenaje o las fosas sépticas, mientras que los patrullajes, actualmente son nulos.

Después de que pasó la fase de emergencia hubo cambios que eran de esperarse: dejó de haber atención por parte de la autoridad, las cosas empezaron a andar más lento y tenía su lógica porque ya no éramos la noticia”, mencionó Jesús.

UNA CAMA, UN REFRI Y UNA ESTUFA

Cuando la casa de Matilde se quedó sin muebles, con las paredes enlodadas, el azulejo del piso despejado y hundimientos en las recámaras donde dormían ella y su hijo, decidió abandonar su hogar de manera temporal y arrendar un lugar cercano, pero pagar renta mientras intentaba recuperar el patrimonio que se llevó la corriente del río, se volvió incosteable.

A mediados de diciembre regresó a la casa que antes de la inundación habitó por 21 años seguidos, en su mudanza llevó una base de cama, un refrigerador y una estufa, enceres domésticos que dijo, recibió de la Secretaría del Bienestar.

Matilde volvió con dichos muebles, pero mientras estuvo afuera no logró hacer ninguna adecuación a su hogar que es uno de los más cercanos a la ribera del río Tula porque se localiza a unos 20 metros.

Seguimos igual, estamos esperando que se seque un poco más, yo ya estoy viviendo aquí, antes estaba rentando, pero yo no tengo un trabajo fijo, trabajo en casas planchando y se me iba el dinero en la renta”.

A casa, Matilde también retornó con su hijo que actualmente estudia la universidad, por eso reconoce que, con su empleo informal y los gastos diarios, demorará en juntar para los aplanados, la pintura o la rehabilitación del azulejo.

Necesito ir juntando para echarle, porque va a ser largo esto y si gasto en estar pagando renta no estoy ahorrando para la reconstrucción”.

Los cuartos de su casa colindan con una fosa séptica. En esta zona de su vivienda el piso está hundido, pero no hubo otra opción más que regresar con el piso parcialmente abollado y sin la supervisión de ninguna autoridad que avalara los riesgos de su casa.

No tengo a dónde vivir y tuve regresar a vivir así, no vino nadie de presidencia (municipal), o alguien a ver cómo están nuestras casas, si podían ser habitables, nadie vino (…) la fosa que colapsó sigue igual, gobierno no nos ha ayudado en eso, más bien en casi nada”.

UN COLCHÓN, LA ÚLTIMA AYUDA

En casa Matilde tiene una base de cama, un refrigerador y una estufita. El articulo más reciente fue el colchón que le dieron a finales de diciembre, todos los artículos los adquirió haciendo filas durante la madrugada para alcanzar lugar y pagando fletes para trasladar sus enceres.

Tuvimos que hacer unas filas enormes para que nos dieran estas cosas y no las dieron así paulatinamente, tengo tres meses y apenas recibí el colchón, tuve que esperar tres meses”.

Cuando comenzaron las entregas, algunas personas llegaron a formarse desde las 3 o 4 de la madrugada, relató Matilde. La última ocasión ella acudió por su colchón a las 6 de la mañana a la Unidad Pemex y al frente, estimó que ya había unas 300 personas en la fila.

Algunas veces fuimos mal tratados en las filas, nos decían: hoy no te toca, que había que esperarse a los que fueron citados, nos citaban y después decían que éramos rezagados y nos mandaban atrás, es una injusticia la que estamos sufriendo”.

Al tiempo de espera y los tratos, se les sumaron factores como el pago de flete.  Los camiones de mudanza o camionetas con espacios grandes comenzaron alquilar sus servicios por 300 y 500 pesos.

Ante los costos, la solución para Matilde fue juntarse dos o tres vecinas para transportar las donaciones, aunque no siempre fue posible porque no todos los habitantes se dirigían al mismo lugar o los tiempos de entrega variaban. 

Cada vez que nos daban algo se tenía que pagar flete, hay personas que tenían medio de transporte y nos echaban la mano, vecinos más que nada, a veces solo se les apoyaba con la gasolina, pero creo que no es justo, porque nos levantaron un censo en nuestra casa, nos dijeron que a nuestros domicilios llegarían las cosas y no fue así, nosotros tuvimos que ver como trasbordar las cosas”.

El colchón fue probablemente el último que recibió Matilde como persona censada y damnificada, pues acotó que, en la última entrega, no le avisaron sobre más apoyos en especie o efectivo.  

ROBOS A DAMNIFICADOS

Después de la inundación los damnificados migraron temporalmente con familiares, amigos y a rentar en zonas no afectadas, pero por el día permanecían en sus casas en espera de donaciones o censos y por las noches las dejaban, así fue como a Matilde le robaron su medidor de agua con toda la tubería.

Ese fue el principal motivo que la hizo regresar a su vivienda, en total estima que 10 colonos del fraccionamiento padecen una situación similar.

Ahorita estamos sufriendo robos en la colonia, se han robado los medidores del agua, las pocas cosas que hemos tenido, la verdad ni protección civil ni patrullas nos vienen a ayudar (…) hace días andaba alguien arriba en los techos, en las casas, viendo a dónde se metía, a robar lo que pueda o lo que haya, estamos muy desprotegidos”.

Para intentar subsanar el problema, Matilde acudió al organismo operador del agua en Tula, donde le indicaron que reponer el medidor le costaría 800 pesos.

No los están cobrando, somos varios a los que nos robaron los medidores, no los están cobrando y hasta ahorita no nos han dicho que los van a condonar”.

Hay colonos que no han regresado, algunos por las tardes continúan sus rondines de vigilancia y otros van por la reconstrucción de sus viviendas, pero se retiran.  

Por eso se meten porque todavía no hay nadie, y como se pueden robar la tubería, los tinacos, los boiler, todo eso. Cuando recién ocurrió la inundación nos dijeron que iban a estar patrullando rondines, eso no es cierto no es echarle, pero realmente no tenemos la ayuda como debe de ser".

Lo que resta del año y a principios del siguiente, Matilde permanecerá en casa, resguardando los pocos bienes que ha logrado recuperar formándose por la madrugada en largas filas, por ahora teme salir de casa y padecer un saqueo.

A principio teníamos mucha ayuda, ahorita ya estamos abandonados y cada quien véale como pueda, es una injusticia (…) Me quedaré en casa para poder cuidar lo poco que he juntado porque si me salgo y regreso ya no voy a encontrar nada, por la misma inseguridad, ya habrá otro año donde exista la cena como debe de ser, se siente medio triste, medio feo y me duele un poco".

RENTAS Y RECONSTRUCCIÓN

Mientras algunas personas retornaron a casa sin hacer ninguna adecuación por falta de recursos, otros ya empezaron a rehabilitar sus casas.

Pero la reconstrucción no ha salido bien en todos los casos, Jesús Navarrete, quien es habitante de Tula damnificado y también ingeniero, indicó que en las viviendas de los vecinos que ya resanaron o aplanaron, comenzaron a salir manchas porque a tres meses de la inundación, la humedad aún no se va.

Por eso para Jesús aun no es propicio retocar la planta baja de su domicilio y mejor optó por concretar el plan de edificar un segundo piso para habitar.

Todavía considero que aún hay detalles en la plata baja y no es propicio construir, pero no todas las casas tienen un segundo piso, en muchos casos los vecinos se vieron obligados a decir: yo solo tengo la parte de abajo y tendré que vivir con esa consecuencia (de las manchas)”.

Sin embargo, el proceso de construcción no ha sido sencillo porque Jesús ha subsanado el material y la mano de obra con sus recursos.

Además, tiene que pagar la renta de una casa amueblada que consiguió para vivir temporalmente en compañía de su familia mientras termina de rehacer la casa que se le inundó la noche del 6 de septiembre.

Tuve la necesidad de buscar un arriendo para poder tener a mi familia, eso me generó una situación diferente, tuve que buscar un lugar amueblado y también eso implica gastos”.

Fue en octubre cuando comenzó a rentar una casa. Después de la inundación, estuvo un mes con sus familiares, ese tiempo fue el que le tomó encontrar un lugar ya amueblado y sobre todo cercano por los robos que comenzaron a registrase, como lo mencionó Matilde.

Fotografías de Lorena Rosas

No había gran cosa que robarse, pero empezaron a existir situaciones complicadas en la colonia, el robo de medidores de agua, medidores de luz, por eso era importante que hubiera cercanía”.

CIERRE DE AÑO CON MAL SABOR DE BOCA

La prioridad para Jesús al cierre de este año es la revisión de la instalación eléctrica, cambiar el cableado y continuar la limpieza, aunque reconoce que aún hay incertidumbre de nuevas inundaciones.

 

Todavía hasta noviembre se presentaron algunas lluvias, había cierta incertidumbre respecto a cómo podía darse el manejo de las aguas. Siempre queda el pequeño recelo de decir: no será que se inunde de nuevo”.

El pago de materiales y la mano de obra son gastos que no tenía previstos antes de la inundación y hasta el momento estimó que ha erogado de 80 a 100 mil pesos, sin dejar de contra el apoyo de sus amigos, familiares y donaciones de las organizaciones de la sociedad civil.

Siento que es un año que se cierra con un mal sabor de boca porque hubiésemos esperado un poquito más de la autoridad, de cualquiera de los tres niveles de gobierno y no hubo esa respuesta, los apoyos de dinero o enseres fueron una forma de decir: esto es lo que hay y con eso”.


sjl